A los 34 años, Agustín Lucas elude definirse con una sola palabra. Uruguayo y de Montevideo, fue futbolista profesional en su tierra -Miramar, Liverpool, Sudamérica, Albion, Cerro Largo, Wanderers-, en la Argentina -Comunicaciones-, en Guatemala -Deportivo Jalapa- y en Venezuela -Deportivo Anzoátegui. Hace poquito abandonó su puesto de marcador central para persistir en la literatura, otra de sus pasiones principales. Su libro Tapones de Fiero (que también es la referencia de Lucas en Twitter: @taponesdefierro) ya está integrado a los clásicos de la literatura futbolera uruguaya, articulando prosa y poesía. Es, además, uno de los generadores de la serie de libros Pelota de papel junto con sus colegas Sebastián Domínguez, Mariano Soso y Jorge Cazulo y el periodista Juanky Jurado. Su último deslumbramiento son las entrevistas periodísticas. Allí charla con futbolistas y publica en el diario La Diaria. De los cruces entre fútbol y medios de comunicación intercambió con El Equipo. Es una cancha en la que, se nota, juega con potencia.
-Sos un ex futbolista que, entre otros trabajos, entrevista a futbolistas y a ex futbolistas. Cuando contás eso o alguien advierte que hacés eso, ¿todavía llama la atención?, ¿todavía te dicen o percibís que piensan que tu caso es raro?
-Creo que lo más importante es que uno en un momento asume que no es raro. Que simplemente es. Entonces aquello afloja. Si lo raro es por auténtico, entonces bienvenido; será una especie de virtud. Si lo raro suena a copia, puede ser que muchas de las cosas que escribo sean especies de copias de gente que admiro. Lo que me sigue brindando entrevistar a colegas es la confianza del idioma, la noción de lo cotidiano, eso hace que aprenda mucho de quienes entrevisto, un privilegiado de que me cuenten sus historias, que por supuesto no entran en los caracteres disponibles. Y hay cosas como en el vestuario que se quedan en el grabador.
-El periodismo sobre deportes -en Uruguay o en donde sea-, ¿tiene prejuicios sobre los futbolistas?, ¿cuáles son esos prejuicios si es que los hay?
-Sí, claro, los sigue teniendo. Claro está que cuando el futbolista enfrenta esos prejuicios se terminan los fundamentos. En más de un ámbito sigue siendo el opio de los pueblos, los gladiadores romanos, el circo. Por suerte o por consecuencia, habemos quienes nos peleamos con cualquiera para ubicar al fútbol y al futbolista dentro de la cultura popular. Incluso dentro del arte popular.
-¿Los prejuicios se extienden cuando, en casos como el tuyo, el futbolista se dedica a escribir, a recitar o a dar talleres literarios?
-Sí, pero para el otro lado. Te quieren ubicar en un lugar o en un escalafón que no es tal. Nos criamos todos mas o menos bajo el mismo techo de dolmenit. Algunos nos colgamos a escribir lo que del fútbol emerge, por ejemplo. Otros tienen el arte de existir. El futbolista es licenciado en un montón de cosas, las buenas, la cultura deportiva, los vínculos, el colectivo, el cooperativismo, la pasión, el juego mismo. También tenemos de las otras, por ejemplo, como en casi cualquier grupo de varones, las microviolencias y los micromachismos que hacen a una cultura patriarcal en decadencia.
-¿Qué prejuicios -de valoración positiva, de valoración negativa- eran tuyos sobre el periodismo dedicado al deporte y se fueron cayendo en la medida en que empezaste tu tarea en los medios?
-El prejuicio más grande o el primero que surge es el de creernos que por haber jugado sabemos más o menos que alguien que nunca jugó. De todas maneras es fundamental tomarlo en cuenta, pero no porque uno tiene más valor que otro, sino porque cada experiencia tiene un valor por sí misma. Después, cosas comprobables y comprobadas: los medios de comunicación manipulan la información y manejan desde los griegos cierta supuesta intención y cierta supuesta tendencia según intereses, generalmente de medios hegemónicos que responden a gobiernos o a ideales de derecha. Los bastiones de prensa de izquierda están en la historia, son ejemplificantes y, por suerte o por transitiva, siguen pululando.
-¿Qué cosas ven, escuchan o leen quienes son futbolistas en el periodismo sobre deportes que les dan rechazo o bronca?
-Los alcahuetes de los cuadros grandes. Y los que desprestigian el fútbol de ascenso. O los que se olvidan directamente o hablan de fútbol en referencia a cuatro o cinco equipos en el mundo o cuatro o cinco estrellas de cine con botines.
-Si los y las periodistas sobre deportes tienen prejuicios sobre los futbolistas, ¿hay prejuicios -extendidos, más allá de los tuyos- sobre el periodismo entre quienes juegan al fútbol profesionalmente?
-Los hay. Nosotros, con nuestros propios prejuicios, somos consecuentes, nos encargamos de alguna manera de que se sigan reproduciendo. Y a la vez desprestigiamos también, tenemos un manejo muy pobre del ego. A veces con nosotros mismos, con el manejo de los fracasos y de las derrotas y a veces con el otro, subiéndonos a pedestales mediocres e infames.
.¿Qué expresiones o qué prácticas del periodismo sobre deportes, al revés que en la pregunta anterior, te parecen destacables, te interesa seguir o solés recomendar? -Los análisis, algo que en Uruguay es carencia. Hay poco análisis de juego, lectura de juego y discusión profunda sobre la evolución o la involución. Hay un cholulismo barato (en Argentina ni que hablar) pero también hay quienes destacan del fútbol la esencia, el oficio, la historia. Y también quienes analizan, y desnudan al fútbol, es lo que lo hace renovarse constantemente hacia lo que algunos llaman fútbol moderno. Fútbol moderno debería ser el que no discrimina
-¿De qué le sirve a alguien que escribe historias de deporte o ligadas con el deporte en los medios la experiencia de haber ejercido el deporte de manera profesional?
-De mucho. Porque hay cosas que pasan en la cancha que no surgen después del silbato. Se curten en bondis eternos, vestuarios lejanos, amistades entrañables, padres y madres alternativas, hermanos y hermanas de otra sangre unidos por el amor al juguete redondo. Se esperaría otro respeto y otro reconocimiento al oficio, al folklore y a la historia de alguien que tuvo esa experiencia entre comillas profesional, pero también tenemos nuestros propios detractores.
-¿Qué le sugerirías a un o a una futbolista que empieza para entender y llevar adelante sus vínculos con el periodismo y con los medios de comunicación?
-Que si ellos/as mismas se reconocen como trabajadorxs del deporte, que si respetan sus propios derechos, si respetan al juego y al lugar que ocupa el juego en la sociedad y a ellos y ellas como seres sociales, entonces pueden hablar a cualquier micrófono. Manifestarse por otro lado, no se transa.
-Y, como contracara posible, ¿qué le sugerirías a una o a un periodista que comienza a ocuparse del deporte para comprender y desarrollar sus lazos con el fútbol y con quienes juegan al fútbol?
-Que respeten la profesión de futbolista, como a un igual, trabajador, trabajadora, portadores de la misma pasión por el fútbol. Ni subirlos a pedestales ni bajarlos a infiernos hostiles. De todas formas, leí una vez una frase del futbolista chileno Antonio Arias, que jugó en Unión Española en los años setenta: «Lo que duele es el olvido». Y ahí juegan otras cosas. Y sin dudas el olvido de uno mismo es el peor.
-¿Cuáles son las herramientas formativas centrales que gravitan en tu trabajo en los medios de comunicación? ¿Qué y de quiénes aprendiste adentro y afuera de los medios?
-Yo soy un privilegiado. En los medios donde escribo me siento a la mesa con gente que admiro. El caudal de inquietudes con un lápiz y un balón que significa la colección de libros Pelota de Papel. El enjambre de seres por el mundo que no hacen más que demostrar que no hay brechas entre ambas expresiones: el fútbol y la escritura. En ese entorno he descubierto otras pasiones, la crónica, la entrevista. Y he aprendido sobre estas. De todas maneras no soy periodista. Soy un futbolista que escribe, que hace las veces del oficio del periodista. Y que no entiende la vida sin fútbol.