Por Alejandro Fabbri (*)
Alguien escribió una vez que “a la muerte habría que matarla” intentando explicar lo doloroso que resultaba una muerte inesperada. En el caso de Almudena Grandes, que apagó su existencia el sábado 27 de noviembre en Madrid, la frase consigue expresar un significado exacto.
Almudena peleó contra un cáncer y no pudo ganar. Tenía 61 años y un trabajo de escritora que la llevó a una popularidad que no distinguió sexos ni generaciones. Decía que no se consideraba periodista aunque sí lo era, agradecía a su madre obligarla a estudiar geografía e historia y tenía voracidad por la investigación sobre conocer las consecuencias que dejó la Guerra Civil Española. En eso centró los afanes de su última década.
Un libro excepcional como “El corazón helado” fue el comienzo de una avalancha de temas vinculados al sufrimiento de los españoles comunes a partir de la caída de la República, en marzo de 1939. Se sucedieron “Inés y la alegría”, “El lector de Julio Verne”, “Las tres bodas de Manolita”, “Los pacientes del doctor García” y “La madre de Frankestein”, quedando trunco el sexto tomo de lo que denominó “Episodios de una Guerra Interminable”.
Almudena era “roja”, “de izquierdas”, como dicen peyorativamente los que ganaron la guerra y sus descendientes. Escribió sobre los vencidos, los que fueron perseguidos de manera atroz e implacable hasta finales de los años sesenta. Ayudó muchísimo con sus novelas recordándole a España que los verdugos no han sufrido ningún castigo y todavía no se han podido recuperar los restos de los miles de fusilados enterrados en fosas comunes.
Ella contaba que era inflexible con dos premisas: la libertad del autor para poder escribir y la lealtad con la verdad histórica. Eso hizo. Narró como ninguno antes la durísima vida de la gente común y muchos jóvenes pudieron enterarse a través de su obra lo que ni padres ni abuelos les contaron: un país dominado por un catolicismo medieval y un fascismo atroz.
Los vecinos madrileños despidiéndola en el cementerio mientras alzaban con una mano sus libros reflejaron con emoción el agradecimiento eterno y su dolor. Se murió antes de tiempo como tanta gente. Aunque su literatura sea inmortal.
(*) Periodista. Trabaja en TyC Sports y en Relatores.