Por Juan José Panno (*)
Fue hace 35 años. Una eternidad o un ratito, según se lo mire. La Feria del Libro despertaba el mismo interés que en estos días. Se hacía en un espacio de 20 mil metros cuadrados, el Centro Municipal de Exposiciones y Convenciones, en Figueroa Alcorta y Pueyrredón. En la escuela TEA, que editaba la Revista La Maga, armamos una mesa sobre fútbol y literatura con cuatro pesos pesados: los escritores Roberto Fontanarrosa, Osvaldo Soriano y Juan Sasturain, y el poeta, periodista y confundador de TEA Carlos Ferreira. Una gloria.
Se me ocurrió que tenía que estar a la altura e hice una pretenciosa presentación cargada de adjetivos que terminaba asi: “Nos convocan el futbol y la literatura; la literatura y fútbol” y cedí el micrófono para quien quisera tomarlo. Lo agarró Fontanarrosa y tiró el primer caño de la noche: “Y me querés decir quien carajo va a hablar de literatura”. Futbolero de alma, Fontanarrosa era hincha de Rosario Central. Soriano, fana de San Lorenzo. Sasturain, de Boca. Y Ferreira, de Racing.
A Sasturain, compañero en Página/12, lo vi más de una vez saltar a rechazar imaginariamente la pelota en un corner para los contrarios en partidos de su querido Boca por la Copa Libertadores: hoy el director de la Biblioteca Nacional. Soriano era un fantástico escritor que no olvidaba en ningún momento que su sueño había sido jugar en la primera de San Lorenzo. Esa noche deleitó a todo el mundo con esta anécdota. “Una vez escribí un cuento sobre un partido de fútbol imaginario en la Patagonia, del que yo había participado y unos años más tarde, un lector me contó que él había jugado ese partido; que era él quien que me había marcado. Pensé en ese momento en la maravilla que puede hacer la literatura despertando fantasías en la gente. Por supuesto que le dije que sí, claro, que cómo me iba a olvidar de él”.
Fontanarrosa, además de gran escritor, dibujante y humorista, era un crack sobre el escenario. Lo demostró años más tarde en el Congreso de la Lengua de Rosario y en cada charla de la que le tocaba participar. Aquella noche sí habló finalmente de fútbol y de literatura, habló de Roberto Santoro y su gloriosa recopilación de textos futboleros que fue el libro «Literatura de la pelota», contó secretos del oficio y tiró paredes a un toque con Soriano, Ferreira y Sasturain. Todos acordaron en que ya por entonces se empezaba a terminar el desencuentro entre la intelectualidad y el fútbol y hubo coincidencias en que con el fútbol de fondo hay literatura buena y mala.
Fue gloriosa aquella noche que no olvida ninguno de los que estuvieron ahí.
(*) Fundador de TEA y Deportea.