El tipo que hizo un centenar de goles en Primera y que brilló especialmente en Colón pero sacudió las redes en más equipos argentinos y en las canchas de Suiza, de México y de Chile es ahora periodista deportivo y cuentista. César Andrés Carignano nació en Freyre, provincia de Córdoba, en 1982, reside en Santa Fe y analiza el fútbol a través de la escritura, la radio y la televisión. Hay un público que sigue sus intervenciones en LT10 Radio Universidad Nacional del Litoral y en tanto en la web como en la pantalla de “Abrazo de Gol”, un programa que es emitido desde tierra santafesina a través de Cablevisión Digital. Ávido lector, se atrevió a narrar su autobiografía en el libro Andando detrás de la pelota y descubrió un espacio cautivante en las ficciones futboleras para pibes y para pibes (y para gente más grande, también), cristalizado en sus volúmenes Cañito Vale Doble y Gol Entra. También participó como cuentista en la colección Pelota de papel, que reúne cuentos de jugadores y de jugadoras. Algunos de sus textos -casi siempre de publicación veloz luego de los partidos- pueden seguirse, además, en las redes sociales digitales (Instagram: cesar.a.carignano, Facebook: Cesar Andres Carignano, Twitter: @canitovaledoble). Y aunque lleva un lustro fuera de los escenarios resonantes de la pelota, en las canchas de la escritura sigue haciendo golazos.
-Vos cristalizaste el sueño de millones que implica ser futbolista profesional. ¿Cuándo y cómo empezó el sueño de ser narrador y comentarista de ese juego que jugaste?
-Empezó de la mano de la literatura. En septiembre de 2015, tomé la decisión de dejar de jugar profesionalmente. En diciembre, me junté a comer con un periodista que admiraba mucho, Fabián Mazzi, para regalarle un experimento autobiográfico hecho libro llamado Andando detrás de la pelota y él me ofreció sumarme a la radio. Al lunes siguiente, hace exactamente cinco años, me senté detrás de un micrófono y me enamoré. Podría decirse que la radio me encontró cuando yo estaba necesitando que algo me encontrara. Con el paso del tiempo empecé el análisis del juego como nunca cuando fui jugador. A pocos días de mi ingreso a LT10, escribí un artículo sobre la final del mundo entre Barcelona y River, me lo publicaron y crucé la barrera entre escribir y animarse a publicar. Al tiempo, comencé a ir a los partidos y a observar de cerca al gran Oscar Bergesio, un extraordinario periodista, emblemático en Santa Fe. Allí comprendí el poder del comentarista y me propuse serlo.
-¿Buscaste algún recorrido de preparación específica para el trabajo periodístico? ¿Cuánto hablaste y cuánto hablás con los que antes contaban lo que hacías y ahora son tus colegas?
-Mi preparación, inconsciente, fue la lectura. No de fútbol, sino en general. Eso me permitió expandir mi vocabulario. Fue el nexo necesario para poder contar lo que quería contar, para traducir al idioma de la gente lo que aprendí jugando. Más que hablar, observo mucho. Lo hice con cada compañero de la radio y de la tele. Verlo a Bergesio hablar de fútbol y de la vida me sirvió para entender que el lenguaje técnico no sirve en la radiofonía santafesina. Hay que hablarle a todos los oyentes y no a los especializados en fútbol. Estuve, además, dos años y medios en el programa político de la radio haciendo deportes. Gracias a ello amplié mi mirada del deporte, corriéndolo del exclusivo lugar del juego, para analizar su impacto social. Tratando de acercar al deportista profesional a la gente, humanizando al deportista.
-¿Qué de todo lo que viviste como jugador aparece en tu tarea como analista del juego?
-La comprensión del juego, las variables posicionales, los roles, los estados de ánimo que atraviesa el futbolista en pleno partido. De todos modos, cinco años sin estar en un vestuario es mucho. Por eso trato de conocer la mentalidad del futbolista actual, para interpretarlo,
-¿Y qué de todo lo que viviste como jugador, en tu relación con la prensa, no querés que se desplace hacia tu trabajo actual?
-No me gustan ni los prejuicios ni las generalizaciones. Me parecen lugares comunes y simplistas que evitan el análisis del deporte y de los deportistas. También aborrezco la falta de respeto y el lenguaje descalificador. Pero en este camino, al menos mi entorno laboral ha aprendido del deportista como yo del comunicador.
-¿Qué era el periodismo deportivo para vos cuando jugabas profesionalmente?
-Era un mundo ajeno al cual, por prejuicio y por generalización, no le prestaba atención. Aunque si me interesaban algunas miradas. Yo creo que hay dos clases de futbolistas desde el contacto con la crítica desmedida. Está el que se muerde la lengua, la transforma en energía positiva y sale a tapar bocas jugando su mejor fútbol y estamos los que tambaleamos y nos sentimos afectados por esa opinión un tanto irrespetuosa. De ahí mi distancia.
-¿Qué te pasaba cuando escuchabas la reproducción de un gol tuyo relatado y qué te ocurre con eso ahora?
-Me emocionaba, aunque prefería no hacerlo para evitar sobrevalorarme. Hoy en cambio lo disfruto mucho. Es más, hay ahí el gen de mi admiración hacia Fabián Mazzi. Cuando partí hacia Suiza me regalaron un cd con mis goles en Colón relatados por él. Noté, a la distancia, que mis goles luego de largas sequías encontraban tolerancia en sus expresiones. Percibí que me estaba bancando cuando no la metía. Eso me llevó a juntarme y ra egalarle mi libro. Eso llevo, en gran parte, a este presente.
-¿Qué te gusta que tenga un trabajo periodístico sobe el deporte al que accedés como lector, como oyente, como observador?
-Investigación, una prosa cautivante, opiniones y no verdades cerradas. Me gusta cuando el escritor se pregunta y no se responde, porque me lleva a repreguntarme también. Disfruto cuando se habla del deportista como persona, cuando se describen los errores como parte del deporte y no como un hecho inadmisible de una máquina que factura a toneladas y vive para eso. Con eso, generalmente, me doy por satisfecho, al tiempo que aprendo.
-Y, al revés, ¿qué no te gusta?
-La ausencia de datos relevantes. El tipo de escritura. La falta de respeto. La intención de transmitir una verdad irrevocable, la falta de empatía, la agresión disfrazada de humor.
-En ciertos circuitos comunicacionales suele debatirse el rol de los ex deportistas puestos en funciones -un poco más o un poco menos- periodísticas. ¿Cómo ves ese fenómeno?
-El debate, desde el respeto, es siempre bienvenido. La llegada de ex deportistas profesionales aporta una mirada diferente. Ni mejor ni peor, diferente. Pero admiro a grandes periodistas que no han sido futbolistas de profesión y me ayudan a seguir creciendo. Es, por un lado, una gran oportunidad. No solo en el periodismo sino también en la gestión deportiva o en la dirección de un club. Es, a su vez, una gran responsabilidad. Yo creo en la capacitación y en la preparación. Tener claro qué comunicar pero no saber cómo hacerlo es un problema.
-Tu trabajo periodístico se concentra, por ahora, en Santa Fe. ¿Notás que hay improntas o matices geográficos en la construcción del periodismo deportivo o lo ves surcado por las tendencias generales a lo que se hace en todas partes?
-Me parece que las redes han abierto espacios de opinión interesantes que los medios dominantes no otorgan. Federalizar la opinión sin federalizar los contenidos es difícil. Creo que hay grandes comunicadores, escritores, narradores, en el deporte del interior pero que no son fáciles de visibilizar. Tienen, lógicamente, un perfil personal influido por el público al que tienen llegada.
-Viene alguien que trabaja en periodismo sobre fútbol y te pregunta qué cosas mirar en un partido, ¿qué le sugerirías?
-Los planteos de los entrenadores, la dinámica que le dan los futbolistas a esos dibujos que si bien se ven más en el retroceso también existen a la hora de atacar. Identificar las tendencias que se dan en el juego. Si hay un gol, divisar de qué manera quien lo hizo lo administra y cómo busca el perdedor ocasional el empate. Y lo más importante: mirar el estadio. Es decir, estar en el lugar de los hechos, porque detrás de una pantalla el análisis es muy complejo, al menos para mí.
-Además de las labores periodísticas, vos escribís cuentos. ¿De dónde sale eso y qué proximidades tiene con tus caminos de expresión periodística?
Surgió por el desafío personal de escribir cuentos de fútbol para niños y para niñas. Asumiendo que en una temática, la del fútbol, conocida por todos y un buen anzuelo para acercar a los jóvenes a la lectura. Creo que las formas las he ido adquiriendo en las lecturas con mis hijos de cuentos para sus edades. Es una escritura diferente de la que apunta a los adultos, pero ha sido una gran experiencia tanto Cañito Vale Doble como Gol Entra. Respecto a la expresión, me siento diferente escribiendo un artículo para mayores que un cuento para pibes. A los pibes les escribe el pibe que tengo adentro y dejo encondido en cada página mediante alguna anécdota, algún nombre o alguna característica de un personaje. Viajo a mi niñez para hacerlo. Cuando escribo para adultos pienso en cómo llegarle a un amigo o a algún conocido, en cómo interesarlo, siempre con la premisa de acercar al protagonista para que el lector se identifique con algo de él. Sea ficción o realidad.