Por Joaquín Cirigliano y Agustín Kuc
Cesar R. Torres es un filósofo argentino, doctorado en Filosofía e Historia del Deporte por la Universidad del Estado de Pennsylvania que actualmente reside en Estados Unidos y se desempeña como profesor en la Universidad de Brockport (estado de Nueva York). Es experto en olimpismo y, tras unos Juegos Olímpicos atravesados por una pandemia, con las particularidades que esto conlleva, hay mucho de lo que hablar en cuanto a medios y comunicación. Con esta mirada abordó esos puntos en una entrevista con El Equipo.
-¿Qué se le ocurre que diría Pierre de Coubertin, el fundador de la modernidad olímpica, sobre el tratamiento periodístico y comunicacional que tienen ahora los Juegos?
-Coubertin fue periodista y advirtió la importancia de la comunicación masiva. Sobre los Juegos Olímpicos actuales quizá repetiría algo que dijo en 1936, poco antes de fallecer. Entonces manifestó que cuando definió el olimpismo moderno uno de sus aspectos, el desarrollo deportivo, fue malentendido. Según su visión, miles de periodistas habían usado sus talentos en el asunto, pero “sin la suficiente reflexión”. Una década antes se había quejado de que los periodistas deportivos no eran siempre ecuánimes, aunque reconocía que su trabajo era dificultoso.
-¿Existe una «filosofía olímpica»? Si es así, ¿cómo circula esa «filosofía» en la industria de la comunicación y en el periodismo?
-En la Carta Olímpica, el Comité Olímpico Internacional (COI) define al olimpismo como “una filosofía de vida” y explícita un conjunto de principios definitorios. El significado y el alcance del olimpismo es debatido por quienes estudian al Movimiento Olímpico. Sin embargo, puede afirmarse, como he propuesto, que es una visión secular, humanista, igualitaria y cosmopolita que enfatiza, a través de la práctica deportiva, “valores como el desarrollo humano holístico, la excelencia, la paz, la equidad, la igualdad, el respeto mutuo, la justicia y la no discriminación”. La industria de la comunicación tiende a sobresimplificar, minimizar o soslayar esta visión. En esto ha incidido la posición del COI, que desde hace un tiempo postula que “los tres valores del olimpismo son la excelencia, la amistad y el respeto”. Aunque centrales, el olimpismo excede esos valores.
-¿Qué es saber de olimpismo?
-Podría argumentarse que saber acerca del Movimiento Olímpico implica familiarizarse con su estructura y su funcionamiento, con su historia a nivel global, regional y nacional, con sus problemáticas actuales y con la complejidad del olimpismo como “filosofía de vida”. Asimismo, implica estar también familiarizado/a con los deportes, en un sentido amplio, que componen el programa olímpico.
-¿Por qué, en un mundo global en el que parece a veces diluirse la cuestión nacional, lo nacional pesa tanto o sigue pesando tanto en el olimpismo?
-Porque el estado nacional aún es la estructura política en que se sustenta el sistema internacional. El proyecto internacionalista olímpico no sería posible sin el estado nacional. De todos modos, como ha insistido el antropólogo cultural estadounidense John J. MacAloon, los Juegos Olímpicos articulan tres tipos de identidades: la individual, la nacional y la humana (o ecuménica). Una de las funciones de los Juegos Olímpicos, especialmente a través de su liturgia, es poner en escena y ofrecer experiencias de la compatibilidad de estas tres identidades, incluso ante los horrores que cuestionan esa compatibilidad.
-Como apasionado del deporte y como filósofo, ¿qué cuestiones del periodismo y de la comunicación le gustaron más de los Juegos?
-Destaco el énfasis que se ha puesto en cuestiones relacionadas con el bienestar de los y las deportistas y con diferentes aspectos de la justicia social. Consideremos los casos resonantes de las estadounidenses Simone Biles y Raven Saunders, su compatriota Race Imboden, la neozelandesa Laurel Hubbard y la argentina Delfina Pignatiello, entre muchos y muchas. En este sentido subrayo que, de acuerdo con la investigación de los colegas de FiveRingTV.com, la cadena televisiva estadounidense NBC le ha dedicado más tiempo a las deportistas que a los deportistas en Tokio 2020, una tendencia que comenzó en Londres 2012. Esa tendencia, que tiene correlación con el desempeño deportivo de las deportistas estadounidenses, abre la posibilidad de generar espacios dialógicos más diversos, inclusivos y plurales. Sería interesante conocer el tiempo dedicado a las deportistas nacionales en la cobertura periodística argentina de Tokio 2020.
-Y, desde las mismas ópticas, ¿qué cuestiones le gustaron menos?
-Por un lado, un aspecto que no es novedoso: el énfasis en lo nacional que corre a los márgenes las otras dos identidades que se articulan en los Juegos Olímpicos: la individual y la humana (o ecuménica). Por el otro, un aspecto más novedoso, la intromisión de “cámaras y mensajes exclusivos” provistos por deportistas directamente a quienes transmitían y comentaban la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos. Sin aportar substancia, esas incursiones desviaban la atención de la ceremonia, un aspecto vital de la liturgia de los Juegos Olímpicos. Todo eso puede verse como otra expresión de lo que el periodista argentino Walter Vargas denomina “periodismo depordivo”.
-¿Hacia dónde percibe que van el tratamiento periodístico y comunicacional del olimpismo?
-MacAloon ha indicado que el Movimiento Olímpico, y sus principios definitorios, está hace décadas en tensión e invadido por lo que denomina la “industria deportiva olímpica”, y sus intereses comerciales. Esa misma tensión e invasión se percibe en la manera en que la industria de la comunicación se relaciona con los Juegos Olímpicos. El desafío es imaginar estructuras, prácticas y lenguajes que subordinen los intereses comerciales de la industria deportiva olímpica a los principios definitorios del Movimiento Olímpico. Es decir, que la lógica olímpica prevalezca por sobre la lógica del entretenimiento, la banalidad y la publicidad.