Daniel Arcucci: «Diego fue mediático antes de la mediatización extrema»

Arcucci-Maradona

Por Gregorio Gajate y Franco Sommantico

No cualquiera pudo conocer a Diego Armando Maradona, mucho menos entrevistarlo y ni que hablar de pasar navidades con él. Daniel Arcucci inició sus estudios en 1982 en el Círculo de Periodistas Deportivos. En sus primeros años, trabajó en la revista El Gráfico, donde charló con el mítico capitán de la Seleccion Argentina en reiteradas ocasiones. Por ello y por más razones pudo publicar libros sobre y con el crack. Entre 1997 y 2018 fue secretario de redacción del diario La Nación y actualmente es columnista del programa F90, de ESPN, y trabaja en la FM 94.7. En las siguientes líneas, Daniel Arcucci, con una vida y quinientas entrevistas realizadas a Diego, cuenta cómo fue esa historia y piensa a Maradona dese el periodismo, desde el afecto y desde el asombro.

-¿Cómo comenzó su relación? 

-Con una entrevista. Una historia que yo he escrito y que llamo “Una Navidad con Maradona”. Pero, en realidad, no fue esa la primera vez que lo vi. Fue en la redacción de El Gráfico. Aquella vez, vino a dar una entrevista que le hicieron las máximas autoridades de la revista. Me acuerdo de que estábamos todos pendientes de la llegada de Diego. Todos nos sacamos una foto con él y tengo un recuerdo de ese momento, paradito al lado. Ni en ese momento ni después tuve esa fascinación por Diego que sí tenían mis compañeros. Era un personaje extraordinario, claro que sí, pero no me provocaba lo mismo que a ellos. Ahora, respondiendo esta pregunta, me doy cuenta de eso, y creo que fue clave para todo lo que vino después:

-¿Cuándo fue?

-Era 23 de diciembre a la noche. Estábamos en esa redacción. Yo apuraba el cierre de una nota con una vieja máquina de escribir y de repente se abre una puerta. Era la de la oficina del director, Ernesto Cherquis Bialo, quien dijo: “Arcucci, venga”. Con mi bolsito, andaba listo para irme a Puan, mi ciudad, a pasar la Navidad con mi familia. El colectivo salía esa misma noche. Entonces fui. No sé por qué, pero tenía la sensación de que me iban a despedir. No llevaba mucho tiempo en la revista. Había entrado en diciembre de 1983, tenía 21 años. Y cuando entré, Cherquis me dijo: “Arcucci, le vamos a pedir una nota que solo usted, y nadie más que usted, está en condiciones de realizar. Queremos que entreviste a Maradona en la Nochebuena. Que esté con él. Que nos cuente qué hace. A quién saluda. A quién recibe. Qué le regalan. Qué regala. Qué toma. Qué no toma”.

-¿Y qué pensaste?

-Lo primero que pensé no fue “¡Uy! Le voy a hacer una nota a Maradona”. Pensé “Uy, me estoy yendo a Puan”. Entonces, increíblemente, para un chico que recién empieza, no le dije “Sí, por supuesto”. Me di cuenta de que me habían pedido la nota porque ninguna de las grandes figuras de la revista estaba dispuesta a sacrificar su Nochebuena, que todavía creo que tenía muchísimo significado. Mucho más que hoy. Entonces dije: “Espere un segundo”. Salí, llamé a mis padres y ellos me dijeron: “Si vos querés, hacelo”. Entonces volví y le dije que sí a Cherquis.

-Y fuiste…

-A la mañana siguiente fui a Ezeiza, donde llegaba Maradona de Italia. Fui con un fotógrafo que también lamentaba perderse la Navidad con su familia. Cuando salió Diego, lo encaré. No había tantos periodistas. Él venía caminando abrazado a su papá, entonces me presenté:

-Diego, soy Daniel Arcucci, periodista de El Gráfico. Tengo que hacerte una nota.
-Bueno, dale, dale. Preguntá. Preguntá. 

-No, no. Tengo que pasar una Nochebuena con vos, hoy a la noche”.
-Pero, ¿están locos ustedes? ¿qué les pasa?

-Sí, Diego, me acomodo en un costadito junto al fotógrafo.
-¿Encima con un fotógrafo? No, no. 

-Pero, Diego, por favor. No te voy a molestar. 

-Bueno, llamame por teléfono.

Fue todo el día de llamar y llamar, hasta que finalmente se hicieron las diez de la noche y me atendió Claudia. Una mujer super sensible. Le expliqué mi situación y me dijo que esperara unos minutos. Después, le pasó el teléfono a Diego: «Mirá, yo sé que me estás pegando un golpe bajo. Eso no se hace por Maradona ni por nadie (frase que escucharía mucho tiempo después), y ni se te ocurra venir ahora. Pero podés venir mañana (que era 25 de diciembre), a las 11 de la mañana, que te voy a dar la nota más importante de tu vida”. Y así fue. Al día siguiente le hice la nota. Estuve todo el día en la casa. ¿Fue la nota más importante de mi vida? Sí. Pero es de las peores que le hice a Diego. La nota es malísima. Se enojó mucho Cherquis porque no era la nota que él quería, pero bueno. En fin, fue la primera.

-¿Cómo fue contar a Diego durante más de 30 años?

-Contar a Diego durante treinta y cuatro años y once meses fue un ejercicio constante de responsabilidad. Primero, sí, la certeza de que fue un privilegio, pero después un ejercicio constante de equilibrio donde tenías que ver bien delimitada y señalizada una delgada línea roja que separaba lo personal de lo privado. Discernir qué era público y qué no era público. Noticia o no noticia. Discernir qué cosas conseguía por esa confianza que recibía del personaje y qué no. Siempre bajo el paraguas del privilegio, por momentos era un tremendo orgullo y por momentos una tremenda presión. Así como digo que ha marcado mi carrera profesional, también marcó mi vida para siempre. Yo me he enfermado por Maradona. Me he enfermado por la vanidad y la pretensión de tener la noticia. Hay una cosa que yo agradezco, aparte del infinito privilegio de haber sido el cronista de Maradona y es que esta historia se dio en el momento en que se dio. En el momento de los medios en el que tuve que expresar como periodista. En esta era de la inmediatez, hubiera sido imposible. Para él, para Maradona, habría sido fatal. También para mí porque Diego era noticia todos los días en momentos en que no se era noticia todos los días; Diego fue mediático antes de la mediatización extrema que es la que vivimos hoy. Era un ejercicio, me ayudaba que estuviera en el Nápoli. A partir de allí, todo ese subibaja que fue la historia, la carrera y la vida de Maradona. Yo me he enfermado por Maradona, y he vivido una de las mejores vidas que se pueden vivir por Maradona. No siempre lo defendí. Jamás lo juzgué, porque aparte siento que con Diego o con cualquiera, el periodista no está para juzgar sino para contar. Lo que siempre traté fue de entenderlo, por qué hacía las cosas. Las buenas y las malas, qué había detrás de eso. Trataba de entender para tratar de explicar. Eso es cómo contar a Maradona.

-¿Cómo fue seguirlo a todos lados?

-Con Maradona recorrí el mundo. Lo conocí en Villa Devoto pero después estuve con él en Nápoles. También en China, en Corea del Sur y en Sevilla. Viví muchos de sus regresos, de esos que son increíbles, multitudinarios. Y también esto de seguirlo a todos lados era como conocer el mundo con él, pero también conocer su mundo. Seguirlo a todos lados fue vivir situaciones inesperadas. Lo seguí a China y allí fui un día con él a la Ciudad Prohibida (un complejo palaciego situado en Pekín) porque se le ocurrió ir. Bajamos solos en Pekín, sin custodia, sin nada. Todos los chinos estaban alrededor de él, entonces le dije: “Diego, si te conocen acá, te conocen en todo el mundo”.

-¿Y los mundiales? 

-Fui a México 86 con él, como cronista de El Gráfico. Éramos veintitrés enviados especiales y estoy seguro de que fui el número veintitrés. Por eso no me tocó estar primero en la cobertura de Argentina. Eso me dio un enorme privilegio y por eso pude hacer buenas notas como a Michel Platini. Siempre recuerdo el día que llegó a la concentración en las instalaciones del América. Diego venía caminando hacia el grupo de periodistas y de golpe me dijo: “¿Qué haces acá, Arcucci?”. “Vine porque me fue bien y me dejaron venir”, le contesté. “Ah no, pero vos no estuviste hasta acá”, comentó, y de golpe giró y empezó a irse. Entonces los periodistas se enojaron porque creían que lo había hecho enojar. Y de golpe volvió a girar y dijo: “Naaa Arcucci, quedate tranquilo, a nosotros no nos para nadie. Qué cábala ni cábala. Eso sí, ¿cómo va a ser un placer reportear a Platini?”. Hacía una semana, en El Gráfico, habia salido mi nota que decía “es un placer reportar a Platini” (lo había sido) y él me dijo: “No puede ser que haya sido un placer reportar a ese pecho frío”. Pero esto me lo planteó siempre Diego hasta el último día: que hubiera hecho esa nota y haberle puesto eso.

-¿Y lo que no estaba en ningún cálculo?

-Después me tocó viajar con él muchas veces, algunas de manera imprevista. Cuando estaba en Boca, fuimos al Sindicato de Empleados de Comercio. Había un lío entre Maradona, Macri y los premios. Él me dijo que me subiera a la camioneta mientras respondía algunas preguntas a mis colegas y amigos. Me subí y en lugar de agarrar la calle para la derecha, que era donde teníamos que ir, agarró para la izquierda. Yo no sabía de qué se trataba. Terminamos en Ezeiza. A los diez minutos,estábamos en un avión listos para volar a Punta del Este. Yo había ido a hablar con él por los premios, para ver si se resolvía ese tema, y terminamos en Punta del Este. Otra vez fue cuando traté de definir, de indagar, cómo se haría su pase a Sevilla. Viajamos -supuestamente- por una semana, y nos quedamos un mes. Ahí anduve por Sevilla, Marsella, Zurich y Barcelona. Eso era andar por el mundo siguiendo a Maradona.

-¿Cómo fue hacer libros con él?

-Lo de los libros es algo que yo quiero mucho en esta historia porque hablan de la confianza que me tenía. El primero, Yo soy el Diego de la gente, arrancó sin mí, yo no tenía nada que ver hasta que en un momento me llamaron y me dijeron que Diego quería que yo estuviera en ese proyecto en el que ya estaba designado Cherquis Bialo. Yo sabía por qué me llamaba Diego: no quería responder, no quería ponerse a escuchar preguntas y contar. Él quería que yo lo ayudara en esa memoria. Y, bueno, ese fue mi trabajo. A mí las charlas iniciales que tuvo con Cherquis, en las que también habló Guillermo Coppola, me sirvieron como columna vertebral. Yo me decía, si esto de tal tema es lo primero que respondió, aunque haya sido poco y lo primero que se le vino a la mente, por algo es. Esto fue en el 2000, Diego ya había tenido su primera gran crisis de salud, pero todavía estaba intacto para recordar. Es cierto que era una mirada corta pero al mismo tiempo profunda. A partir de ahí, empecé a abrir hacia los costados. La reconstrucción de la vida de Maradona en primera persona. Me lo propuse desde el primer día: este no es un libro para leer. Quería que la gente, en vez de ponerse el libro delante de los ojos, se pusiera el libro en la oreja para escuchar a Maradona. Tenía que ser la voz de Maradona, el idioma de Maradona, los giros de Maradona. Fue un trabajo de varios meses encerrado en mi casa. Me costó salud también y, bueno, llegar a ese libro que tuvo esa coronación de la presentación ante mil personas en el Hotel Hilton. Cherquis y yo debíamos ser ghost writers, pero Diego quiso que estuvieran nuestros nombres.

-¿Qué cambió en el libro siguiente?

-Con el segundo fue todavía más impactante. Así ganamos la copa lo escribimos cuando se cumplieron los 30 años de México 86, ahí sí después de muchos años de relación.  Recuerdo que a mediados de 2015 empezaron a llamarme de la editorial. Yo no respondía el llamado porque pensaba que era por otro libro que no quería hacer, que no estaba capacitado para hacer, hasta que me dijeron: “Mirá, es por Maradona”. Ya estaba acordado, pero Diego dijo “hasta que no firmen con Dani, que tiene que ser quien escriba el libro, yo no firmo”. Y así fue. Treinta años después de haberlo conocido, siempre digo que para mí fue como haber recibido un premio, un premio a la confianza, a la lealtad, pero sobre todo a la confianza. Les dije “por supuesto que sí”. Ese libro lo hacía por un dólar o por un millón de dólares. Estuvo más cerca del dólar que del millón. Quiso el destino que Diego, en la navidad del 2015, viniera a la Argentina. Él estaba viviendo en Dubai, y el libro se iba a hacer allá, iba a ir a charlar con él a Dubai. Curiosamente, yo estaba solo esa navidad. Fue Diego quien me invitó a pasar la Nochebuena con él, en su casa. Lo que yo no había podido hacer treinta años antes, ahora sí y con su invitación. Estaba su familia más íntima, la familia del Negro Enrique y después llegaron más personas. Recuerdo, y esto tiene que ver con el libro, que eran como las dos de la mañana. Diego había tomado, había invitado a un grupo en vivo a tocar, Los del Fuego, y en un momento agarró el micrófono, se paró frente a la familia, como si estuviera frente a un estadio lleno, saludó y dijo una frase mágica: “Les habla Diego Armando Maradona, el hombre que le convirtió dos goles a los ingleses y uno de los pocos argentinos que sabe cuánto pesa una copa del mundo”. Cuando volvió a sentarse, me acerqué y le dije: “Diego, listo, tenemos el arranque del libro”. “¿Qué cosa?”, respondió. “Eso que dijiste cuando saludaste, cuando empezaste a hablar”. A los dos días me fui a Dubai. Yo renuncié a mi trabajo. Por primera vez en treinta y dos años dejé de trabajar en relación de dependencia. Por otras cosas, pero también un poco por esto. Porque sentía que al libro tenía que dedicarle muchísimo tiempo. Y me fui a Dubai. Los primeros cuatro o cinco días no pudimos hacer nada, no pude hacer nada, porque Diego no tenía ganas. Yo pensaba: “¿Qué estoy haciendo acá?”. Estaba en Dubai, viviendo en la casa de Maradona, hasta que al cuarto día me dijo: “Dale, si viniste a trabajar, vamos a trabajar”. Nos sentamos frente a un televisor, la casa de Maradona tenía cuatro livings. Tomé uno, puse un pendrive y vimos otra vez los siete partidos, que eran la estructura básica del libro. Adelante y atrás había otras cosas hasta completar diez capítulos. Yo no sé si el libro es bueno o es malo, pero yo lo siento como un premio a la confianza. Él, con su enorme generosidad, jamás dijo que era solo suyo. Otra vez yo debía ser ghost writer, y él me hizo writer, no ghost. Todo el tiempo decía “El libro que hicimos con Dani”.

-Escribiste uno más.

-Después hice uno mío: Yo soy el Diego”. Fueron cincuenta relatos de la vida de Maradona, y no reusltó un éxito ni nada que se le parezca, pero sí recuerdo que me costó mucho escribirlo. La tarea más ciclópea que me puedan encomendar, y que seguramente vayan a hacerlo es escribir la biografía definitiva de Maradona. El problema es este: ¿Que Maradona?, ¿Cuál Maradona?, ¿Todos los Maradonas? Bueno, haremos una enciclopedia. 

-¿Cómo percibías la reación del mundo mientras lo seguías?

-Era impresionante ver cómo se alteraba todo, cómo se alteraba el mundo. Repito la historia de China porque me pareció fascinante. La Ciudad Prohibida generalmente estaba en silencio. Hasta que de golpe llegaba él y todo se desbordaba. Yo digo que esa era una de las cosas intransferibles de Maradona. Era imposible que no se generara desorden. Pero no porque él quisiera, sino porque generaba eso. Uno podría ir siempre a Zurich para ver la entrega del Balón de Oro, alfombras rojas, cada uno respetando su lugar. Algunos autógrafos. Pero si iba Maradona volaban las sillas por los aires. Esto lo provocaba sólo él, pero sin quererlo.

-¿Hay algún momento especial que recordás en medio de todo ese vértigo?

-Hay una imagen hermosa que es Diego llegando a algún lugar de la India tomada desde arriba y, alrededor, una marea de gente. Es como si viniera caminando por el medio del mar y la marea se fuera abriendo muy de a poquito a medida que él pasaba. El único lugar, la única vez que vi que Diego pudo estar tranquilo, fue en un pequeño pueblo de Suiza, en 1990, antes del Mundial. Yo estaba en el lobby del hotel escribiendo una nota y bajó Maradona solo del ascensor y me dijo que lo acompañara a caminar un rato. Caminamos una hora los dos solos y no lo molestaron. No se acercó gente. Algunos lo miraban de lejos pero hasta ahí. Creo que firmó un solo autógrafo. Imaginate que era 1990; veníamos de un caos en Nápoles, de querer irse de esa ciudad sofocante para él. Volvimos al hotel. Él se fue otra vez a su habitación y yo le dije que ese era un lugar para vivir, pero él me respondió esto: “A los dos días me suicido”. Creo que eso es lo que provocaba en el mundo y, cuando no lo provocaba, sentía que algo fallaba. Que no lo querían o algo así. 

-¿Viste cambios en la industria de la comunicación por Maradona?

-Sí. Claro que sí. Están reflejados en su historia. Hay muy poquitas fotos de Diego de chico. Hoy, un jugador del Barcelona llega a Primera y vemos el compilado desde que entró a La Masía hasta el día en que debutó en la máxima categoría. Con Diego hay que buscar algún recorte, uno que dice Diego “Caradona”(El 28 de septiembre de 1971, cuando daba sus primeros pasos en las Infantiles del Bicho, Clarín destacó su destreza con la pelota y, por un error de tipeo, lo llamó “Caradona”). O en la gran nota de El Gráfico de los Cebollitas del año 73, que decía que nació en Corrientes. ¿Entonces dónde están las imágenes? Las imágenes están en revistas y en diarios. Hay muy pocas, pero las hay. De la famosa visita al programa de Pipo Mancera hay solo una foto. Para que se den una idea, él fuerza su pase de Argentinos a Boca, cuando estaba casi todo hecho con River y lo anunció dándole una nota al diario Crónica y no por televisión. Suelo decir que Diego sobrevivió como pudo pero no creo que hubiera sobrevivido a las redes sociales. Un momento donde todo es noticia. Todo es inmediatez y lo estamos viviendo ahora, con Diego sin poder descansar en paz. Insisto: Diego fue mediático antes de la mediatización. Era mágico. Era cautivante. Sigue siendo cautivante. Eso de verlo calentando con la música de Live is Life y hablando e inventado frases. Fue el más grande inventor de frases del deporte, sin ninguna duda.

-¿Por qué crees que Diego te eligió para que seas su comunicador?

-Me gusta pensar -y lo he ido profundizando en estos días, en estas horas- que Diego me eligió porque lo respeté aquel primer día. Que Diego, consciente o inconscientemente, registró que él me dijo “no vengas hoy” y yo no fui esa Nochebuena. Sí me dijo, obviamente, “vení mañana” y fui a la mañana siguiente. Diego me eligió por ese primer encuentro. Yo creo que me eligió porque respeté sus espacios, porque fui paciente, porque nunca me creí ni me creo el dueño de Maradona. Yo no soy el que más conoce a Maradona, yo no soy el más nada, puedo ser el más algo, porque eso es objetivo, y es que, de todos los periodistas que han estado alrededor de la vida de Maradona, desde el 73 hasta el 2020, fui el que más tiempo estuvo, con más continuidad. Encima, en esa continuidad, viví una etapa maravillosa, la que lo convirtió en mito, México 86 e Italia 90. También en las historias más duras. Tengo el original de Yo soy el Diego de la gente dedicado por él. Me dedicó el original, las pruebas de galera, y la dedicatoria dice: “A Dani con mucho afecto, porque siempre está, en las buenas y en las malas” Como dije al principio, yo siempre traté de entenderlo, jamás de juzgarlo. Nunca dije “todo lo que hace Maradona está bien”. Pero cuando sentía que había algo que estaba mal, y hubieron muchísimas cosas que estuvieron mal, trataba de entender por qué había pasado y trataba de explicarlo, que no es lo mismo que justificarlo.

-Toda una historia.

-Yo creo que me eligió por eso: porque lo contaba. Hace muy poco tiempo, y mucho tiempo de que lo conocí, él me invitó a su programa, el que hacía con Victor Hugo Morales durante el Mundial de Rusia, y Victor Hugo, ceremonioso como es, dijo en la presentación: “Diego, esta vez viene un invitado especial suyo, preséntelo usted”. Y Diego dijo algo que no habla nada bien de mí como periodista, pero habla mejor de otros aspectos, y tal vez explique o responda esta pregunta de por qué me eligió. Dijo: “Dani fue el periodista que más me cuidó. Tal vez él me hacía una pregunta y yo respondía algo muy escandaloso, y Dani me decía, ‘¿Diego, te parece?, ¿te parece que es necesario decir esto?’” Creo que me eligió por eso y porque yo elegí contarlo. Y él se dio cuenta toda la vida de eso, que yo lo que quería era contar a Maradona.