Por Julieta Grillo y Sebastián Martín
El 25 de mayo de 1938 se decidió en el Congreso de la Nación conmemorar el Día del Periodista en homenaje al primer diario que apareció en Argentina, el 7 de junio de 1810: “La Gazeta de Buenos Ayres”,
el que inauguró la libertad de prensa en la América meridional.
Psicólogo y escritor, Héctor Becerra, docente en Tea y Deportea en la materia Ética y Deontología Profesional, o sea que trabaja en la formación de nuevos profesionales en una dimensión clave. Desde allí, en esta entrevista con El Equipo analiza los criterios periodísticos, la credibilidad, los derechos, la censura y todo lo que abarca esta profesión.
-En el pasado daba la sensación que la palabra del periodista era palabra santa, que tenía más credibilidad y respeto por parte del público. ¿Sigue siendo así? Y con respecto a la televisión, ¿cre{es que perdió la autoridad que tenía antes?
-Cómo no va a ser palabra santa la palabra del periodista si Mariano Moreno prócer de nuestra patria era abogado y periodista y fundó La Gaceta de Buenos Aires el 7 de junio de 1810, fecha que se instituye como Día del periodista. Luego tuvimos tres presidentes-periodistas: Bartolomé Mitre (1862-1868), Domingo Faustino Sarmiento (1868-1874) y Nicolás Avellaneda (1874-1889). Mitre, que tuvo la intuición de la fuerza que tiene la palabra escrita, al terminar su presidencia, fundó el diario La Nación.
Nuestro país creció al amparo de grandes debates ideológicos y políticos que se llevaban a cabo no sólo en el ámbito de la legislatura; sino también en las redacciones de los diarios y en las mesas de café donde se leían y comentaban las noticias y eso lamentablemente está muy poco desarrollado por nuestros profesores de historia. No es casual, entonces, que creciéramos en hogares donde siempre había un diario que un canillita había acercado a la mañana bien temprano, esperando la lectura de nuestros abuelos y/o padres. La televisión en nuestro país aparece a mediados del siglo pasado y fue muy impactante la posibilidad de recibir imágenes y sonidos a través una
caja. Fue un cambio muy grande pasar de la lectura de los medios gráficos a la posibilidad de ver y escuchar a alguien que nos contaba las noticias. Esa descontractura permitió que la televisión también fuera usada como instrumento de entretenimiento y creo que allí empezó aquello de la caja boba que ha dado lugar a tantas investigaciones y textos de los cuales recuerdo, por ejemplo, Sobre la televisión de Pierre Bourdieu.
-¿Qué opinás de las nuevas tendencias en el ejercicio del periodismo y las nuevas formas de comunicar a través de las redes sociales?
-Me parece importante que el periodista incorpore las redes sociales digitales para difundir información.
Lo que creo problemático es que se confunda la información que circula por los medios de comunicación masiva y la comunicación que circula por las redes sociales. Recordemos que facebook, google, instagram no han sido creados como medios de información y por eso no tienen un editor responsable, no exigen deberes y derechos en la manera de comunicar. De la misma forma que la gente ha encontrado en las redes sociales una forma de comunicar, cosa que los massmedia no habían permitido durante muchos años, también nos empezamos a encontrar con una deformación de la información porque la gente se topa con noticias que no se sabe quién la produjo, ni en qué fuentes se basan. Es información que no se chequea correctamente y que está produciendo mucho daño.
-Hoy vivimos en una constante ola de información o algo a lo que llamamos «información», vivimos en la era de la inmediatez. ¿Eso atenta contra la veracidad del relato del periodista?
-El periodismo es una profesión eminentemente pragmática que se desarrolla en tiempos acotados. De allí que se considera que mientras antes llegue la noticia al público mejor será. La noticia es el relato de un acontecimiento que está en la realidad, en el espacio de lo público. Por eso todos los ciudadanos tenemos derecho a saber. La tarea del periodista es informar. Informar significa darle forma a lo que observamos y entendemos acerca de lo sucedido. Cuanto antes le demos forma al acontecimiento mejor, ya que estamos devolviéndole al público un saber que en rigor le pertenece. De allí surge la noción de “primicia”. ¿Saben que la palabra ya aparece en la Biblia, en el libro del Éxodo? La primicia son los primeros frutos de la tierra. Ese significado, ese valor, parece desplazarse a lo que significa recibir una noticia publicada antes que nadie. El problema es que no siempre la información más rápida es la mejor información. La exigencia de inmediatez indudablemente atenta contra la calidad de la información. La elaboración de la información necesita tiempo. Entiendo que, como respuesta a este problema, el periodismo trabaja en dos facetas: la información propiamente dicha y la nota de opinión, en la que a la información el periodista agrega su interpretación, su punto de vista o el de autores a los que consulta.
-¿Interpretás que ante la necesidad de tener la primicia muchas veces se cometen faltas éticas o delitos?
-Me parece que habría que caracterizar un poco los dos conceptos. La falta de ética viene de la mano de la época en que ética era sinónimo de moral. La filosofía moderna nos permite caracterizar y diferenciar ética de moral. Por eso no existen faltas a la ética, existen faltas a las normas. La ética es un espacio de reflexión que nos permite pensar en eso que debíamos haber hecho y no hicimos. La ética no sanciona, sino que permite explicar, fundamentar y entender. Hablábamos del apuro que existe en el periodismo por publicar la primicia.
Eso puede llevar a que el periodista se equivoque en los datos que ha volcado en la nota. La autocrítica y el derecho a la rectificación son dos instrumentos con los que cuenta el periodista ante una falta que fue cometida de manera involuntaria en el afán de brindar rápidamente la información al público. Por eso existe la posibilidad de subsanar la falta a través de un ejercicio reflexivo –acá podríamos decir ético- de lo que hicimos y lo que no pudimos hacer. Luego, existe un derecho que ampara al periodista en el reconocimiento del error y en la aspiración de corregirlo.
-¿Cómo es eso?
-Desde la ética periodística se puede decir que esa falta a la norma que exige que el periodista sea veraz fue cometida en aras de brindar la información lo más rápido que se podía y que la falta encuentra un atenuante en el reconocimiento y en la disculpa que se realiza públicamente ante el lector. La conocida Fe de erratas.
Recordemos que el derecho a la rectificación exige tres condiciones que son: 1) que sea rápida, 2) que tenga el mismo espacio que tuvo la nota que generó la rectificación y 3) que sea un sincero pedido de disculpa. Como se puede evalua,r todo lo sucedido queda dentro del ejercicio periodístico. Ahora, cuando las faltas son graves y no pueden ser reguladas dentro del ámbito periodístico, tendremos que hablar de delitos.
Éstos suponen una infracción del derecho penal. El delito está penado por la Ley y por eso acá toma participación la Justicia. En este punto, el ámbito de lo estrictamente periodístico queda sobrepasado.
-¿Suponés que en la actualidad hay más o menos censura que en épocas anteriores?
-Un concepto complejo el de censura. A nadie le quedan dudas de que cuando los soldados del régimen nazi quemaban los libros de Sigmund Freud estaban produciendo una censura.
Esto resulta muy dramático y por lo tanto es muy evidente. Ahora cuando, como sostiene Esteban Rodríguez en una nota digna de recuerdo publicada en el diario Perfil en 2011, el periodismo independiente despoja a los individuos de sus derechos también está practicando la censura previa.
Priva de voz cuando estigmatiza o desautoriza la palabra de los actores desaventajados. Parece muy fuerte sostener que los medios grandes en la Argentina practiquen sistemáticamente la censura previa, pero lo cierto es que a pesar de lo que enuncia el artículo 14 de la Constitución Nacional acerca de que toda persona pueda publicar sus ideas por la prensa sin censura previa, los únicos que lo han podido materializar han sido los empresarios periodísticos y los periodistas profesionales. El único espacio que han tenido los “actores desaventajados”, como los denomina Esteban Rodríguez, para dar a conocer sus ideas es el diminuto espacio del correo de lectores y eso claramente no ha resultado suficiente. Dejemos consignado que la denominada Nueva Ley de Medios pretendía subsanar este grave problema apuntalando la democratización de la información.
-Muchas corporaciones comunicacionales hoy velan más por sus intereses económicos que por los periodísticos, lo que en repetidas ocasiones perjudica al periodista. ¿Qué pasaría si los y las periodistas dejaran de ampararse en la cláusula de conciencia por el miedo a perder su trabajo?
-Los medios velan por sus intereses económicos porque son empresas o son parte de corporaciones que tienen como objetivo ganar dinero informando. Esto está amparado por la ley a través de un derecho muy específico que se denomina libertad de prensa. El problema es que existe una cantidad de información tan exorbitante que no alcanzamos a escucharla, no la podemos entender y mucho menos memorizarla. Byung-Chul Han sostiene en
NO-COSAS que “el tsunami de información arrastra al sistema cognitivo en su agitación”. A mí me hace pensar en los medios como un grifo abierto mientras el público intenta recoger el agua en las palmas de las manos. Si las empresas periodísticas hubieran podido reemplazar a los periodistas como hicieron en su momento con los correctores de estilo, supongo que ya lo habrían hecho. Me parece que esta pregunta apunta a la dependencia que tiene el periodista como trabajador asalariado respecto de su empleador; pero, también existe una dependencia de los ceos y los editores respecto de los periodistas.
-¿Por qué?
-Porque la información necesita ser narrada para no ser un chorro de agua que se nos escapa de las manos. Los periodistas están entrenados para contar las noticias. Contar las noticias es la posibilidad de respetar la interlocución, de entender que del otro lado del mostrador hay un lector, un oyente, un televidente que piensa, que siente, que se va a emocionar con la narración. Eso todavía no lo han aprendido a hacer las máquinas. Es cierto que el periodista ya cuenta con un derecho bien específico como es la cláusula de conciencia, pero los derechos son como los músculos: si no los usamos se atrofian.
-¿Se puede decir entonces que además de curioso, el periodista debe ser valiente?
-Valiente fue Rodolfo Walsh que sabía que los militares lo estaban buscando para detenerlo y la detención
significaba la posibilidad muy cierta de ser torturado para que aportara toda la información que tenía sobre el movimiento revolucionario al que pertenecía. Sin embargo, en el momento que fue abatido por los militares trataba de informar a la población a través de su Carta abierta de un escritor a la Junta Militar.
No sé si un periodista debe ser valiente, pero sí debe saber que la práctica periodística es sumamente conflictiva porque estamos constantemente tironeados por la demanda del editor que solicita la primicia, la rapidez, la perfección; por las fuentes informativas que son los ojos y los oídos del periodista, por lo que debemos preservarlas con el secreto profesional; y por el público, que además de leernos exige respeto y consideración por su intimidad, por su privacidad y por su honra a la hora de ser objeto de la información.
-Eco de viejas redacciones: “Para ser un buen periodista, primero hay que ser buena persona”. ¿Coincidís? ¿Por qué?
-Me siento más preparado para definir a un buen periodista que a una buena persona. Un buen periodista es el que se preocupa por sus fuentes informativas y las protege con el secreto profesional.
Hemos leído de periodistas que han sido amenazados, incluso, encarcelados, para que revelaran sus fuentes informativas y no lo han hecho. Tal vez eso signifique ser valiente. No revelar las fuentes no sólo es un cuidado que tiene el periodista con la/s persona/s; sino también con el público, ya que esos datos aportan a la calidad de la información. El beneficiario último del secreto profesional es el público receptor de la información. Ser buen periodista es ser cuidadoso con las personas sobre las que debemos informar. Por eso los códigos deontológicos y los manuales de estilo son tan cuidadosos respecto de cuidar la intimidad y la privacidad, respetar la honra, no prejuzgar y un largo etcétera. Ser un buen periodista es saber que, si bien tenemos una obligación contractual con el medio, nuestra primera obligación es con público a quién le debemos decir la verdad lo más objetivamente posible. La remuneración viene de la empresa, pero la credibilidad viene del público. ¡Qué difícil le resulta al periodista tener que estar en la misa y en la procesión!
-¿Qué elementos de este escenario pueden ser trasladados al ejercicio del periodismo autogestivo?
-Las dificultades para hacer periodismo autogestivo son múltiples pero entiendo que ese periodismo es como una vacuna que te inmuniza. Los que han hecho periodismo autogestivo han tenido que realizar muchas y diferentes tareas y eso foguea de una forma increíble. Recuerdo que hace muchos años quise hacer radio y surgió la posibilidad en Ingeniero Maschwitz, zona norte de la provincia de Buenos Aires, en FM Savio.
Me pareció maravillosa la idea de hacerlo en una radio donde sabía que podía aprender tranquilo porque ningún colega -aclaro que soy psicólogo- me iba a escuchar. En el programa era productor y asistente del conductor. Un día me para un colega para felicitarme porque le había gustado mucho el programa. ¡Qué sorpresa! ¿Cómo había hecho para escucharme? Resulta que este programa salía al aire en una época donde la gente de capital empezaba a querer alejarse de la ciudad en busca de aire y sol para mejorar su calidad de vida y, claro, Maschwitz se convirtió en un lugar privilegiado de quintas y countries. Los alcances de la comunicación periodística son insondables y la autogestión nos enseña todo lo necesario para tratar de salir al aire como se puede.
-¿La vida útil del periodista depende de la credibilidad de su palabra o del espacio que tenga para expresarse?
-La credibilidad es una costosa inversión que al periodismo le llevó muchos años consolidar. Frente a la dificultad que tiene el público para corroborar por sí lo que es verdadero o falso surge el periodista como alguien que logra la credibilidad de la opinión pública para relatar esa verdad. Pero para entender que esa credibilidad mide muy alto basta con mencionar que la sociedad le ha permitido al periodista expresarse en modo indicativo que es el modo gramatical, la forma usual, para hablar de hechos reales cuando en realidad está hablando o escribiendo de hechos que pueden no ser ciertos. La posibilidad de poder expresarse es prioritaria por eso resulta tan importante la posibilidad de reflotar nuestra Nueva Ley de Medios que está pensada en base a un derecho novedoso que es el derecho a la información y que permitiría una verdadera democratización de la información.