“El Cholo de Mar del Plata”, atento a lo que suceda

Por Vito Amalfitano

“Estaremos atentos a lo que suceda…”. Mucho más que un latiguillo. En él, casi como un juramento hipocrático. Una declaración de fe a su oficio. Un compromiso que en Vicente Luis Ciano, “El Cholo”, nunca fue declamativo. Realmente como un periodista de raza no había nadie en Mar del Plata que estuviera tanto “atento a lo que suceda” como él. El hombre detrás del hecho, de la noticia.

“Estaremos atentos a lo que suceda…”, dijo siempre El Cholo en la tele o en la radio, en el estudio o en un móvil. Y siempre fue tan así que el mismo Ciano que conducía un programa al mediodía en la radio y estaba como columnista en uno de la tele a la mañana se aparecía a la noche en un teatro, en un acto de la CGT o en una reunión del Consejo Directivo de la Liga Marplatense de Fútbol con grabadorcito de casette en mano, “atento a lo que suceda”.
Tanto fue así que ahí estuvo su vida. Y en cada rincón de Mar del Plata. Por eso se transformó en “El Cholo de Mar del Plata”. Porque él, como una aparición omnipresente, estaba en todas partes. Pero no justamente como un “personaje”, o protagonista, todo lo contrario, desde el papel más humilde del periodista, aun habiendo sido la cara más conocida de la tele por décadas.

Aun cuando ya no se usa el grabador convencional de periodista, él lo siguió utilizando hasta sus últimos días. Por eso no nos asombró, por ejemplo, verlo solo hace un par de meses, con sus 88 años, en un recital de un marplatense, italo-argentino, Diego Moreno, en el teatro Colón, parado al fondo y esperando con su grabador a que terminara el concierto para hacerle una nota.

“Siéntese, Cholo”, le decíamos en la sala Piazzolla del Auditorium. No había caso. Se quedaba parado esperando. Como lo hizo tantos años en la antesala de los vestuarios de fútbol o en el lobby de cualquier hotel mientras aguardaba por un funcionario o un político para la entrevista en cuestión.

Nunca se le cayeron los anillos por ir hacia el hecho, hacia el suceso, pese a ser el conductor más reconocido para quedarse en el estudio y esperar las notas de los demás. Nunca tuvo horario, y eso lo sufrieron su amada Isabel y su hijo Ariel, abogado y varias veces concejal en la ciudad. Quince años atrás literalmente volvió de la muerte, después de estar tres meses conectado en estado de gravedad. Su hijo Ariel solo pidió que pudiera conocer a su nieto, que estaba a meses de nacer. Milagrosamente, y por el trabajo de los médicos, un día “El Cholo” despertó y no solo conoció sino que disfrutó a sus dos nietos de 15 y 11 años. Y volvió a ser el de siempre, grabador en mano.
Fue a un solo Mundial de fútbol de mayores, pero fue la cara de los Mundiales en Mar del Plata. Porque cuando solo existían dos canales de aire, y el 8 transmitía todos los partidos de cada Copa del Mundo, él era el presentador en estudios de cada transmisión.

Eso también fue vocación de servicio. A varios no viajó por esa “obligación” de quedarse a presentar. Sí se dio el gusto de estar en el Mundial Juvenil 1979, donde Diego Maradona “lo adoptó” entre sus amigos periodistas.

Vicente Luis Ciano nació en Tandil, el 28 de diciembre de 1936. Pero a los 4 años se radicó en Mar del Plata y fue un emblema de la ciudad como los alfajores, los lobos, el Casino, Nora Vega o Guillermo Vilas. Sin exagerar. Porque no había una persona en la ciudad que no conociera al Cholo. Pero no solo por verlo en la tele, sino por encontrárselo en todas partes, en la calle, en cada reunión social, en cada acontecimiento. Siempre con una sonrisa, siempre con el saludo de todos.

Justamente por no haber podido ir a la mayoría de los Mundiales su hijo Ariel lo llevó de sorpresa a un par de partidos de la Selección en el Mundial de Brasil. Y allí, en Río de Janeiro, fuimos testigos del “Hola, Chooolo”, del “Chau, Chooolo”, de argentinos, marplatenses en su mayoría, que pasaban a su lado por la avenida Atlántica de Copacabana.

Desde la infancia trabajó como lustrabotas en la esquina de Juan B. Justo y Tucumán. También fue canillita, peón de albañil, empleado de una escribanía, y fabricaba costureros con caracoles que vendía como souvenirs. Durante muchos años fue gerente de un reconocido banco cooperativo, desde donde -cuentan- ayudó a mucha gente.

Pero temprano surgió también su vocación por la comunicación. Con un megáfono animaba los bailes del Club Florida, hasta que en 1961 comenzó su carrera periodística en Canal 8 de la mano de Leftalá Abraham, Pivot, un pionero en programas deportivos. Cuando el querido Mario Trucco -el otro gran maestro de periodistas en Mar del Plata junto con Juan Carlos Morales- se fue a Buenos Aires para su dilatada carrera, El Cholo pasó a ser la imagen del deporte en Canal 8 y muy pronto el conductor del noticiero central, Teleocho Informa. Durante 37 años fue, entonces, la cara de la tele en la ciudad.

Lo despidieron del canal en 1998 pero continuó su carrera en La Capital Cable y en LU6 Radio Atlántica, hasta que en 2009 regresó a Canal 8 para conducir el programa semanal “Tema Central”. En el propio Canal 8, en los últimos años, fue columnista del programa de la mañana “Mardel Directo”.

En la radio participó de los programas “Radio Deportes” y “Ovación”, junto a grandes colegas como el mencionado Juan Carlos Morales, Jorge Rocco, Luis Carlos Secuelo, Walter Saavedra, Julio César Calvo, Alfredo Márquez, Julio Macías, hasta algún tiempo con la locución del mismísimo Fernando Bravo. Más acá en el tiempo participó junto a nosotros del programa y de las transmisiones de fútbol de El Clásico. También escribió en el recordado suplemento deportivo “rosa” del diario El Atlántico.

El Cholo Ciano recibió la distinción al Mérito Ciudadano del Concejo Deliberante en 1999. Después, en 2010, el mismo cuerpo legislativo lo declaró “Ciudadano Ejemplar”. El Senado bonaerense le entregó el premio “Expresarte” y el Círculo de Periodistas Deportivos de Mar del Plata le otorgó el premio Lobo de Mar en 1993.

En 2019 fue reconocido por la Universidad Nacional de Mar del Plata y en 2023 por el Enacom. Pero el mejor reconocimiento fue el del pueblo de Mar del Plata. El de haber sido para todos “El Cholo de Mar del Plata” o “El Cholo de la gente”. Así le decían. Por eso, ante su muerte, fue tan unánime la reacción de todos los marplatenses. Y fue una despedida con pocos precedentes en su dimensión para un periodista de cualquier ciudad del país. El grabador, con cassette todavía listo para usar, se lo llevó consigo hacia algún lugar, para quedar, desde allí, “atento a lo que suceda”.