Entrañable Lucio

Lucio siempre tenía un chiste absurdo al que volvía desopilante, siempre tenía una sonrisa de pibito en la cara, siempre tenía una noticia que lo invitaba a la vibración de ser periodista, siempre tenía un cigarrillo cerca del índice y siempre tenía el corazón grande. Lo del corazón grande fue la síntesis tierna y hermosa con la que Ezequiel, uno de sus hermanos mayores, también periodista, lo sintetizó si es que se puede sintetizar a alguien tan hermano y tan buen tipo. Lucio Fernández Moores, 59 años, una vida en las redacciones, experto en cuestiones judiciales desde hacía décadas pero con un recorrido intenso y sabio como cronista deportivo, murió el 5 de agosto para que la tristeza se desparramara en cada sitio donde ingresa la tristeza y para que el vendaval de cariño que supo conquistar abrazara muchas memorias.

«¡Buen viaje, hermano! Gracias por compartir un cachito de tu vida conmigo… Te vamos a extrañar LFM», apuntó en su muro de Facebook el periodista José Luis Cutello, quien fue compañero de Lucio en la agencia DyN, desde donde Fernández Moores encadenó noticias con un manejo del lenguaje certero en sus años inaugurales en la profesión. Un cable atrás de otro, ese Lucio bien joven. Y el cigarrillo en el índice. Y la sonrisa invencible.

«Despedimos a Lucio Fernández Moores, querido compañero de la redacción y periodista de gran trayectoria en Clarín, quien fue injustamente echado en 2019 con otros 64 compañeros y compañeras. Abrazamos a su hermano Ezequiel, a toda su familia y a sus amigos», publicó la Comisión Gremial Interna de los trabajadores y las trabajadoras del diario Clarín, otro de los medios en los que Lucio reiteró su hábito de contar con precisiones y de hacerse querer sin fronteras.

En las despedidas a Lucio, se apilaron las anécdotas entrañables de sus socios de redacciones en el diario Sur y en la agencia Interdiarios, en las aulas de la Universidad de Palermo y en las radios, de sus sobrinos múltiples que lo pintaron como un tío presente, entusiasmante y divertidísimo. Con el alma entre los dedos, otro de sus compañeros de DyN, el periodista Jorge Neri, lo perfiló de manera bella: «Me llama Luis y me dice que había partido Lucio. Lucio es Lucio Fernández Moores, un tipazo por donde lo mires, de esos que no sabés dónde se metieron pero que están. Lucio fue un tipo sensible, en todo sentido, como persona y en su función de periodista. De jovencito se fue de viaje a Europa, trabajó en construcción y al día siguiente estaba cubriendo o Wimbledon o Roland Garros, no recuerdo bien. Y después seguro que agarró otra changa para seguir viaje. Empezó en deportes y la siguió en judiciales, donde le sacaba astillas al teléfono en busca de la información de sus fuentes, mientras humeaban los Particulares 30 desde la cornisa del escritorio.

Podía dejar de hablar con un juez federal y pasar a contar que en las recientes vacaciones con sus sobrinos jugaban a ver quién escupía más lejos desde la ventanilla del auto hasta que una ráfaga de viento le voló los anteojos a la ruta. Sabía vivir los momentos.
Lástima que se fue, pero esos tipos siempre se quedan».

Un dulce, Lucio. El de la broma y el de los silencios. El que respiraba con curiosidad los aires del Varela Varelita, su bar preferido. Ese al que cuesta dejar ir. Lo escribió Hugo Alconada Mon, periodista en La Nación: «Hasta pronto, querido y respetado y ya añorado Lucio Fernández Moores. Un buen tipo que siempre logró extraer sonrisas en momentos arduos. Te extrañaremos».

Eso mismo. Te extrañaremos, Lucio. Siempre entre nosotros va a estar tu corazón grande.