Sube los escalones, camina con suavidad sobre el césped, enfoca el mástil con el ceño fruncido y pronuncia el nombre de su amigo: Nicolás Casullo. “Un tarde, me llamó para decirme que estaba muy enfermo y que debíamos ponernos a escribir un libro sobre la historia de Racing”, afirma sin dejar de observar las tribunas pintadas de celeste y blanco. “Estar parado acá, en este lugar que tanto quiero, hace que me acuerde de él y de esa cuenta que nos quedó pendiente”, agrega con una lágrima al borde de empezar a correr por su mejilla izquierda.
Vicente Zito Lema es tan hincha de Racing como para asegurar sin titubeos que la primera camiseta que Ernesto Che Guevara se puso en su vida fue la de la Academia y es tan profundo en su mirada como para sostener, parafraseando al pintor holandés Vincent van Gogh, que el fútbol es demasiado importante para que solamente tengan acceso a él aquellos que ya son dueños de todo. Poeta, dramaturgo, periodista, filósofo y docente, candidato a que lo distingan como Doctor Honoris Causa de la Universidad Nacional de Avellaneda, se acerca hasta el Cilindro sin saber que lo está esperando una camiseta con la 10 en la espalda. Desde algún lugar, seguro que Casullo, un afecto entrañable, un intelectual de aquellos, le guiña un ojo para felicitarlo por semejante reconocimiento.
En una charla para el ciclo Vidas Racinguistas, la intimidad de un hombre de palabra.
-Alguna vez, dijiste que hacías arte no para entretener sino para sacudir conciencias. ¿El fútbol es un arte que permite sacudir conciencias?
-Primero habría que definir qué es el arte. Para mí, es una necesidad profunda del ser humano. Por supuesto que sin comida y sin agua el ser humano muere pero yo me pregunto también si las personas podemos vivir sin tener la cabeza y el corazón abiertos al mundo. Creo que el arte es un remedio frente a la finitud de la vida. ¿Y dónde está el arte en el fútbol? Por ejemplo, en esos cuerpos que saltan en busca de un objeto al que quieren darle un destino cierto; o, por ejemplo, en las multitudes que producen la música de la alegría ante cada gol. El fútbol es una respuesta humana de gigantesca belleza. Y todo aquel que abra los ojos en una cancha puede encontrar la belleza.
-¿Racing es una pasión que tiene que ver con la belleza?
-Claro que sí. Mi abuelo era de Racing, mi padre era de Racing, mis tíos eran de Racing y mis tías eran de Racing. Todos vivíamos en Boedo y todos éramos hinchas a muerte de la Academia. La pasión empezaba el sábado, en la previa al partido, y se vivía como una fiesta familiar. Nos reuníamos y se hablaba básicamente de lo que iba a pasar el domingo. Se contaban historias, un poco reales y un poco imaginarias, y los más chicos aprendíamos así la grandeza de Racing. Yo recibí todo eso como una herencia creativa.
-¿Y guardás en la memoria lindas historias ligadas a Racing?
-Obviamente. Una vez, fui con mi padre a la cancha de Ferro. Él tenía problemas en el corazón y, cuando Racing metió un gol, empezó a tomarse el pecho. Yo era un nene, me asusté y le pregunté si le pasaba algo. Sin dudarlo, me contestó: “Puede ser. Pero estoy tan feliz que no me va a pasar nada”. Y ese día me di cuenta de que la pasión por Racing es más fuerte que la posibilidad de la muerte. También me acuerdo de que mi tío Numa me contaba siempre que Vicente Zito, al que le decían La Bordadora, gambeteaba tanto pero tanto que la gente se enojaba a veces con él porque no quería hacer goles. Y, cuando la jugada le salía, los hinchas no sabían si matarlo por lo que los hacía sufrir o abrazarlo por la alegría.
-Parte de tu actividad profesional se la dedicaste a la psicología social y Racing tiene hoy un técnico que también es psicólogo social. ¿Qué le puede aportar esta disciplina al fútbol?
-Me pone contento que Sava sea el técnico de Racing. Sé que se nutrió con las enseñanzas de mi maestro, Enrique Pichon-Rivière. La psicología social permite entender, más que cualquier otra ciencia, los comportamientos individuales en el marco de la grupalidad. Nos enseña a conocer cómo se forman los grupos y por qué pueden o no ser exitosos en las tareas que emprenden. Yo estoy convencido de que, si no se produce lo que llamamos una internalización profunda del otro, el resultado logrado nunca será lo que podría haber sido.
-¿Y Sava llegó a ser alumno tuyo?
-Sí. Tanto Sava como Perfumo fueron alumnos míos. Así que tengo el orgullo de haber contribuido humildemente a la llegada de la psicología social a Racing. Y, como yo soy hincha de este club, quiero que la psicología social siga siendo patrimonio exclusivo nuestro para que nadie pueda usarla para ganarnos. Así que, la próxima vez que me pregunten si la psicología social puede ser útil para el fútbol, voy a contestar que no sirve para nada.
En eso, por una de las bocas de la Platea A, aparece Sava. La sonrisa prende en la cara de Zito Lema, que se apoya en la estatua de Carlos Gardel para derrotar al viento y darle un abrazo al entrenador. “Lo conozco a través de Alberto Sava, su papá, que es el fundador y el director del Frente Artistas del Borda”, resume cuando la charla retoma ritmo.
-¿Coincidís con que el fútbol, tal vez más que otras expresiones artísticas, permite que los sectores más castigados de la sociedad se acerquen a la belleza?
-Es cierto que el fútbol es una gran posibilidad para que los que menos tienen ingresen a la belleza. Permite que gente que no tuvo muchas posibilidades se transforme en artista, cosa que no pasa seguido en otras artes. Y los jugadores que llegan a eso se vuelven los jugadores del pueblo, los jugadores más queridos. Este proceso despierta la identificación de las mayorías con las clases más perjudicadas y muestra la necesidad de justicia que tenemos los seres humanos.
-“Literatura de la pelota”, la compilación publicada en 1971 por Roberto Jorge Santoro, es el primer gran intento en la Argentina de acortar la brecha entre el fútbol y las palabras. En ese libro, hay un poema suyo llamado “Fútbol”. ¿Se siente protagonista de ese proceso?
-Seguro. Creo que es imprescindible lograr esa unidad entre el fútbol y la literatura. Además, que Roberto Santoro, un inmenso poeta desaparecido por la dictadura y un ferviente hincha de Racing, haya elegido ese poema me produce un gran orgullo. Siento una gran admiración por él. Trabajamos muchos años juntos e armamos muchas publicaciones juntos. Lo sigo recordando como alguien fundamental para la cultura argentina.
-De chico, habrás jugado mucho en las calles de Boedo. ¿Cómo era Zito Lema como futbolista?
-Jugué de chico y de no tan chico. A nivel amateur, pienso que era buen jugador. Eduardo Galeano cuenta en el libro “Días y noches de amor y de guerra” el asombro gigante que le produjo verme jugar. Con los trabajadores de la revista Crisis, participábamos del torneo de fútbol de periodistas. Había que jugar los sábados y yo no podía porque daba clase. Y un sábado me insistieron tanto que fui. No teníamos buen equipo y a Galeano le costaba imaginar que en ese grupo de bohemios hubiera alguno que la moviera. Y yo lo sorprendí con un golazo de cabeza.
-¿Y hasta cuándo seguiste haciendo goles de cabeza?
-Hasta que me dieron las piernas. Por haber sido abogado de presos políticos y por denunciar los atropellos de la dictadura desde mi cátedra en la universidad, tuve que exiliarme en Holanda. Y allá, una de las primeras cosas que hice fue armar un equipo de fútbol. Mi señora, a la que conocí ahí, no me deja mentir: íbamos a jugar bajo la nieve y con una pelota mojada que pesaba muchísimo. Yo era un aceptable número seis.
-¿La pasión por Racing se mantuvo intacta, incluso a la distancia?
-Por supuesto. Siempre encontré tiempo para preocuparme por Racing. Incluso en el exilio. Mi padre, más fanático que yo, me escribió una carta en 1983 en la que, con tono de pesadumbre, me anunció que nuestro querido club había caído en el descenso. Por suerte, ahora estamos mucho mejor. Soy grande pero no pierdo las esperanzas de volver a ganar la Copa Libertadores.
Fotos: Fabián De Ciria.