Por Juan José Panno (*)
Tuve el enorme privilegio de hacerle muchos reportajes a Menotti. El primero fue en Francia, para la revista, Goles en 1977, unos meses antes del Mundial. El último, hace pocos años, para Página/12. Estuve muy cerca de la Selección (y, por lo tanto, de él) durante los mundiales del 78 y el 82, tiempo en el que yo era redactor de El Gráfico. Entrevistarlo tenía la ventaja de que siempre dejaba muchos títulos posibles durante la charla y la sutil desventaja de que después había que elegir uno.
Como sea, eso es siempre mejor que entrevistar a esos personajes que sólo responden con lugares comunes y con el cuidado de no molestar a nadie. El Flaco Menotti solía ir a fondo, era frontal, original, sabía de qué hablaba, era visceral y seductor para defender su amor por el juego Siempre era creíble. Hablaba desde el conocimiento y la experiencia, amparado en la seguridad de que casi todos sus pronósticos y visiones de futuro se correspondían después con la realidad. Su capacidad dialéctica le permitía esquivar los pocos temas que podían llegar a incomodarlo. Pero, en general, respondía sobre todo lo que se le planteaba, ya fuera sobre sus gustos musicales, sus preceptos futbolísticos, sus anécdotas como jugador, su relación con los dirigentes del fútbol y del país o las críticas que le caían haber sido entrenador de la Selección durante la dictadura.
Cada una de las charlas con el Flaco Menotti me dejó enseñanzas de vida, me abrió muchos caminos para la reflexión y me reforzó la idea de que el fútbol debe ser, por sobre todas las cosas, un juego.
Gracias, Flaco. Grandísimas gracias por todo.
(*) Trabaja en Página/12. Fundador de TEA y Deportea.