Mónica Santino es feminista, directora técnica, hincha de Vélez, narradora, cuentista en la serie de libros Pelota de papel y periodista egresada de Deportea en 1995. Es amante del fútbol y jugadora de toda la vida. Trabaja con las futbolistas de La Nuestra, el equipo de la Villa 31. Y milita la pelota en los barrios para y con las pibas.
-Los y las periodistas que se dedican al deporte, ¿saben de deporte y género?
-Creo que algunas compañeras sí. Pero tampoco sé muy bien qué es saber sobre deporte y género. Lo que viene ocurriendo es que estamos armando ese camino: crecimos en un sistema y fuimos absorbidas por esa manera de ver el deporte, entonces nosotras también estamos en un proceso de deconstrucción. Pensar que estamos arriba, iluminadas, y que la tenemos clara no es cierto. Creo que muchas compañeras están dando los primeros pasos en eso. Me incluyo. Nosotras también estamos aprendiendo y deconstruyéndonos de una manera de ver fútbol. Hace un tiempo no podíamos recitar de memoria a las jugadoras de la Selección ni de ningún equipo y sí podíamos hacerlo con equipos de varones. Insisto: es algo que ocurría con nosotras, que estamos de este lado de la vereda, que nos llamamos feministas, que intentamos ver el fútbol de otra forma. Es algo que también tenemos que aprender. Y es un camino hermoso porque está lleno de desafíos: pensar en un nuevo lenguaje, en nuevas maneras de vincularnos, en cómo hablar de nuestros cuerpos y en cómo pensar los territorios.
–¿Cómo se comunica deporte y género?
-Hay que ir pensando esto cómo lo armamos. Ahora arrancamos (Cambio de frente, de 9 a 10, en FM 94.7) un programa de fútbol femenino con tres compañeras y estamos llenas de preguntas más que de respuestas contundentes. Y de pensar cómo se habla durante una hora de fútbol de mujeres, de cómo relatás fútbol de mujeres. Me parece que es un camino que de ninguna manera lo debemos transformar en un ghetto, que debe ser deconstruido con compañeros varones también y que nosotras tenemos que ir en esa línea porque si no la estaríamos pifiando de entrada.
-¿Hay voluntad por parte de los periodistas para aprender sobre género?
-Yo creo que no. La gran mayoría, porque es más fácil y más cómodo, se acomoda a la corrección. Pero voluntad de saber, yo creo que no hay voluntad de saber con respecto a nada. Cualquier nota o investigación, salvo las asombrosas excepciones que existen, se arma de la nada. Capaz está bien aprenderte dos o tres frases, usar el todes, pero en realidad no tenés ninguna gana de capacitarte en género. Hablo en general, mujeres y varones. No abundan los espacios donde pueda haber formación sobre esto y quizás esa sería una manera de planteárselo, de ir viendo cómo se le puede dar una vuelta de tuerca desde ahí. Pero no creo que haya una voluntad genuina, salvo los casos específicos en
que sí interesa hacer otro periodismo, otra forma de investigación u otra forma de relatar la realidad.
-En esa perspectiva, ¿te parece correcto seguir llamando «medios» a los medios?
-Si vamos a la significación exacta de la palabra medios, diríamos que ya no. No sé qué palabra encontrarle. Es como una especie de monstruo que vomita una sola forma de ver las cosas, pero medio no es. Más bien es una obstrucción, un sólo espejo para mirar y que te devuelve permanentemente la misma imagen.Y esa imagen no está buena.
-¿Cómo funciona la comunicación del deporte y el género en esa lógica que planteás?
-Creo que lo que se reproduce la mayoría de las veces respecto al género es estereotipado. Me parece que se sigue asignando a la mujer ciertos roles predeterminados que suponen que «sabe hasta acá», «puede hasta acá», «más de eso no puede hacer», «más de eso no puede avanzar». Y que sigue funcionando porque se supone que es lo que vende. Con el movimiento de mujeres en la calle, con el feminismo, hubo un poco de corrimiento de eso porque queda mal. Es incorrecto. Pero me parece que hay ciertas miradas respecto a las mujeres que están instaladas como mucho más vendibles que alguien hablando de un cuerpo emancipado, del derecho al deporte, de que todas tenemos derecho a jugar, de feminismo. Igual, hay un fenómeno de contrapeso en el último tiempo: tenés un diario deportivo que sigue vendiendo una mina casi desnuda en la contratapa, pero a la vez una piba que intenta arrimar, en ese diario, una columna más cercana a la realidad.
-Si viene alguien y te pide que ejemplifiques en qué consiste el machismo expresado en el periodismo deportivo, ¿dónde lo ubicarías?
-En las coberturas de televisión cuando la cámara poncha a una piba linda en la platea y los periodistas comentan. Y cuando se transmite fútbol femenino y se está todo el tiempo comparando con el de varones. Y cuando una mujer va a un programa de tele y le piden que explique la ley del offside. Y cuando,en los Juegos de la Juventud que se hicieron en Buenos Aires en 2018, el equipo de beach handball acababa de ganar la medalla de oro y las preguntas eran sobre el atuendo. Y cuando leés en los diarios que Serena Williams está más tranquila después de que fue madre. Y cuando se habla de que tal deportista se calma la histeria con tal y cual entrenador. Y cuando recorrés la mayoría de los deportes y el 99,9 por ciento de los entrenadores son varones, algo que ratifica que hay muy pocos lugares de toma de decisión sobre el deporte que ocupen mujeres. Todo eso es machismo y hay mucho periodismo que lo expresa.
–Si viene alguien y te dice que quiere hacer periodismo deportivo sin machismo, ¿qué le sugerís?
-SI es varón, primero tiene que cuestionarse sus privilegios y después tratar de observar el mundo de otra manera. Si no lo podés observar en vos, difícilmente puedas reflejar realidades desde otra perspectiva. Siendo periodista, ¿qué privilegios tenés? Hacer un ejercicio para adentro y a partir de ahí tratar de armar el mapa de otra manera. El gran primer paso es ese para varones y para mujeres. Acaso las mujeres no tenemos los mismos lugares de privilegio que los varones, pero estuvimos metidas en esta cultura. Y salirse de esa comodidad es difícil porque lo que te plantean el feminismo y la deconstrucción es una incomodidad permanente.
-Egresaste en 1995, ¿cómo fue estudiar periodismo deportivo en aquel contexto?
-En nuestra comisión éramos tres mujeres. Todo lo que hablamos ahora de feminismo y género no existía ni de casualidad. Nosotras reproducíamos muchas de estas prácticas porque las considerábamos naturales, nunca nos hacíamos planteos de este estilo. Teníamos claro que conseguir laburo era casi imposible por el contexto de los años noventa, pero mucho más para una mujer. Era siempre tener un plus, demostrar que sabías más, que podías más. Era siempre ir un poquito más arriba.
-¿Cómo se siente desde el feminismo que la historia del fútbol y su narración cotidiana, como la de casi todo, la hayan hecho varones?
-Estoy hecha de ese conocimiento por el fútbol que vi y que aprendí. Hay relatos de esa forma de ver el fútbol que me siguen emocionando y son los que me enamoraron. De los grandes equipos, de los grandes periodistas, de los grandes jugadores. Me hice de de los relatos de mi abuelo, de mi viejo. El fútbol que sé es un fútbol de varones.
-¿Y cómo te imaginás una narrativa del fútbol que no sea sólo la de los varones?
-Para nosotras fue muy bueno todo lo que salió a la luz con Las Pioneras, todo el trabajo que llevó adelante Lucila Sandoval. Cada vez surgen más historias. Fueron todos años de silencio. Me parece que desde ahí traemos algo para contar, pero no podemos desprendernos de las otras historias. Me parece que va a ser un mix entre las dos cosas. Se nos ocurrió para el programa de radio imaginar qué sucedería si Víctor Hugo relatara una jugada de Elba Selva en el Azteca, haciéndole un gol a las inglesas en 1971. Porque nos emociona eso también. ¿Tenemos una historia? Sí. ¿Hay que sacarla? Sí. No vale menos que la otra, pero estamos construidas de esa identidad futbolera.
-Pensando sobre las y los jóvenes periodistas, ¿hay un nuevo desafío sobre cómo construir esa narrativa?
-Sí. Pelota de Papel 3, con cuentos escritos, prologados e ilustrados por mujeres, puede ser una iniciativa clave en una literatura de mujeres sobre fútbol si nos seguimos animando a escribir. La historia de Las Pioneras en el 71 puede ser el arranque para ir contando rumbo al presente. Desde Elba Selva hasta Estefanía Banini. Hay varias oportunidades para pensar cómo vamos a hacer eso. Sería negativo sacarnos de encima
algo solamente porque son varones. Traemos toda esa historia, el relato de los varones. Sí, patriarcal. Las mujeres ahí éramos -y, a veces, de casualidad- únicamente espectadoras desde el sector damas en la cancha. Es nuestra historia y vamos a contarla desde ahí y para acá, pero sigue siendo todo fútbol.
–Cuando hablamos de la pelota, ¿hablamos de fútbol o de fútbol femenino y fútbol masculino?
-En este contexto histórico, tenés que hablar de fútbol femenino y masculino. Yo aspiro a que en algún momento dejemos de hacerlo y que hablemos de fútbol.
-¿Qué peso tiene el lenguaje cuando se habla de género en los medios?
-Un montón, porque me parece que todo lo que no se nombra, a priorino existe. Y que hay un lenguaje aprendido en un montón de años con el espacio que se le dio a la cultura del aguante y al lenguaje de cancha, a lo que algunos periodistas llaman «hincha termo» que es machista, xenófobo, racista. Es lo peor. Es despreciable. Me parece que tiene que haber una nueva manera de contar todo esto que está pasando y de cómo la mujer entra al fútbol.
-¿Qué palabras usabas cuando empezaste con el fútbol y ahora no usas más?
-Insultos. «Poner huevo», que te sale automáticamente y es re difícil quitártela. «Puto», «maricón», «no se llora»,»te vamos a romper el culo».Todas expresiones horrendas que viendo a Vélez grité más de una vez. Y que ahora no.
–¿Alguna para incorporar?
-Nosotras usamos mucho el lenguaje inclusivo. Hablamos de todes, pensamos en las disidencias, en todas las identidades dentro de la cancha. No sé si en palabras exactas, pero creo que nos abrazamos mucho más, que nos contenemos mucho más, que no bardeamos a la que se equivoca porque sí. Me parece que hay más gestos que palabras y que todavía no les pudimos poner palabras a esos gestos.
-¿Son gestos que esperan palabras?
-Sí, yo creo que sí. En una de esas, aún tenemos miedo a ponerle palabras.