Estela Calvo, la escritora que volvió libro al billarista

Por Olivia Ledesma y Rocío Celeste Martín

El 2 de septiembre Estela Calvo, escritora y licenciada en psicología, presentará en TEA su libro “Una historia a tres bandas”, la biografía sobre el mayor billarista argentino, Pedro Leopoldo Carrera, campeón del mundo en cinco ocasiones y con una historia tan impresionante como llena de dolor. A través de su obra, trae a la memoria popular la vida de un grande de nuestro país que había quedado en el olvido. Estela dialogó con El Equipo acerca del proceso de escritura, su acción para emprenderlo y las dificultades que se le fueron presentando en el camino.

-¿Cómo surgió la idea del libro y qué te impulsó a escribir sobre este personaje?

-Fue totalmente contingente. Tenía un amigo que se dedicaba al cine y a él le interesaba este personaje. Yo no lo conocía, entonces en un momento me propuso si quería hacer un guion sobre Carrera. Yo escribía otras cosas, básicamente teatro, estoy en una murga y escribo buena parte de las letras. Alguna que otra vez había escrito otras cosas más de actualidad o una historia de una institución, pero muy ecléctico el panorama de la escritura. Cuando él me dijo esto, empecé a buscar materiales y después me entusiasmé, tanto que viajé a Bahía Blanca, Tres Arroyos, al sur, a todos los lugares donde Carrera vivió.

-¿Y alguna asociación con tu vida?
-Además, hubo ciertas cosas que me cruzaban de alguna manera porque él todo el tiempo tenía una aspiración de ir al sur del país y yo soy de ahí. Por otro lado, mi viejo era de Gonzales Chaves y él era de muy cerca, de Tres Arroyos y encima del mismo año. Se cruzaron variables personales con otras y de hecho en el libro yo escribí su biografía cruzada con otras cosas, no me restringí para nada en ese sentido.

-¿Cuánto tiempo te llevó trabajar en la biografía? ¿Cuál fue el primer paso para empezarla?
-Una cosa fue el armado del guion. Todo eso que les cuento fue hecho para el guion. Esto fue en 2013, 2014. En el 2015 ya estaba preparado. Después por circunstancias que por ahí tenían que ver con el INCA o con otras situaciones, el guion no terminó prosperando como tal y a mi me quedó todo ese material inmenso. Quedó archivado y en algún momento, cuando ya habían pasado varios años, se me ocurrió que algo tenía que hacer con eso. Era demasiada investigación hecha y ahí retomé algunas partes que todavía no había investigado. Para el guion hubo ciertas cuestiones que me resultaban suficientes pero cuando se me ocurrió que podía escribir la vida del hombre ya no bastaban las cosas que tenía. Así que hice otro recorrido, no afuera viajando, pero sí por la biblioteca nacional, la biblioteca del congreso, por instituciones, por el archivo general de la nación, ya otro tipo de investigación. Cuando tuve todo eso, decidí hacer un libro escrito con la biografía de él, no quería que fuera algo muy académico. Fue una biografía novelada que me permitió irme un poco de tema si era necesario, interpretar cosas. En ella yo me meto con varios aspectos de su vida y en especial con el dolor, su vida fue muy atravesada por el dolor.

-¿Cuál fue el mayor desafío para vos a la hora de reconstruir este personaje?
-Hubo algunas cuestiones que eran muy difíciles de encontrar, de hecho hay varias cosas que no pude obtener y por otro lado está la familia, yo no conocía a sus hijas. Quien me encargó el guion tenía contacto con ellas pero muy superficial, unos mails. En un principio una de ellas estaba interesada pero después eso se disolvió. Cuando retomé la historia para hacer la biografía, ella ya había muerto y el único que había interesado era su nieto, que en un momento colaboró bastante y luego no siguió. Esa parte fue bastante compleja porque hubiera estado muy bueno poder acceder más a las cuestiones familiares y a otras.

-¿Por qué sus actuaciones tenían resonancia periodística?
-Cuando él fue cinco veces campeón del mundo los diarios publicaban muchísimo, sobre todo durante el peronismo y una vez caído ya no había nada sobre él. Después del 55 no se encuentra nada, hay una idea de que él se fue a vivir a Brasil, a Mendoza, pero tampoco. Y hasta ahí no llegué a viajar, ja. Con lo que había, podía contar bastante sobre quién fue este hombre. Había solo un libro previo de Luis Venosa, que se llama “El hombre del clavel blanco”, y a mí me sirvió mucho leerlo así como charlar con Venosa, que tiene una necesidad de reivindicar a Cabrera. Yo más que eso, tenía una necesidad de conocerlo. Lo que me impresionó mucho fue que no había nada de él en Azul, me parece que me motivó mucho eso, el qué nos pasa a los argentinos que no nos hacemos cargo de muchos aspectos de la historia. Es impresionante cómo a veces no se tiene ninguna consciencia del valor histórico que pueden tener las cosas de hoy, que si ahora las guardas bien, en el futuro puede permitir construir la historia. Por eso me parecía importante contar a este señor, casi nadie sabía nada de él.

-¿Cómo organizaste tu tiempo para escribir, tenías una rutina?
-No, no tengo una rutina pero cuando me engancho en algún proyecto como este le empiezo a dedicar mucho tiempo. Los tiempos que tengo libres se los dedico, pero para nada tengo una rutina. Lo cual es un problema porque perdés tiempo, al no estar más o menos organizado. Sin embargo, cuando aparece algo que me entusiasma, ya está, no hace falta que yo le ponga de afuera ninguna normativa. Me entré a apurar cuando ya quería terminar. Una vez que hablé y ya estaba la editorial, y yo sabía que lo iba a publicar, listo.

-¿Cuáles fueron tus fuentes principales? ¿Con las hijas de Carrera pudiste hablar?
-No, con una de las hijas de Carrera solamente habló quien me pasó a mí el proyecto. Con Marco sí pude hablar y otra persona pudo ir a la casa de Marco y él le mostró su archivo, el que iba formando de su abuelo. Y esta persona sacó fotos de una gran parte del archivo que yo terminé usando como fuente y fue muy importante. En un momento me di cuenta de que yo estaba tomando como archivo una parcialidad del archivo que había visto una persona. Me acuerdo de una nota que fue muy impactante para mí, de la cual yo saqué una serie de cosas. Y al contarlas, me di cuenta de que a la nota le faltaban pedazos. Ese archivo era algo parcial, que tiene lo que le pareció importante a otra persona. Después sí fui buscando en distintas bibliotecas, en diarios pero siempre es parcial lo que uno tiene.

En Tres Arroyos no había nadie, sí gente que colaboraba conmigo pudo hacer entrevistas, por ejemplo a un peluquero que había sido cercano a él, y también a algunas personas de Bahía Blanca. Además de billaristas que habían sido contemporáneos a su época, todas esas fuentes directas están en el libro.

También hubo un señor de 80 y pico de años, que era gerente de banco y contó cosas muy interesantes porque era el que llevaba la cuenta de Carrera en el Banco Nación. Eso te da cuenta de lo aleatorio que puede ser, de pronto encontrás a una persona y esa te dice que llames a otro y se va generando una cadena.

-¿Qué descubrimiento te llamó más la atención sobre la vida de carrera?
-Quizás fue esta cuestión con el sur, él está entrenando en un bar y viene alguien y le dice: «ahí hay un señor que pregunta si usted es hijo de fulano de tal», y su papá ya había muerto cuando él tenía 10 años. A los 48 murió el padre, a los 49 él y a los 48 su hijo. Los tres se llamaban igual, es muy impactante la coincidencia. Pero este señor que pregunta si él es hijo de Leopoldo Carrera, le dice que era muy amigo de su padre, que se separaron en la juventud y que se había ido al sur. A partir de ahí a él siempre le interesó conocer el sur y arregla para ir a su estancia. Entonces se arma toda una serie de notas en un diario dónde él cuenta su trayectoria y cuenta qué es lo que más le entusiasma en la vida: ir al sur. A buscar diamantes, a no sé qué, muy raro. Y en la última nota que escribe, donde avisa que será la última ya que partirá a Azul, dice que seguirá escribiendo pero después de esa nota no aparece más nada. Ninguna referencia más. Entonces yo me pregunto, ¿Qué pasó? ¿Fue? ¿No fue al sur? Y eso para mí fue muy impresionante, había estado todo el año viajando, volvió con el campeonato mundial, ¿y se iba a ir al sur? Fue muy impresionante esta búsqueda todo el tiempo de algo más.

-¿Qué fue lo más lindo de escribir este libro, terminaste contenta con el resultado?
Cuando lo volví a leer me di cuenta de que había partes que me gustaban y que había otras que me parecían que estaban flojas. Una vez que está terminado, a lo mejor lo hubiera escrito de otra manera, lo hubiera enfocado de otra manera, porque está muy cronológico y tiene esa línea de vida, yo necesitaba hacerlo ordenadamente. A lo mejor si lo volviera a hacer pudiera escribirlo con otros cruces. Leyéndolo podrían ocurrírseme otras cosas. No desde la biografía completa, si no desde dónde mirarla, qué leer en esa biografía, además del dolor y esta cosa de estar esperando siempre algo más. Me interesaba más eso.

¿Te divertiste escribiendo?
-A mí me gusto escribirla, me divirtió en algunas cosas. Yo no sé nada de billar y los partidos están relatados, tacada por tacada, y en algún momento me empezaron a divertir porque parecían el cazador y la presa. Había toda una cosa ahí, parece aburrida pero tenía su encanto. Después la cosa del clavel, sus distintos modos muy particulares que tenía. Todo era muy interesante en ese sentido. Lo del clavel como símbolo o el jaqué que usaba para jugar, era como si siempre estuviera yendo a una fiesta. Todo el tema de los cigarrillos, esta imposibilidad de hacer un buen juego si no estaba fumando todo el tiempo. Todo esto era muy interesante y también intenté entender algo, pero la sensación que tengo es que es mucho más amplio y no entendí.

-Mencionaste mucho la palabra dolor, ¿cómo es escribir sobre alguien que no conociste y trataste de llegar a lo más cercano, desde un lugar de respeto hacia esa persona y de sus familiares que pueden llegar a leerlo?
-No tengo la sensación de haber dejado algo afuera, sí de haber entendido desde un lugar, por ejemplo el alcohol. Él tenía una adicción en esa época, muchas referencias hacia él eran, es un alcohólico, un vicioso. A mí me parece que eso está atravesado por el dolor, es una persona muy atravesada por el dolor de existir. Esto de que se murió su papá cuando era muy chiquitito.

-¿Considerás que eso fue una marca para él»
-Yo apuesto a que hay algo del padre que se lanza a los 14 años de Europa a América solo y se va a Tres Arroyos donde hay un tío, esto de ir a la nada, me parece que en él se repite algo de eso cuando se viene a Buenos Aires a los 13 años a estudiar, con su deseo de querer ir al sur, de ir más allá, con el poder salir campeón del mundo de algo que era visto como una actividad de mala fama, mala prensa. Para mí, todos esos duelos que están ahí en esa necesidad del alcohol, del cigarrillo, de la ansiedad, tener eczema, úlceras, le pasan demasiadas cosas. Yo creo que si lo veo desde el dolor ya hay un respeto distinto, no importa lo que haya hecho.

-¿Qué consejos le darías a alguien que tiene una historia para contar y quiere armar un libro? ¿Qué tips le darías para ese proceso?
-Primero hay que juntar todo el material que se pueda. No quedarse con lo mínimo, no quedarse con lo cómodo porque tiene algo de incómodo. Ir a la biblioteca nacional y estar ahí cuatro horas, agarrando esos libros enormes y los diarios. Si evitás eso porque es incómodo hay algo que no se profundiza o hay algo de lo que no te vas a enterar. Hay cosas de las que te enteras por lugares totalmente imposibles de pensar que vas a encontrar algo ahí. De pronto te encontrás con algo que decís mirá esto. Si vas a escribir un libro sobre alguien hay que buscar toda la información, sobre todo aquella que no está, que no vas a encontrar en los libros ya escritos. Otro consejo, no todo está en internet, si es algo muy del pasado no lo vas a encontrar, tenés que ir a la biblioteca, meterte con los diarios amarillos que se deshacen, no hay otra. Una vez que tenés eso, el asunto es empezar a pensar desde dónde lo vas a enfocar. Qué querés contar de esa vida.