Ezequiel Fernández Moores volcó parte de su trabajo como periodista a los lazos del deporte con la última dictadura cívico militar en la Argentina cuando esa dictadura todavía imperaba. En 1982, desde la agencia noticiosa DyN, fue parte de un equipo que desmenuzó secretos, mentiras y más oscuridades de la organización del Mundial de fútbol que se realizó en el país en 1978. Luego, toda su obra profesional -como, por ejemplo, queda evidenciado en su libro «Juego, luego existo», publicado en el 2019- permaneció atravesada por los derechos humanos y la reivindicación de memoria, de verdad y de justicia en la nota que sea y en el lugar del planeta que sea. En eso sigue y, con esa perspectiva, reflexiona sobre las conductas del periodismo deportivo sobre los vínculos entre deporte y derechos humanos en una charla con El Equipo.
-¿Qué hace el periodismo deportivo en la Argentina con los derechos humanos?
-No aíslo al periodismo deportivo del periodismo general. Funciona en una lógica no igual pero parecida. Y los derechos humanos, según etapas, son tema o molestan. Va un poco de acuerdo a esas etapas. Por momentos, el periodismo les da difusión y por momentos, no. Es una lógica a la que el periodismo deportivo no puede escapar. De cualquier manera, en estos últimos años se nota mucho más que sectores y actores del deportes, acaso no lo más masivos pero sí actores reconocibles, hinchas y jugadores, hombres y mujeres, están trabajando y visibilizando los derechos humanos.
-¿Por qué los medios que están en el centro del sistema se comportan como se comportan?
-La lógica de la industria del periodismo televisivo es la que menos espacio le puede dar a la temática de los derechos humanos porque es la que inevitablemente está más ligada al show. Y en ese show venden más el gol o la polémica que cualquier tipo de construcción social. Están muy vinculados al negocio, compran derechos exclusivos de transmisión y, entonces, su temática y su agenda van con eso y detrás de eso.
-Eso abre las puertas a reconocer que si esos medios que están en el centro del sistema abordaran la temática de los derechos humanos acaso generarían un interés más extendido o permitirían que más personas se inquietaran por el tema.
-Por supuesto, personalmente siempre me interesó esa temática y entiendo que puede interesar a muchos pero quizás no masivamente. Y, claro, también me interesa ver el gol. Soy alguien que trabaja con el fútbol pero no sólo eso sino, también, alguien a quien le gusta el fútbol y todas las temáticas sociales que circulan alrededor de una pelota. Por supuesto que caben ambas cosas. Y lo que más choca es la neutralización, esa presunción de que el interés por el juego quita o debe quitar el interés por lo otro.
-Que, en ocasiones, tiene resquicios.
-Sin dudas. Entiendo que, a veces, en el documental, la televisión le dedica a eso muy buenos trabajos. Los documentales trabajan especialmente en temáticas de derechos humanos. Aunque, en muchos casos, lo hace tarde. O sea: en su momento condenaban a alguien o algo y, con el paso del tiempo, como si fueran los archivos desclasificados de la CIA, lo reivindican, tal cual sucedió, por ejemplo, con Muhammad Alí. Puede reparar injusticias, pero también hay algo ahí de hipócrita en los tiempos de esos oportunismos. Recomiendo todos los documentales sobre Alí, lo que hizo ESPN en 30 x 30 o documentales interesantes de HBO como alguno de Mike Tyson. Pero tengo en claro que las grandes cadenas omiten temas en su explotación comercial del deporte. Me permito señalar un caso al revés: el último domingo hubo grandes omisiones con la presencia de Riquelme en La Bombonera y me sorprendió, en cambio, gratamente el informe de Paso a paso, por TyC Sports, justamente porque no omitió nada. Fue una cámara testigo.
-¿Qué indica una circunstancia como esa cobertura que detectaste sobre Riquelme si la pensamos sobre cualquier eje político-deportivo y, en esa dirección, sobre el de los derechos humanos?
-Que las cosas no son uniformes. Hay grietas. Y dentro de una cosa que parece monolítica, surgen valentías, improntas de personas y de programas, búsquedas de cómo contar un universo más amplio. Y hacerlo con las mejores herramientas del periodismo.
-¿Hay autocensura?
-Claro que la hay. Y es tremenda. Y, lo que es peor, está absolutamente naturalizada. Eso de que porque trabajás en tal lugar no hay que hablar de tal cosa. Y casi no se habla de la autocensura. Por un lado, porque la autocensura funciona como un acto más íntimo. Y, por otro, por esa naturalización. Hay autocensuras evidentes con algunos temas. Y otras más complejas desde la que ves, por ejemplo, a Boca y omitís lo que pasa en un estadio entero y te dedicás sólo a contar un gol.
-¿Imaginabas hace 37 años, cuando investigabas los costos del Mundial de 1978, o hace sólo 15 que muchísimos clubes sacarían comunicados los 24 de marzo?
-Este país ha construido una memoria fuerte sobre lo peor de su pasado. Es una construcción a la que nadie puede escaparle, ni siquiera Mauricio Macri. Cada vez que hubo una visita de un jefe de Estado extranjero, Macri, como presidente, debió acompañar a ese mandatario que sí quería conocer el Parque de la Memoria. A eso lo obligó el país que lo votó, no fue decisión personal. Lo obligó la memoria colectiva. Ese escenario puede ser trasladado al deporte. En los clubes, como ya dije, distintos actores y sectores comenzaron a actuar y las instituciones, por corrección política o por presión de esos actores, o por convicción, por qué no, tuvieron que acompañar o hacer. Y me importa enfatizar que eso no es menor, no es una cosa para decir así al pasar. No es menor, incluso, en esta región, donde acaba de haber un país con un golpe de Estado, donde hay presidentes como el de Brasil que hace la apología de los golpes de Estado. Asumo que para ciertos dirigentes y para ciertos clubes pronunciarse sobre estos temas puede ser hasta una incomodidad. Pero hay comisiones, subcomisiones, socios o dirigentes menos visibles que actúan tan bien y tan profundo que consiguen que las expresiones sobre derechos humanos salgan. Hay una larga gimnasia argentina sobre la memoria de ese pasado terrible. Es una gimnasia que contagia y que llegó a los clubes
-Y, sin embargo, muchos medios y mucho periodismo tradicional ni siquiera alude a esas expresiones que crecen en los clubes y que circulan con potencia, especialmente, por las redes sociales digitales.
-Es que, aunque sea paradójico, cuanto más poderoso es el medio, más compromisos tiene. Eso suele limitar su libertad. Acá no funciona eso de que cuanto más poder, más libertad. Son poderes comprometidos a sus intereses económicos y a sus socios económicos. Y eso condiciona o más que condiciona. Por supuesto que, como siempre, hay excepciones pero la ausencia de noticias sobre deporte y derechos humanos, como otros temas, está ligada con esos condicionamientos.
-¿Qué caminos posibles ves, entonces, frente a ese horizonte?
-Todos tenemos limitaciones, Iinclusive hasta en torno de nuestros propios prejuicios. Sin embargo, creo que cuanto más defendés al periodismo como constructor de historias y de memorias y no dependés de una agenda que impone de qué hablar y de qué escribir, estás más cerca de recuperar y contar a los derechos humanos desde el deporte y a tantas otras cosas.