Héctor O. Becerra lleva veinte años en las aulas de Deportea formando estudiantes de periodismo desde una materia que se llama ética y deontología profesional. Acaso por ese recorrido o seguro por muchas otras razones, en los últimos tiempos reflexiona y escribe sobre las fake news. Licenciado en psicología con un posgrado en epistemología e historia de las ciencias, productor y conductor de programas de radio y colaborador de diversos medios, publicó tres libros –El cuerpo herido, El niño que no quería escuchar, La maravilla de estar comunicado-, a los que hay que añadir otros ocho más en coautoría. En una entrevista con El Equipo, desgrana sus miradas sobre fake news, credibilidades y otras dimensiones de la profesión periodística con una lucidez idéntica a la que, por ejemplo, generó que en el 2012 fuera distinguido con el Premio Sigmund Freud que otorga la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires con el auspicio de la Embajada de Austria.
-Un reciente artículo tuyo, publicado en Socompa, en el que pensás sobre fake news, lleva este título: “Un golpe la credibilidad”. ¿Qué pasa con el periodismo cuando su credibilidad queda golpeada?
-Para responder sobre la credibilidad golpeada creo que resulta necesario un mínimo desarrollo sobre la credibilidad. La credibilidad es la capacidad de generar confianza en el otro. Al periodista le ha llevado más de 200 años generar esa confianza en sus lectores primero y luego en los oyentes y televidentes. Ha sido un recorrido muy arduo, difícil, porque en el momento de informar el periodista pone en juego sus bienes, su trabajo y hasta su vida. Hay que dimensionar correctamente lo que significa la función del periodista en la sociedad: el periodista es el que les permite a las personas ejercer su libertad de expresión. Leemos mucho acerca de la libertad de expresión de los periodistas, pero, en realidad, la libertad de expresión está considerada como un derecho humano inalienable de todos los ciudadanos y en ese punto el periodista es un profesional que se capacita para producir y publicar un saber que en rigor es de toda la ciudadanía.
-¿Qué ocurre cuando ese derecho humano es vulnerado?
– Para no demorar más la respuesta digamos que cuando la credibilidad queda golpeada -y el tema de las fake news visibiliza el tema- corremos el riesgo de que el periodismo se muera. No quisiera parecer alarmista, ni melodramático; pero sí quisiera estar a la altura de la crisis que está atravesando el periodismo y no me refiero sólo al hecho de que los dueños de C5N estén presos o que estén despidiendo a muchos periodistas y los pocos que conservan su trabajo deben trabajar al límite de su tolerancia; me refiero a una crisis de valores que nos empujan a repensar seriamente qué significa hoy informar. Podría suceder que el periodismo no muriera, pero que, en un futuro cercano, la función de informar mutara de tal forma que el periodista sería un simple comunicador de lo que el medio le impone decir.
-¿Qué sería lo que moriría, entonces?
-De esta forma, lo que muere es una manera de entender el periodismo. Es cierto que la relación con los editores, los directores y los productores le generan al periodista un compromiso; pero el primer compromiso del periodista debe ser con la verdad y con el público.
-¿Y qué pasa con los individuos y con las sociedades en las que la credibilidad del periodismo queda golpeada?
El ser humano es semigregario, necesita de su familia y de la sociedad y a veces también necesita estar solo. El ser humano está inmerso en el lenguaje; inclusive, antes de poder hablar. Antes de nacer ya tenemos un idioma, un apellido y un nombre que nos anteceden y nos condicionan. Por eso, las personas necesitan que les hablen y les cuenten. A tal punto es así que el filósofo Umberto Eco sostiene que podríamos morir o enloquecer si viviéramos en una comunidad donde todos hubieran decidido sistemáticamente no mirarnos, ni hablarnos y portarse como si no existiéramos. Por eso la falta de credibilidad del periodismo pone en serio riesgo a la sociedad en la que vivimos y a sus integrantes.
-¿Cómo imaginás a una sociedad que es víctima de ese riesgo?
-Me viene a la cabeza una novela de George Orwell titulada 1984, donde el personaje principal Winston Smith va caminando por la calle y escucha por unos altoparlantes que la producción ha aumentado un tanto por ciento, que la inflación ha bajado un tanto por ciento, etcétera, etcétera. El personaje de la novela habita un mundo donde han desaparecido los periodistas; sin embargo, la información aparece difundida por una voz anónima que podemos suponer es la voz del Estado. En 1950 Orwell anticipaba la posibilidad de un mundo sin periodistas; pero, con información. Es tan difícil de imaginar qué puede pasar con una sociedad que padezca el deterioro de la credibilidad del periodismo que tenemos que recurrir a la ficción de una novela para imaginarlo, para poder responder aunque más no sea tentativamente.
-Dice tu texto en Socompa (https://socompa.info/opinion/un-golpe-a-la-credibilidad/): “Las fake news justamente manipulan creencias, convicciones y sentimientos siempre con el fin de influir en la opinión pública”. ¿Por qué, entre las múltiples formas de manipulación que atraviesan la historia social, ésta es la hora de las fake news?
– El traductor de Google sostiene que las fake news son las noticias falsas; pero esa no es la mejor definición. Para entender el concepto es importante, diría imprescindible, hacer un recorrido por la noción de verdad y la noción de verdad se remonta a una época -Siglo IV a.c.- donde los filósofos griegos pensaron estos temas. ¿Por qué es necesario remontarse tan atrás en el tiempo? Porque, según el filósofo alemán Karl Popper, los griegos vivían una realidad estática, detenida, quieta. ¿Era así la realidad de ellos? No lo sabemos, ellos quisieron que fuera así para poder describirla. Los griegos fueron una civilización que intentó seriamente describir el mundo en que vivía. La cuestión es que todas esas ideas tuvieron tanta fuerza que están impregnadas en nuestra forma actual de ver el mundo. Después de más de 2000 años los griegos nos transmiten una idea un poco ingenua acerca de lo que es la verdad. Digo esto porque para los griegos un enunciado era verdadero o falso. De aquí surge el principio de exclusión: si algo es verdadero no puede ser falso y viceversa. Si nos ponemos a discutir podemos rápidamente ver que esto no es tan así, porque yo puedo decir algo que es verdad en un momento y falso en otro. Sin embargo, las ideas de los griegos siguen vivitas y coleando en nuestra cultura: voy al buscador de Google y dice que las fake news son noticas falsas. ¡Porque si esas noticias no son verdaderas tienen que ser falsas! No, eso es un reduccionismo que no permite entender correctamente que son las fake news. ¿Por qué es la hora de las fake news? Porque juegan con nuestra ingenuidad, con nuestros prejuicios. ¿Cuáles prejuicios? Suponer que en el mundo está lo verdadero o lo falso. La realidad que nos toca vivir a nosotros es una realidad que parece mucho más compleja que la del mundo griego y la estamos afrontando de una forma ingenua, reduccionista, porque la estamos abordando con las ideas de los griegos. Por eso las fake news han tenido un efecto tan devastador y están conmoviendo tanto a la sociedad a la que le toca padecerlas.
-También en esa nota hablás de que con las fake news se instala “una verdad adulterada pero verosímil”. ¿Qué significa eso?
-Lo verosímil es aquello que se aproxima a lo real y de allí que se torna creíble, con lo cual volvemos al tema de la credibilidad. Para los griegos, un enunciado (por ejemplo: “El sol se ha puesto”) podía ser verdadero o falso. Con el concepto de verosimilitud nos encontramos con que algo puede no ser real; pero, al menos, tiene la apariencia de serlo. Habíamos afirmado que la credibilidad es la capacidad de generar confianza en el otro. A partir de esa confianza tenemos que pensar que además del enunciado -el contenido del enunciado-, nos encontramos con otra variable importante que es quién enuncia ese enunciado. Esto que se analiza en el terreno de la filosofía, después va a ser esencial para el desarrollo del buen periodismo. En el terreno de la comunicación debemos analizar no sólo qué se dice, el enunciado, sino y fundamentalmente, quién lo dice.
-Es decir que hay que poner la vista en el cruce entre credibilidad y fake news.
-Una fake news puede ser una noticia falsa para quien lo sepa, pero para un montón de gente las fake news son noticias verdaderas y lo son en la medida en que aquel que la enuncia, el emisor del mensaje resulta creíble. Por otra parte y para sumarle complejidad al tema, puede suceder que una fake news resulte creíble porque quien recibe la información, el receptor del mensaje, esté ávido de leer y/o escuchar esa noticia; entonces para qué chequearla, para qué analizarla, en definitiva, la toma por verdad. Acá nos encontramos con la verdadera complejidad de lo que son las fake news: noticias falsas consideradas verdaderas por la credibilidad que se le otorga al emisor del mensaje o por la necesidad que tiene el receptor del mensaje de creer en ellas.
-Uno de tus campos de trabajo es la docencia en ética y deontología profesional, precisamente con estudiantes de periodismo. ¿Qué caminos para debatir sobre fake news explorás desde ese lugar de trabajo?
-Ejerzo la docencia en Deportea desde 1999. No ha sido sencillo desarrollar una materia que exige conocimientos de filosofía, psicología, derecho, comunicación y periodismo. Si persisto en la tarea es por la paciencia que han sabido tenerme los directivos de la escuela, los compañeros docentes y los alumnos. Desde el inicio tuve que ir investigando y aprendiendo y lo que incorporaba lo vertía a la enseñanza. En la investigación trabajo con un marco teórico filosófico y psicoanalítico que vuelco en la manera de analizar un texto: es lo que se denomina comúnmente una lectura con espíritu crítico. Por eso en mi materia siempre se analiza la noticia y quien la enuncia; se analizan también las fuentes informativas, analizamos al medio y al periodista porque hay una historia de las empresas periodísticas en Argentina y hay una historia del periodista profesional y es sorprendente descubrir que muchas veces el periodista y el medio al que le aporta la información quedan enfrentados.
-¿Y aparecen las fake news?
-Si seguimos el procedimiento que el filósofo Emanuel Kant denominó criticismo seguro que vamos a encontrarnos con las fake news. Pero nosotros también podemos caer en el engaño porque somos personas con intereses. De allí que determinados periodistas y escritores nos generan confianza y también tenemos deseos y justamente eso es lo que puede traicionarnos en algún momento; pero no se puede dejar de lado la credibilidad. En todo caso, confiamos en el método y tratamos de instrumentar una credibilidad vigilada.
-¿Cómo percibís el impacto de las fake news en el periodismo deportivo?
-En el 2013 no existía el término y, sin embargo, el diario deportivo Olé tuvo que salir a pedir disculpas por poner una foto trucada en su portada sin saber que se trataba de una imagen falsa. El autor del fotomontaje tomó la imagen de una bandera que decía: “La peor defensa de la historia” y la modificó con la leyenda: “La peor dirigencia de la historia”. Luego la subió a las redes sociales, se viralizó y no paró hasta llegar a la redacción de Olé. Al ponerla como nota de tapa, el diario estaba publicando una noticia que todavía no tenía nombre propio; pero, que indudablemente fue para sus lectores una fake news. ¿Por qué sucedió algo así? De acuerdo a lo que hemos desarrollado, no podemos atribuirlo a la credibilidad del autor del fotomontaje porque era un hincha común y corriente con algunos conocimientos en Photoshop e Internet. Tal vez podamos atribuirle alguna credibilidad al hecho de que la información llegó a la redacción a través de las redes sociales y Facebook comenzó siendo una red de amigos y compañeros de la Universidad de Harvard y eso dejó una marca importante en su génesis. A pesar de la masificación de la red, pareciera que la credibilidad permanece vigente como en la época cuando nacía aquel grupo reducido.
-En episodios como el que señalaste, ¿dónde va a parar el requisito moral y profesional de la verificación de los datos?
-Otro dato interesante puede ser analizar los deseos de los responsables de la edición de Olé, tal vez ellos suponían o tenían por seguro que la dirigencia de River en aquel momento no era la mejor, de allí que terminaran considerando irrelevante el chequeo de las fuentes informativas porque lo que se veía en la foto ponía en evidencia lo que ellos suponían o sabían. Vemos que en el periodismo deportivo no suceden cosas diferentes de las que ocurren en el periodismo político o cultural.
-¿Ves singularidades en las fake news deportivas respecto de las que circulan en otros territorios de la información?
-En estos años he capacitado a miles de alumnos así que creo tener cierta autoridad para decir algunas cosas críticas en las que insisto mucho durante mis clases. El alumno de Deportea es un enamorado del deporte, muchas veces llega a la escuela practicando un deporte o habiéndolo practicado. En este punto encuentro singularidades porque cuando el alumno se convierte en periodista y se acerca a esos deportistas que ha admirado y admira queda en una relación compleja. Tan automatizado está esto, tan poco se analiza, que lo vemos inclusive frente a las cámaras de TV: el periodista que le pide al deportista una foto o una pelota o una camiseta autografiada. Esta situación puede ser muy satisfactoria en lo personal, pero produce un deterioro en la función de la objetividad que todo periodista debe tener en cuenta a la hora de evaluar la producción deportiva. ¿Cómo se relaciona esto con las fake news? Dijimos que la credibilidad es la que muchas veces adquiere un papel importante en lo que hace a terminar creyendo en algo falso. La relación que establece el periodista con el deportista admirado y conocido determina que no se chequee correctamente la información o que no se respete la fuente. Y las fuentes periodísticas son como los ojos para los periodistas. El problema de cómo se vincula el periodista con los deportistas es un problema que aparece no sólo en el terreno del periodismo, sino en casi todas las profesiones liberales. Hemos visto que el médico y el psicólogo no atienden directamente a personas con las que se tiene un lazo afectivo, algo parecido pasa con los abogados en el terreno del derecho. ¿Cómo se resuelve esto en el campo del periodismo? Será algo para agregar a la agenda de temas que entran siempre en el terreno de una sana discusión.