Por María Eva Pietrantuono y Luciana Secchi
El repiqueteo. Sus pies parecían bailar a un ritmo propio. Alternaba los pasos a una frecuencia que –quizás– superaba a los latidos del corazón. Pasaban de una baldosa a otra en el área contraria a tal velocidad que conseguía un corner corto apenas la defensora osaba parpadear.
Jorgelina Bertoni es –entre tantas otras cosas– una ex Leona-línea fundadora. ‘Ex’ solo si se considera a la vigencia deportiva en alta competencia como la única variable que construye el concepto Leona. Porque la garra nunca aflojó. Ni antes, ni después.
Campeona mundial, doble campeona panamericana y parte de la camada que decantó en la medalla de plata de Sídney 2000, a pesar de no haber viajado a los Juegos Olímpicos. Luego, conquistadora de un título individual: socióloga egresada de la Universidad de Buenos Aires. Más tarde, y más reciente en el tiempo, primera mujer en ser secretaria de Deportes en el Municipio de La Matanza.

En esta entrevista, Jorgelina repiquetea –como en la cancha, pero con una pisada más profunda– entre reflexiones que van desde la política, el deporte, el feminismo y el hockey, hasta la sociología de la comunicación. Una Leona todoterreno.
— ¿Qué rol cumple el deporte en el desarrollo de la sociedad?
—El deporte y la actividad física son importantísimos desde todo punto de vista. Su rol educativo, de formación de hábitos saludables, de socialización y de vinculación; hábitos para la vida, las virtudes de la responsabilidad, de la comunicación, de ponerse en el lugar del otro, de saber competir con un adversario y no con un enemigo. Generar comunidad a través de formar equipos, en cualquier deporte o actividad física. Ambos inciden en tener una mejor vida, a nivel emocional, física y social. Es abarcativo en todos los sentidos. Está comprobado científicamente que la práctica regular del deporte, como indica la Organización Mundial de la Salud (OMS) un mínimo de 150 minutos semanales de actividad básica vigorosa, ayuda a bajar la incidencia de enfermedades crónicas no transmisibles, a mejorar todos nuestros indicadores de salud y, además, es buena para la vida como ser humano social y vincular. Como gestora pública, para mí es un buen instrumento de salud y educación pública, de igualdad, que colabora con la mirada de la diversidad. Para eso el estado debe dar las oportunidades más igualitarias porque no siempre es posible pagar un club, pagar una actividad física y entonces, en este caso, el estado desde el municipio, acerca las posibilidades de esa práctica como un derecho humano. Así como la educación, el acceso a la vida y a la salud, son derechos humanos, el deporte también lo es.
—¿Qué espacio hay en el deporte para la militancia política?
—Hay muchas mesas partidarias del deporte. Dime qué mirada tienes del deporte, te diré de qué filosofía política o qué partido político eres. Pensar que es bueno para la sabiduría de la vida, para el ser humano y que el Estado debe intervenir con promocionar la actividad física y darle posibilidades a todos, tiene que ver con una mirada de justicia social sobre el deporte, eso por el lado de la política pública. Después, por supuesto que hay deportistas que se expresan al respecto y otros que no, cada uno está en su derecho. Cuando se plantea si hay que mejorar una beca, si hay que mejorar el club, que sea dicho en palabras de deportistas consagrados lo pone en discusión en la agenda, porque a veces no tienen la visibilidad necesaria. Si viene de la boca de algún deportista, quien además quizás accedió justamente por ahí, porque muchos de los que están en grandes rendimientos tuvieron una formación de base en los clubes de barrio para después continuar con la línea de la política pública de los Estados y el desarrollo deportivo que se hace con la federación. Si ellos lo pueden decir, también es una mirada para el resto porque aquel que se expresa es una palabra autorizada para llamar la atención.
—Se habla mucho de los deportistas que se postulan políticamente, como también del silencio de otros deportistas.
—Sí, es verdad. Igual creo que así como yo puedo hablar, si hay otros que no quieren tienen el derecho a no hacerlo. No hay por qué exigirle que tenga una postura que no siente con armas porque, además, si se la exigís, tampoco va a ser genuina y vaya a saber cómo es que se produce. Entonces, me parece que a aquel que lo haga, encantada y bienvenida, y me gusta que así sea, pero también respetar a aquel que no lo quiere hacer.
—¿Crees que la cultura de la cancelación o el juicio social puedan desestimar a algunos de compartir su pensar?
—Sí, un poco sí, más hoy en la era de las redes. Lo entiendo porque también en el medio hay otros actores: federaciones, clubes, actores políticos… y las redes levantan algo mínimo, una expresión magnánima de la cancelación, o al revés, y se generan enfrentamientos casi como un River-Boca por algún tema de postura, cuando en todo caso habría que debatirla, no cancelar, no generar violencia y odio. Creo que eso es lo que afecta en muchas cuestiones de otras discusiones de la sociedad, y el deporte no es ajeno como fenómeno social. El deportista cuida eso. Hay una mirada del jugador concentrado –por supuesto como debe ser– en todo lo que pueda mejorar su virtud atlética. Si pusiera la palabra en eso, yo no creo que se desvíe de esa actitud, pero la conversación pública que se genera alrededor de eso quizás le trae problemas cuando no debería traerlos. Creo que los contextos generan oportunidad para ciertas cuestiones, y hay un contexto de oportunidad para las respuestas públicas de odio y de violencia. Entiendo a los que no quieran exponerse a eso porque, lamentablemente, a veces termina así en vez de un debate concienzudo y responsable, y sin violencia, sino con argumentos. Pero argumentar es más difícil y es más fácil cancelar y violentarse. Ahora, tratar de pensar por otros carriles, ponerse de acuerdo con alguien, es más difícil. Ojalá, porque de eso se trata el vivir en democracia, y falta muchísimo de eso en todos los segmentos, mucho más donde debería construirse democracia, en las casas de la democracia. Y por ahí hay otro que sinceramente no le interese y hay que respetarlo, o que no tiene una postura clara. Está en cada uno.
—¿Qué situación, si es que la hubo, te hizo reconocerte como feminista?
—Con el Ni una menos, el deporte recién ahí empieza a formar parte de los estudios de género con más volumen en Argentina. Y esa agenda también empieza a vincularse con otras del feminismo. En realidad tiene que ver con luchas que ya se daban pero no tenían tanta visibilidad. Sí por ahí el de derechos más cívicos, sociales o de las mujeres y eso ya tenía una agenda más política, el hecho de que se pudiera votar por primera vez y cómo esas primeras feministas –que eran las sufragistas– le dieron origen a otros movimientos en otras áreas de la vida para la lucha y el avance sobre derechos que no tenían, todos, hasta los de la patria potestad. En el deporte pasa lo mismo pero tardíamente. Un lugar machista, reservado al hombre, patriarcal desde su origen, vinculado a las características más específicas que se le atribuyen por construcción cultural a los hombres y a las mujeres. Entonces la vigorosidad, la fuerza, el trabajo en equipo, el liderazgo, la cosa de lo público, es el deporte entonces para el hombre. Las mujeres entramos por la ventana, no participamos del primer juego olímpico. En el segundo juego olímpico empezamos a participar pero en las pocas disciplinas más “estéticas”. De a poquito hasta la paridad total recién en el último juego en París 2024, que fue 50/50 la participación de los atletas en cuanto al sexo.
— ¿Alguna vez te sentiste inferior por el simple hecho de ser mujer en el ámbito del deporte, o mismo ahora en tu cargo político?
— A nivel deportivo, en el hockey no, porque justamente es una disciplina culturalmente habitada por las mujeres. También así, hablando con los varones y las diversidades en el hockey, están los estereotipos: “El que hace hockey masculino es put*”. Y así nos lo contaban –y por eso te lo digo así– muchos de los compañeros de los equipos de hombres en algunas partes de nuestro país, quienes tenían serias dificultades para que los clubes les pudieran dar lugar a la actividad. Pero sí, notaba que las disciplinas practicadas por las mujeres eran menos visibilizadas que las de los varones, como el fútbol. Y en el liderazgo, más fuerte todavía. ¿Cuántas mujeres conoces presidentas de clubes, de federaciones, que presiden una federación internacional? No existe, son menos, y ahí hay una doble reproducción del estereotipo: el ser mujer en el deporte ya es toda una desigualdad, y el ser mujer en los lugares de liderazgo y de conducción, que son lugares de poder, están aún más reservados a los hombres. El lugar de las mujeres en el deporte y la dirigencia es más difícil. Y por ejemplo, en mi caso, es la primera vez que hay una mujer a cargo del Deporte en La Matanza. Son menos las mujeres que están a cargo de los municipios desde el deporte, así como en federaciones y clubes. Hay una desigualdad entre mujeres y varones en el acceso y en la permanencia en el deporte por una cuestión de género, y la permanencia tiene que ver más con una cuestión de cuidado, de apoyarnos en las mujeres.
—SÍ, de hecho, en los máximos equipos de las primeras tres categorías del hockey metropolitano femenino, de la A a la C, solo dos son las mujeres a cargo de una primera división, que son Sofía Maccari en Belgrano A y Clara Mendy en San Luis A.
— Antes me preguntaban por qué en el hockey de mujeres entrenan los varones, porque en inferiores sí las entrenan las mujeres, pero en los espacios de representación, son los varones. En el fútbol femenino también.
—¿Qué tan importante es el feminismo para el deporte? (y viceversa) Te llevo por ejemplo a la semiprofesionalización que se da en el fútbol femenino en 2019, que viene en el auge del aborto legal.
— El movimiento de Ni una Menos fue muy importante a nivel global. Hoy está todo interconectado, eso generó mayor visibilidad en todas partes pero en Argentina puntualmente, visto que la cuestión del deporte como contexto, porque los contextos generan oportunidad o falta de oportunidad para algunas cuestiones –y por eso hoy es un momento difícil para el feminismo, difícil para los derechos, dificil para las diversidades–, permite que puedan surgir con mayor profundidad, agenda y visibilidad. Así empezaron a aparecer más mujeres que podían discutir en el espacio del deporte. En estos últimos diez años era políticamente incorrecto no darle lugar a la mujer, aunque no les gustaba empezaban los clubes, la AFA, las federaciones, el Comité Olímpico, a generar los espacios de género y de discusión, a dar lugar. El contexto ayuda, empuja a que ciertas cuestiones sucedan. No va a ser fácil volver a tasa cero, pero hay que mantener estas agendas porque es fácil robarle el lugar a la mujer. Si lo dicen desde las máximas esferas y se lo pone en duda, porque muchos que no estaban de acuerdo con la diversidad, con el aborto, con el avance de las mujeres, pero no lo podían decir o no estaba avalado, hoy esos empiezan a reaccionar. Ahí hay que estar poniendo la palabra, la discusión. Como dijo Simone De Beauvoir: “Bastará una crisis política, económica o religiosa para que los derechos de las mujeres vuelvan a ser cuestionados. Esos derechos nunca se dan por adquiridos”.
—¿Cómo crees que deberían actuar los medios de comunicación deportivos ante las problemáticas sociales?
—He laburado mucho cómo hacer que los medios difundan, que puedan titular y dar cobertura a las noticias de las mujeres con perspectiva de género, el que sean ecuánimes. Todo eso es un trabajo que se hace. Desde la cantidad que se escribe sobre la discusión de las disciplinas de varones y de mujeres, hasta que la comunicación no sea estereotipada o cosificada. Porque al no poner el acento en el logro que ayuda a que esas mujeres visibilicen un deporte, con todo lo que eso implica, se puede profundizar la desigualdad. En nuestro caso, los medios tuvieron mucho que ver con que Las Leonas tomaran el lugar que alcanzaron allá en el 2000. La noticia que apareció algo en la camiseta, y luego contar el logro enorme que fue la medalla de plata en esos JJOO de Sydney 2000. Si eso no se difunde como corresponde, al final el mérito queda perdido y no hubiera dado lugar a que tantas chicas estén practicando el deporte. Los medios son importantísimos en todos y para todos los deportes. Tienen que ayudar a esa mirada del crecimiento y a lo profesional de cómo comunicar.
—Un crecimiento, un poco hablando de esto, es lo que pasa con los Juegos Olímpicos, que da lugar a conocer deportes nuevos. Se incentiva a que la gente también los practique. Uno de los momentos donde más se puede destacar esa participación de los medios con respecto al público y a los jóvenes
—Sí, porque vos pensá que los Juegos Olímpicos son el mayor espectáculo deportivo producido y visto en el mundo. Son instancias ,como los mundiales, que generan conversación pública. Por ahí conocés deportistas de los que nunca hubieras hablado, como el Maligno, que hoy va a cualquier lado y la gente lo conoce. Y aparecieron más chicos y chicas haciendo su deporte, como en su momento pasó con Gabriela Sabatini, los Pumas o nosotras Las Leonas. Por eso es tan importante el rol de los medios, para visibilizar los logros, pero para visibilizar también las historias de los clubes de barrio que tan importantes son, qué lugar tienen, del más chico hasta el más grande. De aquellos que vemos todos los domingos, que son megaclubes que, aunque tengan todos los deportes, se conocen más por el fútbol. Hasta aquellos de barrio de los que nacen también muchos de los deportistas que conocemos. El desarrollo deportivo de la Argentina se hace sobre todo en el entramado de los clubes de barrio. Quizás en otras partes del mundo hay otros modelos de desarrollo, más situados en el colegio o en las universidades. Acá, en Argentina es en los clubes de barrio y ahí se hila con todos los procesos federativos que se generan después.
—¿Qué impacto pueden tener las palabras a la hora de comunicar en una sociedad?
—A las palabras no se las lleva el viento. Somos seres hablantes y sociales. Cómo percibimos, miramos y nos vinculamos tiene que ver con lo que decimos y lo que entendemos, entonces la palabra es parte necesaria y fundante de la vida. No solo no queda en el aire sino que genera buenas emociones y también estigmas, dolores y etiquetas. Entonces hay que saber utilizarla, ser consciente y responsable, sobre todo aquellos que son más públicos porque lo que se dice en la conversación pública no queda solo en la esfera pública. Hay muchas cuestiones que a veces tejen ecosistemas violentos en las redes y después vemos que hay situaciones de intolerancia o actos físicos en específico sobre ellas. O como volvieron a aparecer contra las diversidades, o relacionado al fascismo o la homofobia. Muchas veces no solo los medios, sino los propios actores que habitamos el deporte lo hacemos. Hemos escuchado padres o entrenadores diciéndole a sus hijos “no llores” o “no corras como una nena”. Primero el estereotipo como si la nena no fuera valiosa para el deporte; después, el agravio para el que está tratando de emprender en la disciplina. Eso muchas veces lleva a que niños, niñas y adolescentes se les genere frustración y un círculo negativo, que hace que desistan y que no se transformen en deportistas, con todo lo bueno que eso significa. No en el deportista que mañana es una Leona, un Puma. Esos son algunos. Sino en aquello que crea un valor para la vida. Si tu entorno te está diciendo que no podes, que sos un bruto, que si no hiciste un gol, que matá al adversario…Hay muchas campañas sobre eso a nivel global, sobre cómo no generar violencia en los entornos educativos y formativos de los deportistas. Sobre todo en la etapa de formación, aunque siempre nos vivimos formando, pero hay una etapa que es crucial: la niñez, la adolescencia inclusive. Los que están al frente y los que componen todo ese ecosistema, desde la institución en sí misma, la familia y los formadores, tienen que ser muy responsables con esa educación.
—Como socióloga, ¿Qué responsabilidad crees que tiene el periodismo o los comunicadores en la construcción de la narrativa social?
—Yo tengo una pareja que es comunicadora. Y a veces reniega y me dice: “¿Por qué no hacen esta pregunta? No fueron a la fuente, si van a la fuente no harían esta pregunta”. Como socióloga, imagino que siempre hay que resguardar la objetividad, ser profesional en las formas de actuar porque estás comunicando; buscar las fuentes para no posicionar títulos o situaciones que no tengan rigor. Eso me parece que es la base del periodismo, ¿no? Ir a la fuente, consultar, preparar y sostener la objetividad en todo el trayecto de lo que hace a un periodista o a la comunicación. Imagino que así como en la medicina existe un juramento hipocrático, debe haber uno para los comunicadores. Algunos serán más rigurosos en apegarse a eso que debería ser la esencia de la profesión y de su amor a esa vocación, y hay otros que por distintos motivos no estarán tan apegados. A veces por incapacidad, por incompetencia, y otras porque hay decisiones en el medio. Para cualquiera que se esté formando me parece importante esta cuestión. Todos somos sujetos y ponemos la palabra desde algún lugar, eso es cierto también, pero hay límites. Eso imagino que los periodistas deben tener como encuadre para una profesión digna.