José Luis Lanao tiene una historia en la que caben una vuelta olímpica compartida con Diego Maradona y una vuelta a cada rato por las páginas de Gabriel García Márquez, de William Shakespeare y de Dante Panzeri. El recorrido que lo asocia para siempre al más mítico de los jugadores data de 1979, cuando integró el plantel con el que la Selección Argentina se consagró en el Mundial Juvenil de Japón. Los otros recorridos lo acompañan en todas sus épocas desde los días en los que emergió como delantero de Vélez, de Unión y de Huracán, pasando por sus tiempos en las canchas de España hasta que un virus lo sacó del deporte de alta competición a los 26 años hasta las décadas que siguieron en las que, entre otras búsquedas, desplegó una narrativa plena de filosofía y de poesía con la que aborda al periodismo y al deporte. Radicado hace rato en la ciudad española de Logroño, en los últimos tiempos expandió su campo de trabajo a las columnas y a las entrevistas que publica en Página/12. Con ese equipaje, conversó con El Equipo sobre los medios de comunicación en un desfile analítico que atravesó aquel mítico campeonato, las horas de la dictadura, las lecturas imprescindibles, el calor de la palabra, las miradas del fútbol y el mundo en pandemia.
-¿El pibe que fue campeón mundial juvenil junto con Maradona ya imaginaba que sería narrador del deporte?
-Imaginaba que alguna relación con la escritura iba a tener. No sabía exactamente cual. En los sonidos de mi infancia estaba el click de la máquina de escribir de mi padre. Empecé a jugar con esa máquina y con las palabras, y hasta hoy. Cuando una lesión neurológica me apartó definitivamente del fútbol me incorporé al grupo multimedia Vocento, primero en deportes, luego en política y cultura.
-Considerando no sólo a los cronistas que estuvieron en aquellos días de Japón y tampoco sólo al periodismo deportivo, ¿qué mirada sobre el periodismo te quedó de esos días campeones?
-Siempre comprendí la difícil situación de los periodistas activos contrarios ideológicamente a la dictadura y que debían continuar con su actividad. Eran tiempos difíciles, de represión extrema, de bayonetas de sangre seca, con empresas de información entregadas a la sumisión, a la desinformación, y a esconder detrás de las alambradas la sórdida realidad de una dictadura genocida, psicópata. Por el contrario, muchos líderes de opinión, editorialistas, columnistas, todos ellos de prestigio, se convirtieron en instrumentos infames del horror y la barbarie. Fueron la cara y el hígado del régimen. En aquellos tiempos uno se podía refugiar tan solo en la revista Humor, con Alejandro Dolina a la cabeza, y en libros y en prensa clandestina.
-¿Y qué visión, fuera de ese hecho específico, tenías del periodismo deportivo en los años en los que eras un joven jugador de fútbol?
-El periodismo deportivo en Argentina fue siempre de muy alto nivel. El choque intelectual fue grande cuando llegué a España. Cuarenta años de franquismo, brutal, represor, censor con cualquier atisbo de ilustración, habían diezmado los medios de comunicación. Se hacía un periodismo deportivo bastante primitivo.
-¿Qué autores o qué autoras, periodistas o no periodistas, gravitaron en tu manera de interpretar el deporte y salir a contarlo?
-Muchos y de un gran nivel. Pero también autores y periodistas no deportivos. El deporte es vida y los clásicos respiran vida desde hace 3.000 años. Homero resalta la energía humana en la desgracia, más que la fuerza victoriosa. La Odisea nos habla de nuestra capacidad de supervivencia, del empeño en sobrellevar la carga de nuestras vidas. Pero ajustándome a la pregunta, y para no cometer ningún agravio comparativo olvidando nombres, me decanto por tres duplas: en lo periodístico: Panzeri-Juvenal; en lo literario: Galeano-Fontanarrosa, y en lo no autores ni periodistas: Menotti-Cruyff. Para la vida de todos los días, Homero, Spinoza, Shakespeare, García Márquez y los clásicos.
-De manera más orgánica o más periférica, desde muy joven le diste espacio a la militancia política. ¿Cuánto de ese ejercicio militante contribuyó a tu tarea en la prensa del deporte (o fuera del deporte) y, al revés, cuánto de lo que aprendiste en el deporte te ayudó en tus militancias?
-La militancia es un compromiso de vida a través de una convicción. Al contrario de creer, el pensar puede cambiar las ideas. Algunas convicciones se han modificado respecto a la militancia de mi juventud, pero la esencia es la misma. Un estado fuerte, protector, democrático, escandinavo. Digo escandinavo por que el modelo convence, siempre que siga avanzando hacia posiciones de mayor igualdad. Todavía habitan muchos vicios neoliberales en los países escandinavos. Es evidentemente que mi militancia me aportó un gran angular para formarme en la idea de país que deseo.
-Un virus te sacó del fútbol profesional a los 26 años. ¿Qué de esa experiencia atraviesa tu manera de observar y de contar al deporte?
-Debo confesar que el fútbol no era mi vida. Formaba parte de unas cuantas vidas que deambulaban por mi existencia. Sin duda, el golpe fue tremendo, pero siempre conservé un cierto positivismo estoico de comprender la trama de la vida y el mundo tal como es, y no como queremos que sea. No creo que lo sucedido me haya esculpido de una manera puntual mi manera de observar y contar el deporte.
-¿Cómo fue y es tu recorrido en el periodismo sobre deportes?
-Se inició en el grupo Vocento, hoy convertido en el primer grupo multimedia de España, concretamente en el periódico El Correo, líder en la prensa escrita del País Vasco. En radio trabajé en el Grupo COPE.
-¿Qué debe tener un texto o una intervención radial o televisiva de un periodista para que sientas o digas «qué bueno esto»?
-La capacidad de sorprenderme. Y como la realidad vive sin asombro, busco el brillo entre las ruinas: que me hagan caminar por la copa de los árboles. “Desnudo escribo, y desnudo me leo para encontrarme”, decía Rimbaud. ¿Se necesita algo más? Lirismo clásico, poesía bajo la almohada, la metáfora conectada en vena. Es cierto que el periodismo es mucho más: la información, el dato, el análisis. García Márquez decía que todo periodista debe intentar escribir como un escritor, aunque no lo sea, aunque no lo vaya a ser nunca. Gabo tiene una anécdota muy representativa. La escribió en el resumen bibliográfico “Textos Costeños”, 4.000 artículos imprescindibles, entre 1941 y 1960. Su columna se llamaba “La Jirafa”, en el diario “El Espectador” de Colombia. García Márquez recuerda que un día se encuentra un nuevo editor en su sección. Horas más tarde entrega su columna. Al rato se abre de forma violenta la puerta de cristal del despacho del editor, y con voz en alto para que lo escuche toda la redacción vocifera: “Señor García Márquez, menos poesía y más datos”. Veinte años después, García Márquez recibía el Premio Nobel de Literatura. La información se puede desarrollar y transmitir de varias formas y estilos. Estos 4.000 artículos periodísticos de García Márquez lo certifican.
-¿En qué se arriman y en qué se distancian tus sensaciones como futbolista y como periodista?
-Ni se arriman ni se distancian, como el río de Heráclito intuía: fluyen. Son sensaciones diferenciadas. En ocasiones se pueden cumplimentar. Leer a Stendhal te puede proporcionar (tardaba días en acabar una frase como él quería) el mismo placer que el mejor gol que hayas hecho en tu vida con tus amigos. Pero escribir “Madame Bovary”, como hizo Flaubert, ya forma parte del mundo. No es comparable con nada. Mi historia futbolística me ha permitido vivencias y percepciones únicas, y el periodismo y la literatura también, pero otras, y no se reconocen.
-A más de cuatro décadas de aquel campeonato juvenil, ¿qué transformaciones advertís en el ejercicio de la prensa sobre fútbol?
-Hay una necesidad de información ligera, de consumo rápido, el click de la ansiedad. Se han creado nichos de mercados donde la gente se reconoce y se identifica. Pese a ello, debo decir, que hay medios que han mantenido una sección de deportes de mucha calidad, de investigación, de ventanas para el análisis y el debate.
-En una entrevista tuya a César Luis Menotti -tu entrenador en el Juvenil de 1979-, que Página/12 publicó en 2020, anotaste esto: «Es la vida de hoy, que se desangra, que no podemos tocar, que no podemos abrazar, la vemos pasar, sin prisas, como un sueño ajeno, distante, fuera del ruido de la calle, llena de plegarias que nadie escucha, de miedos atávicos, infames, desnutrida de tanto misil indecente apuntando hacia la nada, de tanta deuda miserable enrollada como una serpiente tóxica en el cuello agónico de la gente». ¿Qué papel cumple o puede cumplir el deporte frente a ese escenario?
-Cuando me refiero “a la vida de hoy” es el escenario actual de la pandemia. El deporte se debilita ante este escenario y debe dar un paso al costado ante la gravedad de la situación. En España hemos vivido momentos muy duros con el Covid: casi 1.000 muertos al día. Lo único que nos hizo controlar la tragedia fue el aislamiento.
-Y, de nuevo, frente a ese párrafo tuyo y frente a ese mundo embromado bastante más que por la pandemia, ¿qué puede hacer el periodismo que cuenta el fútbol?
-Trasmitir tranquilidad. Que hay que cuidarse, aceptar los protocolos, tener un comportamiento cívico y solidario, porque esto no solo va de contagio, va de muerte. Las vacunas están funcionando, por lo cual hay que esperar. Como rezaba el anillo de Las Mil y una Noches: “Esto también pasará”.