Por Federico Bajo y Fernando Bajo
“Al principio cuando me decían: ‘Vos que jugaste al fútbol, ¿por qué no escribís algo?’, me parecía exagerado. Pero después me di cuenta que sí, que todos tenemos la capacidad de transmitir algo que vivimos”, cuenta desde su casa y mediante una videollamada el artista integral y ex futbolista Kurt Lutman, que como profesional pasó por Newell’s, Godoy Cruz y Huracán de Corrientes e incluso disputó el Mundial sub-17 de 1993 con la Selección Argentina.
Ahora Lutman está lejos de no animarse: acaba de publicar Arco Sur, su cuarta obra, que se suma a El agua y el pez (2015), Semillas para barriletes (2017) y Vientos que juegan con fuegos (2019). En una entrevista con El Equipo, el escritor analiza el periodismo deportivo, el fútbol y la literatura.
-¿Cómo se gestó Arco Sur?
-En realidad mi primer libro es el que destrabó todo y se dio sin que yo lo buscara. En esa época acumulaba textos y cada mes los presentaba en el periódico El Eslabón hasta que un amigo, Mariano Soso, hoy director técnico de San Lorenzo, me hizo ver que con la cantidad que tenía ya podía darle forma a un libro. Así surgió el primero y siento que los otros se fueron dando solos, sin forzarlos. Es eso que hacemos por primera vez que nos permite romper una barrera y después encarar un estilo propio.
-En una entrevista con Redacción Rosario te referiste a tus tres libros anteriores con la siguiente frase: “En el primero necesitaba gritar algo, en el segundo pude contar tranquilo y en este me puse a jugar”. ¿Qué expresarías sobre este cuarto?
-Se podría decir que en este estoy bailando. Tiene la fluidez del baile. Cuento de manera muy lúdica, me reí mucho con cada texto. Arco Sur me hizo jugar de una forma muy linda y armoniosa.
-¿Con qué se va a encontrar el lector en sus páginas?
-Es difícil decirlo. Imagino que se va a topar con 44 textos que intentan jugar con el tema que abordan aunque por momentos también adoptan un tono serio. Pero todos son textos que tienen tiempo de trabajo y siento que eso está bueno. Me gusta que haya sido así.
-En otras notas explicaste que cuando un jugador declara en un medio en particular sabe a qué se está exponiendo, ¿creés que el periodismo tiene prejuicios para con futbolistas como vos que se expresan?
-Cada grupo periodístico tiene intereses específicos por eso no creo que exista el periodismo independiente, sin ninguna inclinación y siento que el jugador de fútbol dejó de expresarse de políticas o de algunos temas que son más ríspidos porque sabe que puede ser enjuiciado desde los medios. Imaginate un futbolista que se declare a favor del aborto: en un tema que es tan candente y está en vilo de la discusión social, va a ser criticado desde muchísimos lugares porque no estamos acostumbrados al disenso y a la discusión política elevada, sino a saltar encima del que no piensa como nosotros. Los jugadores lo perciben y entonces se corren de esa discusión.
-¿Y de qué manera te informás?
-Por las redes sociales. Miro poca televisión, solo canales puntuales. También sigo a algunos periodistas específicos. No leo mucho, sí a algunos autores que me gustan, como Ezequiel Fernández Moores. Soy un escritor raro, no siento que para hacerlo tenga que leer, pero sí pienso que la lectura te aporta un montón de variantes. Si uno lee a (Jorge Luis) Borges, a (Alejandro) Dolina o a (Osvaldo) Soriano se encuentra con un montón de estilos distintos y eso te enriquece. Aunque es distinto a que uno pueda o no escribir. A los 10 años ya tenés la capacidad de empezar a contar. Después aparece el estilo propio que se va a ir refinando con el tiempo.
-¿Cómo era tu relación con el periodismo deportivo cuando eras futbolista?
-Siempre tuve buena onda porque entiendo que es un laburo. Sí he disentido en algunos conceptos. Una vez un periodista de La Capital tildó a Diego Mateo de «futbolista intrascendente» porque no tenía mucho contacto con el balón, pero hacía todos los relevos del equipo. Entonces tuvimos una discusión en la que le dije que no estaba viendo el fútbol como nosotros. Él analizaba en base al resultado y la efectividad del futbolista. Yo también puedo decir el nueve es un capo si hace 5 goles, pero hay un submundo debajo y jugadores que parece que no influyen en nada, en realidad están haciendo todo.
-¿Qué evaluación hacés del rol de los medios deportivos en esta etapa de aislamiento social en la que no hay competencias?
-No suelo mirar mucho, excepto algún programa radial que me gusta. Me parece que hay algunos programas que no representan al deporte porque los periodistas hablan desde una óptica muy personal y están alejados de la realidad, pero con algo tienen que llenar horas y horas de programación. Ahí también se juegan intereses y a veces agreden a un técnico porque les conviene que no continúe y uno no sabe desde qué lugar opinan. Siento que hay pocos, pero existen, periodistas deportivos, con los que incluso disiento en algunas cosas, que tienen una gran nobleza. Me gusta discutir de fútbol con alguien que tenga un pensamiento propio y no esté defendiendo los intereses de un grupo económico. Disfruto al discrepar y encontrarme con gente que tiene miradas distintas a las mías, pero siempre y cuando discuta desde su óptica. Hay algunos engranajes en el periodismo deportivo que defienden intereses.
-¿Y qué destacas del periodismo sobre deportes o qué te lleva a escuchar esos programas de radio que mencionás?
-Cuando critican sin mala intención o desconocen algunas cuestiones y las investigan desde su lugar. Si veo que hay un periodista que juzga y se ensaña con algún jugador, me parece un acto de injusticia porque ni lo conoce ni sabe lo que le pide el técnico ni el esfuerzo que ese futbolista hace para estar ahí. Entonces una actitud así provoca que deje de escuchar ese programa. Hay algunos periodistas que sentencian: «Tal jugador es un desastre» o «Tal técnico debería irse». En cambio, cuando se ponen a desmenuzar el juego o preguntarle a un entrenador que no gana un partido qué siente, cómo viene gestionando el trabajo, qué le pasa en ese momento de presión y sale una información interesante, me atrae. Pero cuando un tipo dice que a un técnico lo tienen que echar porque perdió cuatro partidos, no me aporta nada.
– Desde tu lugar de exfutbolista y comunicador, ¿qué consejo le darías a las y a los estudiantes de periodismo deportivo?
– Que sean nobles y coherentes con ellos mismos, que con eso está bien. Un periodista no tiene que haber jugado en primera para saber de fútbol. Con haberlo hecho en el barrio es suficiente, ahí está la información. Incluso si no jugó nunca también tiene la oportunidad de estar parado en un lugar que otros no. Es muy interesante eso. Cada uno de nosotros tenemos un recorrido en el fútbol. El hecho haber llegado a Primera a mí no me da autoridad para escribir de fútbol mejor que alguien que no lo hizo, porque el caudal de información que uno ya trae desde que nació es importante. Hay jóvenes que tienen 18 o 20 años investigando el juego a su modo, jugando con una pelota de trapo en el campito. Eso hace que cuando uno tenga que transmitir o contar el fútbol lo lleve a cabo desde una posición irrepetible. Por esa razón decía que yo puedo leer un montón, pero hay una forma de escribir que es propia de mí. Voy a hacerlo atravesado por mi mirada sobre el mundo y todo lo que he vivido. Ahora si yo quiero ser como Dolina tendré que leer todos sus libros, incluso imitarlo, pero ahí pierdo mi experiencia vital. Entonces, como periodistas deportivos, todos tienen un recorrido, ligado a la pelota, de un valor enorme.
-Decís que cada uno escribe desde su experiencia vital y que no es necesario leer para poder hacerlo, ¿qué creés que sí es necesario para escribir?
-Deconstruir la autoridad. Entender que uno ya mismo puede hacerlo. Esa autoridad nos la quitaron culturalmente. Somos parte de una cultura que nos quita la confianza en lugar de darnos seguridad. En los pueblos originarios las mujeres cantan y no van antes a un taller para aprender. Lo hacen desde que son chiquitas porque vieron a su mamá y a su abuela hacerlo. No buscan la perfección. ¿A qué voy con esto? Que a nosotros esa autoridad nos la quitaron y creemos que no podemos, que siempre nos falta algo. Tenemos el prejuicio de que debemos hacerlo bien y ahí aparece una vara que es acercarse al nivel de Dolina, Soriano o (Eduardo) Galeano. No vamos a ser nunca como ellos porque cada persona es distinta. El movimiento debe ser a la inversa: yo ya puedo, de modo que escribo. Y esto que hice hoy capaz no me guste porque es la primera vez, pero a medida que le vaya dando volumen va a ir agarrando forma. Esto pasa en el fútbol, si un chico siente que no lo hace tan bien se le nota en el cuerpo, entra con miedo. Si el técnico le da la confianza empieza a jugar distinto y hasta puede que se anime a tirar algunas gambetas. En la literatura es lo mismo. Yo, que saqué mi cuarto libro, me animo más ahora que en el primero porque fui acumulando autoridad. Me tengo más fe, entonces escribo más fluido.