Por Juan Jose Panno (*)
El Negro Roberto Fontanarrosa decía que se formó como futbolero escuchando en la radio relatos de partidos de fútbol. Al respecto la enorme escritora Liliana Heker escribió un cuento maravilloso en el que su protagonista, en silla de ruedas, es llevado de paseo por las calle y cuando escucha un relato radial dice “ esa, esa es la música de los domingos”.
A lo mismo se refería también Fontanarrosa, cuando dijo en un reportaje: “Si un día a alguien se le ocurre hacer una película sobre mi vida, me gustaría que la música de fondo sea la transmisión de un partido de fútbol”. En su cuento “La observación de los pájaros”, que trata sobre un hincha de Central que sale a vivir el clásico por los ruidos de la ciudad, describe que “el sonido radial es infinito, incisivo, y se filtra por las paredes”. En “Milagro en Parque Chas”, un hermoso cuento de Inés Fernández Moreno dice el personaje central: “Todos hemos tenido, de chicos, la fantasía de ser relatores de fútbol , todos hemos intentado alguna vez alcanzar la portentosa velocidad necesaria para seguir la carrera de una pelota y la de los jugadores tras ella”. Wálter Saavedra, en su doble condición de relator de fútbol y poeta, escribió un contundente texto basado en un partido en el que se enfrentan la palabra y la censura. Se podría seguir enumerando más expresiones literarias, nacidas de las voces de Fioravanti, Víctor Hugo Morales, José María Muñoz, Mariano Closs, Wálter Nelson y mucha gente más.
No es casual el enganche del relato del fútbol con el arte.
La música de los domingos a la que alude el personaje de Liliana Heker es el sonido de una orquesta afinadísima, cuyo director sabe muy bien cómo subir y bajar tonos y combinar su propia voz con las de comentaristas, vestuaristas y demás miembros del equipo. Muchas veces ellos creen que sólo están transmitiendo un encuentro de fútbol, pero la realidad es que, cuando todo sale redondo, hacen arte, diseminan cultura popular, contagian buen gusto.
En política, la palabra relato tiene muy mala prensa en este tiempo. Leemos o escuchamos muy seguido eso de “el relato kirchnerista” o “el relato macrista” cuando se mencionan las supuestas tergiversaciones de la realidad que hace cada espacio. “Inventan”, se dice sobre unos y otros. La palabra relato, desde esa perspectiva, merece otra mirada. Los buenos narradores futboleros dramatizan, juegan con las palabras y hacen verosímil aquello que es incomprobable. Cuando Victor Hugo cuenta qué cosas dice el jugador que discute con el árbitro, se pelea con un rival o lo ayuda a levantarse, se convierte en dramaturgo y los oyentes asumimos como reales cada una de esas palabras, suspendemos la incredulidad.
El fútbol y el relato suelen encadenarse con una fuerza que los hace inseparables. Pensemos en el gol de Maradona a los ingleses desprendido del “barrilete cósmico” de Víctor Hugo. O recordemos que existió un singular jugador de fútbol, el Loco Elio Montaño, que pasó por Boca, Central, Huracán y muchos equipos más y que relataba sus propias jugadas “ Lleva la pelota Montaño, no se la pueden sacar”.
El Loco llevaba el fútbol y el relato en la sangre, como quien escribe estas líneas y quienes las están leyendo.
(*) Periodista y narrador. Ahora escribe en Página/12. Fundador de TEA y Deportea.