Leer a Forn

Por Roberto Parrottino (*)


El Tecla Farías pincha la pelota con destino de red. Es el 5-4 de Independiente ante Boca en la noche de la Bombonera por el Clausura 2012. Juan Forn, que también juega de visitante en Mar de las Pampas, rompe el acuerdo: grita el gol, estalla de alegría. Lo mira Juan Pablo Trombetta, amigo, anfitrión y, ante todo, hincha de Boca. “Yo me enojé mucho con él. El hijo de puta me gritó el gol como loco. Y la consigna había sido que no gritáramos los goles. Más o menos nos portamos bien, pero claro, sabés cómo gritó el 5-4…”.

—Perdón perdón perdón —le pedía Forn.

—Ya está, boludo, yo hubiera hecho lo mismo —zanjó Trombetta.

Forn escribió poco y nada con deporte en las contratapas. “Sangre en el agua” cuenta la historia del Unión Soviética-Hungría de waterpolo en los Juegos Olímpicos de Melbourne 56. “El tercero de la foto” recorre el derrotero del atleta australiano Peter Norman, presente en el podio del Black Power en México 68. “La flor en el pantano” descubre al Torino de Gigi Meroni en “la patria catenaccia” de Italia. El tono, de cualquier modo, se repite como en el resto de las contratapas: los personajes marginales, los acontecimientos en el pie de página de la Historia. Forn le entraba a las historias (le entra, nunca lo dejaremos de leer) desde la búsqueda laboriosa de su perspectiva única.

Antes de escribirlas, Forn “hablaba” las contratapas en Villa Gesell. La contratapa de Página/12 funcionó como su lugar de refugio periodístico- literario. Villa Gesell, en la misma línea, como el paraje protector después de pasarse de rosca y sufrir una pancreatitis en la ciudad de Buenos Aires, ya como fundador-editor del suplemento cultural Radar. Forn comenzaba a escribir las contratapas en las charlas de los lunes en la Biblioteca Popular de Villa Gesell. “La semana que viene vamos a cambiar el día -dijo una tarde de 2008-. Porque el fulbito de los martes quizá cambia al lunes”. Ese año colgó los botines y empezó a escribir las contratapas. Desde su llegada en 2001, había jugado a la pelota en el campito de Mar Azul y en la canchita de Gesell.

“Todo lo que leía en las contratapas me parecía que ya lo había leído hasta con las mismas palabras, y no: era que habíamos hablado mucho de tal tema”, recuerda Trombetta, editor de El Chasqui, primer diario de Mar de las Pampas, fundado en 2000. “Las charlas en la biblioteca las usaba para pulir las contratapas -destaca Trombetta-. Todos caemos en el lugar común: la capacidad tan inconmensurable y genial como su literatura para generar un vínculo individual con cada persona. No lo digo porque se murió. Sabía por dónde y con qué entrarte en la charla, y generaba una complicidad íntima”.

Escribió María José Navia en El Mercurio, de Chile: “A Forn nunca se lo termina de leer”. Daniel Villalobos, en el podcast El contador de películas, precisó que Forn escribía “historias que viajan de contrabando dentro de otra historia”. “La magia literaria de Forn -tuiteó Brian Majlin- es epifánica y tiene onda expansiva: a su muerte, regó la web de textos potentes, luminosos y llenos de ardor”. Julieta Grosso lo definió en la agencia Télam como “el artífice de una saga de crónicas que sintetizan su poder de captación de una realidad que siempre eligió narrar por fuera de la coyuntura o la obviedad”.Forn definía a su práctica como “un arte casi difunto, o en extinción” y catalogaba como “infinita” a “la posibilidad de combinaciones por el lado de los sonidos, por el lado de lo visual y por el lado de lo escrito”. En 2019, en el marco de la charla “Periodismo y literatura, el arte de contar historias (y que todos quieran leerlas)” en la Biblioteca Departamental Jorge Garcés Borrero de Cali, Colombia, dejó testimonio del proceso creativo de las contratapas.
—Me gusta que las paralelas se toquen; que en el final, todas aquellas cosas que fui sembrando, converjan. Porque me parece que es lo más parecido a la sensación de satori, de satisfacción inesperada, que practica el zen, o a la que aspira el zen. Yo lo que quiero es que, cuando terminemos de leer la contratapa, nos miremos y digamos: “Qué bueno”. A mí lo único que me interesa de la literatura, o lo que más me interesa de la literatura, es la comunión. Si no, la literatura sería una actividad narcisista y ombliguista, lo que me resulta bastante irritante.

Leer a Forn es decir, como en un suspiro: “Qué bueno”. O gritar el 5-4 del club del que sos hincha en el último minuto de descuento.

(*) Periodista. Profesor de Deportea.