Quienes conocieron mucho a María aseguran que era fenomenal. Quienes apenas la tratamos pero disfrutamos de la brillantez de su obra podemos afirmar lo mismo. María Ullivarri fue historiadora impecable, militante, árbitra de boxeo y muchas cuestiones más. Su trabajo tuvo -y, como seguirá siendo imprescindible, corresponde decirlo en presente y en futuro: tiene y tendrá- un rasgo que el mundo académico no siempre regala: está escrito con una belleza narrativa que lo vuelve encantador. Lógico: María sabía poner el ojo y el corazón en la sensibilidad en la literatura y, en particular, en observar los modos de contar al boxeo de Julio Cortázar, de Roberto Arlt, de Osvaldo Soriano y de los grandes cronistas del cuadrilátero. Investigadora del Conicet, docente en la Umet, sus indagaciones sobre la clase obrera en la Argentina y, en particular, sobre Tucumán resultan valiosísisimas. Y su aporte al deporte desde las ciencias sociales queda plasmado en su serie de trabajos sobre el boxeo, esa actividad con la que se identificó tanto que («contengo multitudes», sintetizaría el maestro Walt Whitman) se volvió alguien capaz de administrar justicias arriba de los rings. «El oficio de las piñas. Boxeo, trabajo y tiempo libre en la Buenos aires de entreguerras», «Aproximaciones al boxeo en el Buenos Aires de los años veinte», «Algunas consideraciones sobre el proceso de investigar sobre historia del boxeo», «El oficio de boxeador. Masculinidades, deporte y trabajo en la Buenos Aires del temprano siglo XX» y «Berretín de boxeador. Trabajo, deporte y espectáculo en la entreguerra porteña» son algunas de sus construcciones imperdibles.
María falleció el 19 de noviembre luego de pelear mucho contra una de las enfermedades fuleras que hacen que nos enojemos con la vida y con la muerte. Leerla es un buen homenaje.
Su artículo «Pelear para vivir: el boxeo como trabajo», publicado en La Nación Trabajadora, es una joya. Dice ahí: «El boxeo es un trabajo de riesgo y por eso está enredado con estímulos y percepciones sensoriales que provocan químicamente sensaciones de placer, éxtasis y dolor inalcanzables para los no practicantes. El boxeo les devuelve experiencias y vivencias que convierten a la profesión en un espacio de deseo y de sufrimiento. Por eso, solo una profunda relación de amor entre el boxeo y el boxeador puede explicar la sostenida vocación se sacrificio que estos hombres abrazan». Este es el material entero: https://lanaciontrabajadora.com/…/el-boxeo-como-trabajo/
Hasta todas las memorias, María.