Por Daniel Guiñazú (*)
Quien esto escribe tenía 22 años y hacía sus primeras armas en el periodismo de la radio. Trabajaba sábado y domingo en el equipo Fútbol Color de Miguel Angel de Renzis por LS6 Radio del Pueblo. El comentarista de la B era Mario Trucco. Y Mario no estaba ahí porque sí. Además de jerarquizar la transmisión con su impecable manejo del idioma, con su buen decir, con su entendimiento certero del juego y con su impecable manejo de los tiempos (nunca era largo ni corto, hablaba lo necesario), Mario, que desde Mar del Plata había desembarcado en Radio Belgrano en 1967 de la mano de Fioravanti, que había comentado a su lado las consagraciones de Racing ante Celtic en 1967 y de Estudiantes ante Manchester United en 1968, que a principios de los ‘70 había armado una dupla muy sólida con Yiyo Arangio en Radio Libertad y Radio Splendid y que había comentado por Tv la final Argentina-Holanda de 1978, escuchaba la transmisión con los oídos sensibles de un maestro.
Obviamente, nada les decía a los periodistas más grandes, con más recorrido. Pero a nosotros los pibes (Saul Pomaraz, David Carlín, Jorge Vilariño Vázquez, Héctor Gallo y quien esto escribe entre otros) nos prestaba atención especial. Si alguna nota o comentario habían sido muy largos, si se había dicho algo que no había quedado claro o nos había notado distraídos o desconcentrados en alguna entrada, los lunes en la tira que teníamos de 17.30 a 19 en Radio del Pueblo, nos llamaba aparte y con respeto, pero con firmeza, nos marcaba el error y nos aconsejaba para no repetirlo. A Mario no se lo discutía, se lo acataba. Escucharlo era una buena manera de ser mejores.
Una vez en alguna conexión dije que algún jugador no podía jugar en Primera. De Renzis no le daba atención a esas cosas, preocupado como estaba porque entrara toda la carpeta de avisos. Pero Trucco si. El lunes me llamó aparte y en un rincón de los viejos estudios del segundo piso de Uruguay 1237 me dio una lección inolvidable.
-Mira, un jugador antes de llegar a primera hizo cinco o seis años en inferiores y jugó 30 partidos por año, así que puede jugar en Primera. Decir que no puede jugar es una falta de respeto y los periodistas les debemos respeto a los jugadores, a los técnicos y a los árbitros. Así que la próxima vez, no digas eso. Si para vos un jugador jugó mal, explica por qué, analizá el partido y decí en que falló, pero no digas que no puede jugar porque no es así.
Mario Trucco fue una eminencia del periodismo deportivo argentino. De los tiempos en que los partidos se relataban y comentaban desde la cancha y no delante de las pantallas de televisión. Salvo en Radio Rivadavia, Mitre y Continental, salvo con Muñoz y con Víctor Hugo Morales estuvo en todas las radios
y con todos los relatores. Y en todas las radios y con todos los relatores dejó el sello indeleble de su jerarquía profesional y humana, de su ética intachable, de su bonhomía y su compañerismo. Para él no había partidos chicos ni grandes. Brilló en la Bombonera, en el Monumental, en Avellaneda y en Rosario. Pero también en la cancha de Nueva Chicago, en la de Morón y en la de Almirante Brown.
Fue un periodista creíble y honesto, de sólida formación en la prensa gráfica marplatense de los 50 y los ’60 y que nunca creyó ser “el guitarrista de Gardel” como gritó en una habitación de hotel de Buenos Aires cuando a fines de 1966, desde la Cabalgata Deportiva Gilette le confirmaron que iba a ser el comentarista de Fioravanti e iba a conocer el mundo a su lado. Su palabra tenía prestigio, era respetada por todos los protagonistas del fútbol. Y la siguió teniendo casi hasta el último instante de su vida. A los 92 años, todavía daba charlas y participaba de reuniones en su Mar del Plata en las que todos se callaban cuando Mario recordaba con fidelidad total y fino humor, un partido, una pelea, un personaje, una comida, un viaje, una anécdota,
Mario Trucco fue el maestro de cancha y de vida de Alejandro Apo, un segundo padre en tiempos difíciles. Apo alguna vez me dijo que si Mario hubiera vivido más tiempo en Buenos Aires, hubiera circulado por determinados ambientes y hubiera dado determinados abrazos, habría sido el periodista deportivo más importante y mejor pago del país. Pero él prefirió ser fiel a si mismo, a su gente y a sus grandes pasiones que honró hasta el final: Mar del Plata, el periodismo, el deporte, el tango y desde luego, su familia y sus amigos.
En mi vida. Mario Trucco ocupa un lugar muy importante: en el principio de un oficio de cuatro largas décadas, sus consejos fueron una brújula que siempre me marcó un norte. Ya no para ser rico y famoso (que nunca lo fue ni lo quiso ser) sino para ser simplemente, un periodista, un hombre digno. Como lo fue él a lo largo de su vida y lo será para siempre ahora que entró a ser recuerdo.
(*) Periodista y docente en Deportea.