Por Héctor O. Becerra (*)
Desde tiempos inmemoriales la ética ha marchado de la mano de la moral y por eso nunca ha gozado de muchas simpatías ya que al parecer el humano ha sido creado por Dios con el inconmensurable atributo de la libre determinación, hasta que aconteció lo del Paraíso perdido. El castigo por haber comido de la fruta prohibida nos trajo la vergüenza. De allí que empezamos a entender de límites a partir de su transgresión más que de su obediencia. La historia marca que siempre nos cuesta bastante trabajo tener que atenernos a ciertas costumbres o consejos o normas, ni hablemos de las leyes.
Hemos celebrado con agrado que la filosofía moderna decretara la independencia de la ética y le permitiera ser menos normativa para pasar a ejercer un papel de reflexióny de entendimiento y el periodismo acoge gustoso la buena nueva porque a pesar de ser una ciencia joven carga incómoda la mochila de la deontología periodística. Sin embargo, los deberes vienen también de la mano de algunos derechos que resultan contenedores a la hora de llevar adelante una práctica que no sólo depende del periodista.
Recordemos que si bien es cierto que el periodista trabaja para un medio y le debe a éste su conocimiento y su fuerza de trabajo, su primer compromiso es con el público que está ávido de recibir una información que le pertenece. Esa relación periodista-medio-público hace que la práctica periodística no transcurra precisamente en paz y armonía mucho menos cuando el medio exige la primicia no sólo para beneplácito del público; sino para fortalecer las ventas y dejar conformes a los accionistas.
El periodismo como el deporte es una práctica condicionada por la pasión, por el amor, por los intereses y, fundamentalmente, por el apuro… Pocas veces se entiende y menos se pone en práctica aquello del “vísteme despacio que tengo prisa”. El apuro por la primicia, por el cierre empujan al periodista al equívoco lo que se repara con la autocrítica, la reflexión acerca de lo que hicimos correctamente y lo que no pudimos hacer. El periodista que se anima a la autocrítica se ampara en el derecho a la rectificación; pero, su disculpa deberá ser rápida, visible y sincera.
Freud nos enseña que la reflexión acerca de uno mismo es necesaria; pero,no es suficiente y entonces inventa la figura del psicoanalista que es aquel que toma a su cargo la reflexión del paciente y la trata de objetivar para darle potencia a la cura. Cómo en definitiva la práctica del psicoanálisis no es otra cosa que una práctica del lenguaje no sorprende que en el terreno del periodismo sucedan cosas parecidas: la dificultad del periodista para poner en práctica la autocrítica hace necesario la introducción de otra instancia moderadora que es la autorregulación.
La primera función de la autorregulación es formular públicamente las normas que deben guiar y orientar la actividad periodística. En este sentido, la autorregulación se relaciona fundamentalmente con la moral y la ética, aunque también con el derecho y las normas jurídicas. Por eso el derecho marcha muy cerca del periodismo y esto lo sabía Mariano Moreno que antes de ser político y periodista, fundador de La Gaceta, fue doctor en leyes. La autorregulación es una instancia de objetivación como la del psicoanalista, como la del juez, como la del docente.
¿Y en el caso del periodismo quién cumple esa función?
Entendemos,queen el contexto social, en las vinculaciones entre el pensamiento y la acción entre lo que se debería haber hecho y lo que pudo hacerse. Cuando el periodista se relaciona con sus colegas, con periodistas de mayor experiencia, con profesionales de otras disciplinas y, fundamentalmente, con los ciudadanos. La producción periodística tiene como objeto principal llegar al público; pero, una vez que este objetivo se ha cumplido viene la ambulancia levantando heridos; es decir, la información tiene consecuencias…, a tal punto que el director de una emisora radial de EE.UU. a mediados del siglo XX descubrió las noticias autogeneradas, noticias que influenciaban los hechos, que los determinaban inclusive. No es historia, lo vemos cotidianamente.
Hicimos mención a la importancia del contexto social como motor de la autorregulación. Qué lugar podría ser más propicio para su puesta en práctica que una escuela de periodismo el lugar donde aprendemos, donde copiamos loque nos gusta y criticamos lo que nos disgusta. Lo que nos interesa destacar para finalizar esel producto de un trabajo colectivo,de muchos años, de todos los miembros de Tea y Deportea. Ese producto, ese trabajo conjunto permitió que la crítica hacia el periodismo que se hizo y la propuesta de aquel otro que se debería haber hecho dejó el estilo narrativo propio de un lugar académico: notas, informes, clases, etcétera y mutó en notas periodísticas.
Hemos logrado un estilo narrativo donde leemos, investigamos y fundamentalmente criticamos y buscamos un estilo narrativo que interese a nuestros lectores y los lectores se interesan. Hoy estamos celebrando la aparición de la decimosegunda nota de ética periodística en la sección que lleva el mismo nombre. Quiere decir que el lector tiene interés no sólo en lo que se informa; sino, también en cómo se hizo para informar de allí que incorporamos cuáles son los deberes y derechos que guiaron al periodista, al medio, inclusive al público. Una tarea como la narrada nos torna humildes y agradecidos.
(*) Psicólogo, escritor y docente. Profesor de Ética y Deontología Profesional en Deportea.