Por Valentino Gentile y Tomás Deraiopian
A la hora de hablar sobre Diego Armando Maradona, difícilmente se encuentre un tema que no se haya abordado. Los goles a los ingleses en el 86, sus hazañas en el Nápoli y las múltiples anécdotas que rodearon su vida ya han sido repetidos hasta el hartazgo en libros, documentales y programas de televisión. Sin embargo, gracias a personas como Raúl Papalardo, aún quedan puntos de vista alternativos para recordar a quien fue, según muchos, el mejor jugador que haya pisado una cancha de fútbol en la historia.
Papalardo tiene 51 años y es de Bahía Blanca. Quizás su nombre no suene familiar al no trabajar en medios tradicionales que emiten desde Buenos Aires, pero desde hace años que se desempeña como documentalista, trayendo desde sus recuerdos las historias de grandes deportistas y equipos locales. Su último trabajo es “Yo jugué con Dios”, un documental que retrata los días que Maradona y su familia pasaron en 1992 en Marisol, un pequeño balneario ubicado a 200 kilómetros de Bahía Blanca.
A poco de retomar su carrera e incorporarse al Sevilla luego de la sanción por doping aplicada en Napoli, Diego jugó tres partidos a beneficio en la localidad costera, que fueron registrados en video y que aparecen en el documental. Pero, a su vez, el trabajo contiene imágenes inéditas de la cotidianeidad del ídolo en sus vacaciones, que fueron obtenidas por Papalardo a lo largo de cuatro años de reporteo, con el esfuerzo extra que implica desarrollar esta clase de materiales de manera independiente.
“Yo jugué con Dios”, que además cuenta con los testimonios de Fernando Signorini y Lalo Maradona, entre otros, ya fue proyectada a sala llena en Bahía Blanca el 30 de octubre del 2023. Pese a las dificultades logísticas y económicas que conlleva, Papalardo espera poder traer el documental a Buenos Aires en los próximos meses, y de esta manera mostrar un costado de Diego Maradona nunca antes visto.
-¿Por qué surge “Yo Jugué con Dios”?
-Yo me fui de vacaciones en los últimos cuatro años a Marisol. Sabía que después de cierta hora me iba a aburrir porque era un lugar muy tranquilo y siempre supe que Maradona había jugado ahí porque cuando era pibe se comentaba «che, Maradona va a jugar con una gente de Dorrego», esas cosas que se escuchaban del boca en boca. Así que, en una de esas vacaciones, me llevé la cámara y cuando llegué, al segundo día, contacté con la gente que lo había recibido en su momento, que son Martín Bahía y Pablo Bahía, padre e hijo. Las primeras veces no me conocían tanto, pero mi suegro justo los conocía y ahí más o menos se abrieron. Empezaron a darme material, fotos, cassettes inéditos. Y empecé a hacer el documental con Diego vivo, hace casi cuatro años.
-Empezaste el documental en 2020, ¿por qué no lo terminaste ese mismo año?
-Cuando Diego murió no me bancaba editar el video, me largaba a llorar. Encima la estábamos pasando mal con la pandemia. Estuve como un año y medio sin ganas de nada, hice otros documentales de acá de Bahía y después, bueno, volví y salió todo bien. Fue un laburo de hormiga, aparte no tiene precio el tiempo que le dediqué. Lo hice solo, con ayuda de alguien que siempre te da una mano, pero yo me dediqué a filmar, a editar, a escanear las fotos. Hasta el día de hoy me sigue llegando material, cada vez se descubren más cosas de Diego.
-¿Cómo es trabajar de manera independiente en la producción de documentales?
-El desafío mío es hacer una historia y después hacer el documental. A medida que hice distintos documentales fui mejorando. El primero fue en DVD, me acuerdo que salían 100 pesos e hice y vendí 400 gracias al boca en boca. Después, hay empresas de acá que siempre me ayudan. Federico Susbielles, intendente de Bahía, desde el primer momento siempre me dio una mano. Para un documental, no tenés que pensar en venderlo o en publicidad porque te amargás. Primero, tenés que hacerlo y después ves, pero siempre estás al límite. La cultura, el cine, todo eso está siempre a lo último. El de Maradona es el primer documental con el que vendo la entrada porque tenía que pagar los gastos, que son incalculables, porque registré el logo, registré las imágenes.
-¿Cuáles son las satisfacciones y las dificultades de trabajar de manera independiente?
-La satisfacción es que a la gente le guste. Ver a la gente que te felicita o que se emociona. O cuando hacés documentales sobre los tipos que jugaban al fútbol de antes, los ves tan grandes y que no te olvidaste de ellos y eso no tiene precio. Hice un documental sobre Tiro Federal, en el que se cumplían 40 años del ascenso del 83, y en primera fila estaban todos los que eran mis ídolos de pibe. Los veías y se abrazaban, y para uno, que es futbolero, no tiene precio. La contra es que tenés que ir a venderlo. Yo tengo todo el equipo, tengo la edición, tengo cámara, tengo micrófono, iluminador, no me puedo quejar. Se le complicaría a un pibe que arranca y que no tiene nada.
-¿Tenés una tendencia a centrarte en historias locales?
-Sí, hay un montón de historias, cada vez que andás descubrís más. El otro día, un hombre andaba vendiendo en la calle, no sé si lapiceras o medias, y alguien me dice «este tipo fue goleador de Colón, jugó Libertadores en Paraguay». Y hoy el tipo está vendiendo medias, entonces decís, qué loca esta historia. Siempre estoy buscando la idea. El olvido es feo, que a los jugadores no se les recuerde. Ahora estoy descansando y tratando de pasar el documental en Buenos Aires, en La Plata. Pero estoy solo y no tengo espalda, porque esto es independiente. Yo calculo que alguna chance de pasarlo voy a tener.
-De regreso a Marisol, ¿cómo describirías el lugar para alguien que no lo conoce?
-La playa es muy tranquila, una playa increíble. Si uno busca tranquilidad, tiene que ir ahí. Diego fue por primera vez en el 83 porque el médico, que era de Tres Arroyos, le dijo que fuera a descansar. Después volvió en el 92, con la familia. Yo calculo que ahí fue el único lugar donde las nenas estuvieron felices, jugaban afuera de la casa, nadie las molestaba. Diego jugaba todo el día a la pelota en la playa. Organizó tres partidos a beneficio en cinco días. Jugó en Oriente primero, con un equipo de una radio de Dorrego, después jugó en la localidad de De la Garma, donde se encuentra el primer estadio del mundo que se llama Diego Maradona. Y jugó el último en Tres Arroyos, donde, con la plata recaudada, se hizo un centro de día para chicos discapacitados que todavía funciona. Ahí estaba el Diego de Fiorito. Después se fue al Sevilla.
-¿Hay imágenes inéditas en “Yo jugué con Dios”?
-Tengo muchas imágenes de Diego con las nenas, comiendo un asado, hablando. Todos los documentales de Diego que vi muestran lo mismo, lo que ya se vio, los goles a los ingleses, lo de Boca. Esto pasa por otro lado, es futbolístico también, pero hay una historia más humana.
-¿Tenés pensado llevar el documental a otras partes?
-Yo tengo la ilusión de viajar con el documental, pasarlo por Salta, Córdoba. Al ser independiente es complicado, pero calculo que se va a poder hacer.