Por Oscar Barnade (*)
El nombre de Ricardo Sabanes puede pasar inadvertido para la gran mayoría del público, de los lectores y para toda una generación. La noticia de su partida, después de cuatro años de pelear contra un cáncer de próstata, es lejana para los jóvenes futuros periodistas deportivos. Como con Ricardo, sucedió, sucede y sucederá para muchos.
Sin embargo, cuando alguien tenga en sus manos un libro que lo atrape hasta devorarlo, sea de Editorial Planeta, de Club House o Zona de Tackle, ahí estará su impronta. Basta recordar que uno de los libros más leídos de la década del 90 fue Yo soy el Diego de la gente, con 330 mil ejemplares.
Se podría pensar que la figura de Maradona tiene su propio peso específico. Es cierto. Pero Sabanes tenía la capacidad de detectar éxitos editoriales como ninguno. Fue ese libro y muchos más.
Después de dos décadas como director editorial del Grupo Planeta en la Argentina, Sabanes fundó su propia editorial y se dedicó a difundir una de sus pasiones: literatura sobre rugby. Aunque no fue el único deporte.
“Ricardo Sabanes, el hombre que piensa el rugby en forma de libro”, tituló una nota Jorge Búsico que se publicó en La Nación el 5 de abril de 2017. Allí, lo pinta de cuerpo entero. “Bajo su ojo agudo y su pluma flemática, en estos últimos años han emergido decenas de libros de rugby que vinieron a ocupar el espacio vacío que, salvo algunas honrosas excepciones y por lo general con escaso apoyo, tenía la biblioteca del rugby argentino. Con sus dos sellos, Zona de Tackle (“donde se define un partido de rugby”) y Club House, Sabanes editó “El Legado” (libro sobre los All Blacks que va por su edición número 11), “Veco Villegas. Pasión por el Rugby”, “El principio de la presión”, “Ser Puma”, “El Rugido”, “Rugby didáctico” y “Rugby kids””
“Cuando me fui de la Editorial Planeta en 2013, enseguida supe que mi camino era seguir con los libros y con el rugby. Abrí el juego a otros deportes (editó también libros de tenis, fútbol, polo y otras historias del deporte desde el lado sociológico), pero pisé sobre el terreno más seguro, que es el rugby”, contó entonces en aquella nota. Ya estaban publicados los libros institucionales de Buenos Aires Cricket & Rugby Club, Deportiva Francesa, Old Georgian y Champagnat. En camino están el de San Cirano y el del CEC (los ex alumnos del Liceo Militar). También en camino hay otro proyecto que ahora finalizaremos con Búsico y Víctor Raffo.
Fue en esta etapa en la que lo conocí, allá por 2013. Nuestra primera reunión fue en El Ateneo de Avenida Santa Fe, una de las librerías más lindas del mundo. Me contó de sus proyectos en carpeta y de la confianza depositada por la recomendación de Búsico. También que la idea era trabajar con Raffo, a quien conocía pero nunca habíamos encarado una tarea conjunta. Esa empatía inicial se fue consolidando a lo largo de nueve años.
Además de los seis libros de los clubes de rugby que hicimos y están por publicarse, para el Mundial 2014 me propuso hacer un libro sobre el seleccionado argentino. Todo sobre la Selección, lo hicimos con Waldemar Iglesias. La edición es un lujo, tanto en el diseño como en la calidad de impresión. Así trabajaba.
También me convocó para colaborar en El Rugido, de Jorge Búsico, y 50 Impactos del fútbol argentino, de Daniel Dionisi. Hubo una reunión inicial con Ezequiel Fernández Moores y Christian Rémoli para plasmar en un libro el documental El Fútbol es Historia, del que quedó fascinado.
Con el paso del tiempo, Sabanes lograba que la relación profesional entre el editor y el escriba superara barreras. Las charlas sobre viajes, literaturas y otras yerbas se sucedían. El gusto compartido por la buena bebida, especialmente el whisky, generó tertulias inolvidables. No era una relación de amistad, pero se le parecía.
Voy a tomar como propias las palabras de despedida que le dedicó Jorge Búsico, quien sí era su amigo, en una de sus redes sociales: “Adiós, Dear Richard. No me sale escribir algo coherente ahora, ya lo haré. Siento como que me falta un pedazo. Extrañaré nuestras largas charlas, como esta última que tuvimos cara a cara, cerrando un proyecto que ahora, sin vos, quedó trunco. Extrañaré nuestras charlas de rugby, de rock, de River, de libros, de los chicos que entrenabas en Cirano, de la madre patria. Mi amigo, mi editor, mi puerta al mundo literario. Tenías una clase poco común. Te imagino, y seguro que es así, en The Stoop, después de ver a Harlequins, tomando un whisky, sonriendo y lanzando tu clásico Cheers. Vuela alto, amigo”.
(*) Periodista y docente de Deportea.