Futbolista profesional durante casi dos décadas, defensor con las camisetas de Newell’s, Corinthians, Estudiantes, América de México, Vélez y la Selección Argentina, lector voraz y muy amplio, Sebastián Domínguez conoce el mundo de la comunicación desde más de un lugar. Lo entrevistaron mil veces y ahora es, entre otras cosas, entrevistador de futbolistas en un ciclo que se exhibe en la cadena ESPN, para la cual, además, analiza partidos de fútbol. Desde esa condición múltiple -y acaso abastecido por ser generador de la saga de libros Pelota de papel, en la que futbolistas escriben cuentos-, desmenuza el escenario que liga y desliga a los jugadores con los periodistas, con los medios y con el poder comunicacional.
– ¿Cómo evaluás el lazo de los futbolistas con los periodistas, con los medios, con la industria de la comunicación?
– Es una relación que nos pesa. Tenemos la sensación de que no podemos decir lo que pensamos sin culpa. Respondemos con la cabeza puesta en el rebote de lo que digamos. Hablamos evaluando si los periodistas nos cuidarán o no nos cuidarán. Es algo que nos genera una preocupación.
– O sea que se hace complicado ser genuino.
– Tal cual. En el fútbol, decir siempre la verdad te vuelve vulnerable y te expone.
– Es decir que además de maneras de moverse en la cancha o de pegarle a la pelota, la formación de los futbolistas debería incluir cómo entender y cómo comportarse con el periodismo y con la industria de la comunicación.
– En mi carrera sólo tuve una experiencia de ese tipo cuando jugaba en el América de México. Hicimos un curso. Básicamente, nos enseñaron cómo ser cordiales y, a la vez, cómo protegernos. Lo digo de otra manera: nos enseñaron a dar algo sin dar todo, a elaborar un vínculo amable que no nos expusiera, a expresarnos sin vaciar el concepto pero con cuidado.
– ¿Un ejemplo?
– Va uno muy básico: no es igual decirle al periodismo «no jugamos bien» que soltarle «jugamos mal».
– ¿Es una relación construida desde el temor?
– Muchas veces tenemos miedos, claro que sí. Pero, más que miedo al periodista, el futbolista teme cómo van a ser interpretados sus dichos, teme cómo quien está del otro lado de la conversación irá en la búsqueda del impacto. Siempre me dolió ver títulos que malinterpretan lo que los futbolistas manifestamos. Por ahí te cruzás con una nota titulada «La insólita razón por la que el jugador X dejó la Selección»: luego leés y ese muchacho está contando que se baja del equipo porque algún familiar tiene un problema oncológico. Está claro que no es lo mismo.
– ¿Y este es un tema de conversación entre los futbolistas?
-Los futbolistas hablamos entre nosotros sobre los periodistas. Y mucho. Nos transferimos las experiencias, nos consultamos sobre quiénes son. Es un procedimiento parecido al que a veces usamos cuando nos toca jugar contra alguien. Si un colega marcó al rival que te toca enfrentar y con ese colega hay confianza, lo llamás y le preguntás detalles que te ayuden a encarar lo que viene. En la consulta con los compañeros sobre el periodismo verificás que es un vínculo que, como dije, puede tener que ver con el miedo, pero, por suerte, en otros casos, tiene que ver con el respeto profesional y personal.
– Si quitamos por un momento de la escena lo que compete a los periodistas y a los medios, a sus conductas y a sus lógicas dominantes, ¿qué parte de responsabilidad le cabe al jugador en que esa relación cargue con todo lo que contás?
– Se me ocurre que del lado de los jugadores suele intervenir la falta de formación para construir y cuidar un discurso. Eso, más allá del fútbol, está ligado con los problemas educativos que atraviesan a la Argentina. Siempre se puede decir lo que uno quiere, pero hay que saber encontrar las formas.
– ¿Qué te sorprendió y qué te sorprende para bien en las conductas del periodismo deportivo?
– Me gusta cuando un periodista logra interpretar lo que le pasa al futbolista. De verdad que es grato leer o escuchar a alguien que consigue hacer su análisis ubicando al futbolista como una persona que hace lo que hace en unas condiciones determinadas, en contexto complejos y específicos a los que corresponde atender y entender. Desde luego, me gusta cuando se deja de lado el impacto. Y también me gusta cuando un periodista expresa una lectura del juego clara.
-¿Y qué te provoca rechazo?
-Cuando se transfigura lo que alguien dijo, lo que dijimos. Ahí me atrapa una sensación de injusticia muy grande. Hay expresiones que están muy claras en la charla y después sale otra cosa. Inclusive hay ocasiones en las que hasta pactamos qué queremos decir en algunos temas para que quede bien nítida la idea. Y sale otra cosa, hasta lo contrario. Un argumento frecuente que nos dan para justificar ese cambio en lo que expresamos ya es un clásico: «Fue mi editor». Como sea, te sentís traicionado. Y, erróneamente, generalizás por esos casos. Digo que es erróneo porque hay que tomarse al tiempo para reparar en que, así como todos los futbolistas no somos iguales, los o las periodistas tampoco lo son.
– Hay jugadores y hay periodistas que se quejan de que el periodismo dedicado al fútbol poco habla, justamente, de fútbol, y hay quienes replican que el juego no es lo que despierta interés. ¿Cómo pensás ese escenario?
-Mi impresión es que la gente se apasiona con el fútbol cuando ve que hay situaciones del juego y de la periferia del juego que se parecen a lo que pasa en la vida o que, directamente, representan a la vida. Hay un ejemplo que se usa mucho: si alguien tiene a un compañero como para darle un pase de gol y le da o no le da la pelota, eso, en general, transparenta cómo actuará en el resto de sus cosas. Los noventa minutos de la cancha tienen una correlación alta con lo que es el resto de la vida. Es muy difícil ver a alguien solidario y con sentido de equipo en el juego que no lo sea en otros ámbitos. El fútbol muestra mucho de lo cotidiano. Percibir que el fútbol es portador de toda esa complejidad nos da otra relación con el deporte, percibir todo eso nos ayuda a entender de qué hablamos cuando nos ponemos a hablar de fútbol. Estoy seguro de que el fútbol es un gran camino para contar situaciones de la vida, un punto de inicio para otras cosas. Y no dudo de que muchísima gente es mucho más receptiva a la sensibilidad aparentemente sencilla de las historias que a lo supuestamente explosivo de alguna nota.
-¿Qué otro saber sobre el fútbol te parece valioso en quienes hacen periodismo?
-Me parece interesante que los periodistas jueguen al fútbol para tener ciertas sensaciones. No estoy planteando que lo jueguen profesionalmente. Hablo de jugarlo con amigos, que es un modo de ser perceptivo de algunas cuestiones. A partir de allí, aparece otro saber que implica situar al fútbol profesional como negocio y como mundo de negocios, una trama que arma una olla a presión en la que la gente es el termómetro y dentro de la que el futbolista sale a jugar.
-¿Qué valora un futbolista de un o de una periodista?
-Que sea buena persona. Buena persona en el sentido amplio de lo que entendemos como buena persona. Lo valoramos mucho. Y valoramos, además, que el periodista sea alguien que comprenda el sentido de lo que quisiste decir. La prueba de esa valoración es que cuando se dan esas características, el vínculo no se rompe. Cuando, en cambio, el ciclo es al revés, el vínculo es pasajero: tendrás una vez una nota resonante, pero la relación con el jugador no perdurará. Los jugadores valoramos tener enfrente a alguien que sea ético y honesto. Y me surge importante marcar que eso no implica ser condescendiente porque ser condescendiente es un rasgo que no resulta precisamente una virtud.
-¿Qué te sucede cuando alguien anuncia «tenemos un programa muy caliente» o «tenemos una bomba»?
-Es la forma más primitiva de decir que tenés pocas cosas para contar pero necesitás que te escuchen.
-¿Cómo gravita tu historia como futbolista en tu trabajo como analista del juego y entrevistador de grandes figuras del fútbol?
-Desde un primer momento, celebro darme cuenta de que puedo intentar cambiar desde adentro las cosas que no me gustaban cuando jugaba. Puedo procurar hacer lo que hago desde una perspectiva que me parece correcta. Creo que desde afuera no tendría el mismo impacto.
-¿Y cómo hacés ese trabajo?
-Tomando la experiencia de haber visto tantas cosas que me gustaron y que no me gustaron del periodismo, trato de ser genuino y de que el entrevistado note eso. Me importa pensar a las personas como personas. Y siempre intento ponerme en el lugar del otro. Tengo la posibilidad de trabajar como me hubiera gustado que trabajaran conmigo.