Por Andrés Mazzeo (*)
El peligro de la abstinencia es la recaída. Tantos meses sin fútbol, con viejos partidos que solo movían una mirada nostálgica o una sonrisa desapasionada, debían tener por consecuencia una mayor demanda cuando la pelota volviera a rodar en la pandemia. La definición de la Champions, el inicio de la Libertadores y las ligas europeas han registrado marcas de audiencia superiores a los años anteriores.
En lo formal, el fútbol solo precisa de jugadores, una pelota y dos arcos, pero en lo esencial el fútbol es mucho más que eso. César Luis Menotti y Marcelo Bielsa, entre otros, resaltaron la importancia de los espectadores en los partidos, pero para el show televisivo del fútbol esa importancia parece ser parcial, especialmente en una época en la que el regreso masivo de público a las canchas no se vislumbra cercano.
Descartadas las gigantografías de hinchas por exceso de irrealidad, el audio ambiente manejado con destreza por algún encargado de sonido, que distribuye ovaciones y silbidos de acuerdo a las situaciones del juego, fue aceptado con mucha más naturalidad.
Quizá el show podría avanzar un paso más y este sonido podría ser acompañado también por imágenes de las hinchadas en partidos anteriores festejando un gol. En el caso del fútbol argentino, esto tendría un valor agregado ya que permitiría el regreso de las dos parcialidades compartiendo un espacio virtual. Cualquier conquista de Borré o de Salvio de visitantes en un clásico podría ser acompañada por imágenes de los hinchas de River o de Boca festejando un gol de Cavenaghi en la Bombonera o de Palermo en el Monumental. Se podría así volver a vivir la “verdadera fiesta del fútbol”.
El cine y el teatro precisan de una cierta complicidad del espectador. Los enamorados están enamorados y punto, no son actores y actrices que no solo no lo están sino que han estado peleando su lugar en el cartel o los títulos hasta poco antes del estreno. Y si el o la protagonista sufren, sufrimos con ellos, no nos despreocupamos porque sabemos que están actuando. Sin ese acuerdo de credulidad, sin ese guiño, el teatro y el cine no existirían.
El fútbol televisado parece estar haciendo una apuesta similar. Creemos que pasa lo que en realidad no pasa tal como lo percibimos, pero el fútbol no tiene simplemente espectadores, tiene hinchas; no es solo un hecho estético, el fútbol involucra también pasiones. La pregunta es, ¿cuál es el límite de credulidad que están dispuestos a aceptar los hinchas en el show televisivo del fútbol?
(*) Docente y codirector de Estudios de Deportea.