Por Matías Baldo (*)
Todo nace a partir de una idea: que el futuro del periodismo no está en los grandes medios, sino en las firmas. Con esa convicción abandoné hace dos años uno de los medios más importantes del país, disconforme con su modelo y con mi papel en su engranaje, para empezar a recorrer un camino sinuoso y plagado de dificultades que la pandemia complicó aún más.
Porque si bien la independencia hoy parece más accesible, con las redes sociales y las plataformas de streaming como vías democráticas para difundir el contenido, lo cierto es que afianzarse y transformar una idea en un proyecto sustentable y sostenible económicamente es un desafío casi inalcanzable. Lo más probable es fracasar en un mundo en el que perder es lo normal, tener dudas, querer abandonar, coquetear con la capitulación y volver a los lugares de los que te fuiste: me pasó una y otra vez, pero soy demasiado orgulloso como para dejar de intentarlo.
Habiendo tomado nota de mis errores en el pasado, en marzo recibí una oferta laboral que me daba cierto margen económico para encarar realmente mi independencia. Uno de los aprendizajes que me dejaron las fallidas experiencias anteriores es que la constancia es fundamental para afianzar el proyecto. El problema radica en compaginar tu iniciativa con tu trabajo y, por supuesto, tus cuestiones personales. Seamos realistas: los sueños son hermosos pero no siempre pagan las cuentas y hacer malabares hasta que tu idea sea rentable es una tarea desgastante que te absorbe.
Otra de las lecciones, tal vez la más importante de todas para almas impacientes como la mía, es que Roma no se construyó en un día. Aunque la ansiedad juega su papel, la única forma de acariciar el éxito -sea lo que sea eso- es dar pequeños pasos y trazarse objetivos realistas. Para esto es fundamental planificar, pensar a largo plazo e ir diseccionando el objetivo final en tareas más específicas y cercanas.
Esta introducción es para explicar cómo nació mi newsletter diario sobre los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, cuya primera edición salió publicada el 19 de julio. Cuando me senté a redifinir los tiempos, plazos y objetivos de mi proyecto personal, la cita olímpica apareció en mi horizonte como un mojón insoslayable. Como un equipo de diseñadores y programadores están trabajando actualmente en mi sitio web para su relanzamiento en septiembre, encontré en la newsletter un medio para publicar y seguir en contacto.
Yo ya tenía una base de suscriptores en mi newsletter, que había lanzado hace casi dos años pero cuya perioricidad había sido sumamente irregular. Siempre me pareció un formato hermoso por la intimidad que genera entre el periodista y su lector, que recibe el texto directamente en su mail. Fanático de los Juegos Olímpicos desde que tengo memoria, decidí reunir ambos mundos en estas ediciones diarias cuya intención era resumir y acercarle a los lectores las historias de un evento incómodo por su horario.
La repercusión superó notablemente mis expectativas y me permitió sacar otra conclusión que refuta la tendencia actual de varios medios: que el público ya no quiere leer. Considero que mis envíos fueron demasiado extensos para ser un contenido diario, y sin embargo nunca dejó de crecer: desde el 19 de julio tripliqué la cantidad de suscriptores. Muchos de ellos también eligieron premiar al proyecto con aportes económicos a través de la plataforma Cafecito y PayPal.
La dinámica no fue fácil pero logré sostenerla hasta los últimos días en los que me vi forzado a ponerle una pausa por síntomas de coronavirus que me dejaron de cama: mientras escribo estas líneas estoy esperando el resultado de mi hisopado con la tranquilidad de saber que estoy vacunado. Escribir sobre un mismo tema durante tantos días no es fácil. Sin embargo, otra vez quiero resaltar la importancia de la planificación: le dediqué las semanas previas al primer envío a preparar contenidos, buscar historias, recopilar información y hacer archivo.
El balance es sumamente positivo. Los mensajes de suscriptores y colegas, incluso de algunos que recomendaron mi boletín en sus propios newsletters, fueron emocionantes y representan un gran espaldarazo para aquella idea inicial de que existe un futuro por fuera de los medios tradicionales.
(*) Periodista. Estudió en Deportea. En tw @matiasbaldo