Por Federico Pineda y Matías Cavallero
Walter Saavedra se escabullía en los estadios de Mar del Plata para adentrarse en una cabina con su grabador y con la firme decisión de relatar para él mismo el partido que asomaba por delante de su nariz hasta que en una radio, gente enterada de su hábito, le abrió las puertas del relato deportivo. Cuarenta años transcurrieron desde sus inicios y el periodista pasó por distintas emisoras como América, Rivadavia, Mitre, Belgrano y Nacional, entre otras.
En el medio, atravesó mil historias y expandió su expresividad hacia la poesía y la prosa. Hoy, trabaja y relata para la radio SOL FM 91.5 de Santa Fe.
-¿Cómo hacés para mantener cautivo al oyente cuando tenés que relatar un partido en el que no hay acciones de peligro?
-Hay que extremar todos los recursos desde el punto de vista lingüístico y emocional. A veces, en los peores partidos me han salido los mejores relatos. Uno tiene que ir buscando por otro costado, las emociones que no te ofrece. El relator de radio no miente, sino que, en todo caso, exagera. Efectivamente los narradores somos exagerados. A veces decimos que la pelota pasó rozando el palo y pasó a dos metros. Estamos lejos de los jugadores y en la cabina de radio no hay un monitor como para revisar la jugada. Todo forma parte del momento y el trabajo con la palabra que uno hace.
-¿Preferís más la cancha o el estudio de radio?
-La cancha, toda la vida. En estos tiempos de pandemia, los clubes de Primera División se han puesto de acuerdo para no permitir el ingreso de parte de la prensa. Solo acreditan a los locales y no nos dejan otra alternativa. No me gusta para nada relatar por radio y mirando un televisor. Para mí es como hacer un karaoke en un bar a las 2 de la mañana. Uno se cree que canta y en realidad está haciendo la mímica.
-¿Qué diferencia hay para vos, como relator, en el hecho de que no haya público en las tribunas?
-Vos escuchás una transmisión de radio en estos días y sabés que los murmullos de fondo son de mentirita. Es una cinta grabada que reproduce constantemente el grito de una hinchada, pero que no está en la cancha. Hay un vacío. La cortina musical de fondo es una cosa con público y otra sin él. A veces cuesta meterse en clima. Me gusta llegar temprano para ir viendo cómo muta el estadio cada 15 o 20 minutos, porque, de repente, pasa de no haber nadie, se abren las puertas y tenés 500 personas, y se van agregando. Hace más de un año que no está sucediendo y es diferente. Es otro clima, casi de plástico.
-Algunos autores, artistas, relatan que en sus pinturas, textos o representaciones liberan emociones y se muestran tal cual son. ¿Qué liberas vos en tu relato? ¿Qué sentís en el momento de gritar un gol, cuando te salen las palabras?
-Soy un futbolista frustrado. Yo intenté jugar, me rompí la rodilla, me operaron, no quedé bien y no pude seguir. Para una persona que solamente tenía una pelota en la cabeza, a los 17 darse cuenta de que no podía seguir jugando al fútbol fue un mazazo. Yo salí a la calle a buscar al futbolista que ya no era, a encontrar laburo. De todos los oficios que tuve, casi ninguno me agradaba, no tenían que ver conmigo. Hasta que apareció la radio y me cambió la vida. Al transformarme en relator, soy un poco ese jugador.
Lo vivo con esa intensidad. El grito de gol es lo máximo que tenés en ese rol, Te sacás los perros del alma gritando un gol ajeno, que no te pertenece, que vos no hiciste. Es un trabajo con mucha emoción, es un arte. Relatar es leer en voz alta lo que los jugadores escriben con los pies. Cualquiera puede relatar, pero hacerlo bien es otro baile. Falta tener un buen caudal de voz, un buen golpe de vista, conocer el reglamento, tener gran dicción, cultura general y, fundamentalmente, un estilo. Muchos relatores hacen buenos covers, pero no son ellos, son el otro, son tributo.
-¿Ha habido diferencias en cuanto a la preparación del trabajo o el ánimo de cada fin de semana con esta nueva realidad?
-No me cambia en absoluto. Tengo un profundo amor por la radio y acabo de cumplir 40 años con ella. Preparo las transmisiones como lo he hecho normalmente: estoy toda la semana pensando en la próxima. Llego a la cancha con alegría y, si me toca hacerlo con el televisor, refunfuño de bronca. Una cosa es lo que te muestra el director de cámara, que por ahí se queda con un futbolista que se está atando los cordones del botín cuando a su alrededor están sucediendo cosas. Al margen de eso, lo vivo con gran intensidad. Relatar fútbol es felicidad pura.
-¿Cómo es tu diagrama de preparación de partidos?
-Siempre me fijo en los rivales, qué jugadores pueden llegar a estar presentes en ese partido, qué tipo de jugadores son. Me imagino delanteros de esos que habitualmente hacen goles, cuál es su apodo, reviso su biografía y algún hecho curioso de su vida que hayan experimentado. Cuando duermo o cuando sueño, hay jugadas en mi cabeza. Busco frases, palabras, metáforas, se me ocurre el título de una película que puede encajar perfecto, mismo en un libro. Trabajo mucho y me gusta producir las producciones, como para la previa.
-¿Cómo surgió la posibilidad de ser relator? ¿Tenés recuerdos de chico escuchando partidos en la radio?
-De pibe yo escuchaba, medio de rebote, lo que escuchaba mi padre, muy futbolero e hincha de Boca, allá en mi Mar del Plata natal. Con la pequeña radio Spika, salía al patio y escuchaba los partidos, fundamentalmente a Bernardino Veiga, que fue el primer relator en hacer la campaña de un equipo. Tengo esa musiquita aún en el oído. Cuando me frustré como futbolista, con los años apareció la posibilidad de colaborar con la única radio que había allá, y empecé a ir a las canchas de la Liga Marplatense a cubrir los partidos, sin salir al aire. Debía ver el partido, llamar a la radio, pasar el resultado a una persona que tomaba nota y se lo mandaba al que hacía estudios centrales. Eso duró más de dos años. Un día, después de tanto hacer eso, el cuerpo me pedía otra cosa: empecé a ir con un grabador y me relataba los partidos para mí, encerrado en una cabina. Cuando llegaba a casa a la noche, los escuchaba y, en un cuaderno, anotaba lo que me parecía bien y, especialmente, lo que tenía que corregir. En una ocasión me dieron la oportunidad de relatar un partido y no me separé más.
-¿Cómo elegís el lenguaje para expresarte en cada transmisión?
-Cuando empecé a relatar me encontré con una enorme dificultad. Todo lo que pude estudiar fue la escuela primaria, no pude seguir. Con las pocas palabras que me había dejado no me iba a alcanzar para hacer la transmisión de un partido de fútbol por radio porque necesitás manejar el léxico. Advertí, solo, que tenía que leer mucho. Me gustaba. Con el tiempo descubrí que decía palabras de esos escritores, de esas escritoras cuyos libros había consumido vorazmente. Las fui incorporando y eso mejoró mi idioma. Yo siempre conté con una ventaja extra: me gusta escribir y tengo ese manejo. Me dio una ayuda muy grande para embarcarme en una profesión tan importante como esta. De pibe yo iba con mi madre a las plazas donde había bibliotecas públicas. El libro que me marcó en la niñez fue Sandokán, la saga de libros de Emilio Salgari sobre piratas. Cuando comencé a leer, lo hacía muy desprolijamente, seguía a Borges o agarraba una novela de amor. Encontré la literatura que más se adecuaba a mí, la latinoamericana del boom de los años ‘70: García Márquez, Cortázar.
-¿Qué es lo que te atrapa más del ambiente futbolístico, teniendo en cuenta que has relatado más de un deporte? ¿Qué te hace seguir eligiéndolo?
-Tuve la fortuna de relatar mucho básquet y boxeo. Un narrador es capaz de relatar cualquier cosa. He trabajado como movilero en radio y narré un tiroteo, un incendio, la llegada del presidente Alfonsín en aquellos comienzos de la democracia argentina en mi ciudad y relatar desde que bajó del avión hasta que llegó al hotel. Como se tiene el manejo de la palabra y el ritmo, de repente se encuentra capacitado para dedicarse a otros rumbos, por algo hay tantos periodistas que han comenzado en deporte y han terminado haciendo periodismo en general. Esa es la visión que yo tengo: somos contadores de historias y tenemos esa facilidad. Empleamos muchas palabras en esa hora de previa, en los 90 minutos y en el post-partido. El fútbol contiene muchas cosas de la vida cotidiana, de la sociedad. De golpe, es un drama, súbitamente se convierte en una comedia, de enredos, pasa a tener un cierto humor y va constantemente subiendo y bajando, mutando. Es un gran espectáculo más allá del juego. Lo aleatorio, lo que contiene alrededor, el choripán en la cancha, los gritos de la monada: me seduce mucho ese ambiente.
-Juan Sasturain sostiene que todo en la vida es relato. ¿Qué opinás de esa frase?
-Seguramente mucho de eso hay. Nos suceden cosas que nosotros mismos contamos, o que nos cuentan otros, y todo eso no deja de ser un sinfín de relato, una historia.
-¿Qué recordás de los primeros partidos y del Mundial 1982 en plena dictadura?
-Fueron años muy traumáticos, sangrientos, macabros y dolorosos. En Mar del Plata perdí amigos de café, con los que me encontraba cotidianamente, y un día vi una silla vacía. El dueño me dijo que no fuera más, que estaban pasando cosas raras, que había chicos a los que habían chupado los militares. Encontré algunas respuestas en personas mayores a mí, militantes, que me fueron contando lo que entendían que estaba sucediendo. En 1981 la cosa había cambiado, estaba un poco más tranquilo. Yo vivía intensamente porque trabajaba en una metalúrgica y estaba empezando a ir al gremio para estudiar dactilografía. Tenía un laburito en un diario y debía escribir un comentario, me servía. Sentí un par de noches, cuando me tomaba el colectivo para volver a mi casa, que un Falcon verde seguía de atrás. Me bajaba, el Falcon paraba en la esquina y después de un rato se iba. Estábamos en sospecha todos los que íbamos a un gremio, en mi caso, a hacer algo tan inocente como aprender a escribir a máquina. Había que tener muchísimo cuidado. En esos mismos años, entré en un diario de Mar del Plata y, manejando algunas informaciones, me fui enterando de lo que el país descubrió años después. La gran cantidad de desaparecidos y todos los horrores que hicieron estos tipos.
-En épocas de aislamiento y la pandemia, ¿sentís a la radio como una compañera de la gente en este momento para que ese relato deportivo les haga compañía?
-Sí, pero no solo en las transmisiones deportivas. La radio se ha convertido en un vehículo de comunicación para millones de personas que están aisladas, solas o simplemente tiene dudas. Más allá de los errores que comete, la radio es la gran compañera de la gente. No ha perdido ese margen en el gusto popular, a pesar del avance de la televisión y toda la tecnología actual, de redes sociales y demás. Sigue siendo confiable y es una compañía. No ocupa lugar, no molesta. Está sobre la mesita de luz, arriba de la heladera o la llevas en tus oídos mientras corres o estás trabajando. La dieron por muerta muchas veces, pero está vivita y coleando. Es un elemento de primera necesidad.
-A raíz de las noticias que se difunden erróneamente o falsamente, ¿cómo crees que el periodismo fue involucionando o evolucionando en estos 40 años?
-Nuestra profesión se ha farandulizado. Sobre todo, el periodismo deportivo. En un fútbol como el nuestro, tan ventajero, tramposo, llenos de llorones, hay un periodismo radiolandia que le rinde más decir que el 4 sale con una ex Gran Hermano en lugar de analizar que el 4 pasa bien al ataque, pero retrocede. En la televisión, casi no se habla de fútbol; se grita de fútbol. Lo amo, pero no me gusta discutir sobre eso. Prefiero relatarlo.
-¿Qué aspectos modificó la tecnología y la inmediatez de la información al momento de preparar un relato?
-Es maravilloso lo que nos está sucediendo. Jamás voy a abonar aquella teoría de que todo tiempo pasado fue mejor . Antes, para encontrar datos de una ciudad donde iba a relatar un partido de fútbol tenía que ir a las bibliotecas públicas o consultar enciclopedias. Hoy, estás a un click de la información y te favorece el trabajo, pero hay que tener mucho cuidado porque hay noticias inexactas y falsas. Me gusta trabajar sobre esas cosas. Si voy a otro país a relatar un partido de fútbol, quiero saber cuál es la historia de esa ciudad, del estadio donde se va a jugar, y la tecnología ayuda mucho. En otra época, si no conseguíamos datos puntuales, teníamos que llamar por teléfono a algún colega que tuviera vinculación con el club al cual íbamos a relatar para que nos pasara alguna información. Es más sencillo… Hay que tener cuidado porque hay mucha noticia que es pescado podrido. Pero con un poco de experiencia, consultando distintas fuentes, terminás advirtiendo cuál es la real.
-Relataste durante más de 40 años de tu vida, ¿qué cosas fuiste agregando a tu relato y, sobre todo, qué cambios viste en el fútbol de hoy comparado con el de décadas atrás?
-Bueno, hay un gran cambio que todavía no llegó a la Argentina, pero está llegando y es el VAR. Yo lo detesto realmente de la manera en la que se está aplicando. No me imaginó gritar un gol y, así como así, abortarlo porque el árbitro hace la seña de que va a consultar el monitor. Ese es un viaje sin retorno que tengo porque no puedo volver a gritar el gol si, a los minutos, terminan verificando que, efectivamente, fue gol y marca el centro de la cancha. Entonces, preparé una estrategia: para cuando llegue el VAR a la Argentina y decidí que voy a seguir relatando el gol, haciendo hincapié que el árbitro va a consultar al VAR, para que después quede el testimonio de ese registro histórico del gol. Dentro de 20 o 30 años, si alguien busca ese gol para ilustrar un comentario porque se cumple un aniversario y ese gol no está o está abortado. Es un grito que empezó, terminó súbitamente y, después, no se completó. Prefiero rebobinar y decir que el árbitro lo anuló que comerme el gol, como se dice vulgarmente.
-¿Qué te genera en estos momentos que el periodismo sea cada vez más una tentación laboral para quienes son jóvenes?
-Yo no viví la época maravillosa que están viviendo ustedes. En las mías, no existían escuelas de comunicación. Solo existía la Sociedad Argentina de Locutores (SAL). Soy relator, periodista, pero no soy locutor y lamentó profundamente no haber vivido esta etapa porque, realmente, una carrera de comunicación me hubiese ayudado enormemente para encontrar muchas cosas que, en realidad, tienen más que ver más con la teoría que con la práctica, pero me hubiesen ayudado a mejorar mi trabajo. Lo mío ha sido muy artesanal y debí multiplicar el esfuerzo para poder sostenerme en esta profesión. Hoy, en todos los oficios, en todas las profesiones, es muy difícil acceder a un trabajo desde el periodismo. Hay algunas acciones que tienen que ver con la tecnología y esa es una de las posibilidades, pero acceder a una radio, un diario o un canal es bastante complejo porque faltan las fuentes laborales. Por ahí, no te das cuenta cuando vas estudiando comunicación, pero sí cuando te estás por recibir o te recibiste… Conozco muchos chicos que han terminado haciendo otra cosa que no tiene nada que ver con lo que estudiaron.
-En algunos casos, el trabajo se ha flexibilizado más…
-Sí, pero además también está el pasante. Es fácil para las empresas contratar pasantes, a los que les pagan dos pesos, los contratan por tres meses, no les renuevan y vienen otros pasantes por otros tres meses. Así se hace una cadena sin fin con la cual lucra la empresa y, para vos, no es una gran cosa porque tuviste tres meses a prueba y eso no es suficiente. Eso no es trabajo.
-¿Crees que hay lugar para nuevos estandartes en el relato deportivo?
-Somos siempre los mismos, y algunos avejentándonos incluso (risas). Hoy, no veo una renovación. Estoy viviendo en el interior de Santa Fe y tampoco notó una renovación. Estamos los que estamos y no aparecen relatores radiales. Me da la impresión de que mucha gente joven no piensa tanto en la radio, sino en la televisión y el hecho de poner la cara delante de cámara. Se les ocurre más trascendente e importante que hacer un trabajo casi anónimo como es el de la radio. Al relator radial no se le conoce la cara. En cambio, pones la cara en la televisión cinco segundos y sos Dios. Es un concepto equivocado, pero se piensa así.
-¿Cómo llegó esa oportunidad para relatar por primera vez?
-Yo no había dicho nada, pero en la radio sabían que me iba de forma media clandestina a los estadios de Mar del Plata con un grabador a relatarlos partidos para mí. Un día me dieron la posibilidad de relatar un encuentro de la liga y, a partir de ese momento, no paré más. Les gustó mi trabajo y me contrataron para seguir relatando. Ese fue el comienzo soñado, que no estaba en mis planes porque no estaba en mi cabeza ser un periodista o un relator. Mi cabeza era la de un futbolista, pero ese futbolista se frustró muy joven.
-¿Cómo definirías al relato?
-Relatar es leer en voz alta lo que los jugadores escriben con los pies.
-¿Cuánta importancia le has dado y le seguís dando al manejo de la voz?
-En lo personal, he sido bastante descuidado. Soy fumador y nochero. No le he prestado la debida atención a mi garganta que, generosamente, me ha respondido hasta el día de hoy y toco madera. Hay cosas en las que tanto los que trabajan en radio como los que cantan tienen que hacer como la fonoaudiología. Es una manera de proteger la voz, de no gastar prematuramente la garganta, aprender a respirar y aprendiendo colocar la voz. En un relato deportivo, ponés mal la voz a veces y nos lastima la garganta en un grito de gol. Yo no lo he hecho, pero sí lo recomiendo para aquellos que trabajan con la voz.
-¿Te quedó algún sueño pendiente?
-Relaté cinco campeonatos mundiales de fútbol y me hubiese gustado relatar un título de la Selección Argentina, cosa que lo logré. Estuve muy cerca en el Mundial de Brasil 2014 y es una cuenta pendiente que tengo conmigo.
-¿Cómo fue evolucionando el relato en estas décadas?
-Antiguamente, los relatores gritaban el gol de una manera muy breve y una sola vez. En todo caso, después hacían una descripción de la jugada. Los relatores de estos tiempos gritamos tanto el gol y estiramos el grito que, muchas veces, el oyente está preguntándose quién hizo el gol. Soy de los que grita bastante el gol, pero lo primero que digo es quien convirtió y después pego el grito para advertir al oyente que, a lo mejor, no está atento todo el tiempo a la radio sino que anda por ahí haciendo cosas y corre hacía la radio cuando escucha el grito de gol y quiere saber, inmediatamente, de quién fue y quién lo hizo. Esas cosas han cambiado. El fútbol también ha cambiado, los ritmos de los partidos y los escenarios son otros. Está la tecnología, que no estaba antes. No sé si hemos evolucionado, en algunos casos hemos involucionado, pero igualmente, a pesar de eso, yo me quedo con este tiempo.
-¿En qué casos crees que hubo una involución?
-En el manejo del idioma, por ejemplo. Tenemos un idioma tan rico, maravilloso y tan mal empleado. Hay muchas personas que trabajan en el medio hace muchos años y manejan pésimamente los verbos, los tiempos, las oraciones. Otros pretenden incorporar metáforas fingidas, forzadas y rebuscadas que no van con lo que quieren decir. Antes, no sucedía. Había una cierta educación en el léxico de quienes trabajaban de los relatos deportivos en radio y, con los años, mucho se ha ido perdiendo. Una cosa es hacer una transmisión entretenida, divertida, coloquial y otra cosa es decir malas palabras al aire. Hay relatores que lo hacen y entienden que, desde ese lugar, cautivan a cierto sector de la audiencia.
-¿Cómo ves la integración de las mujeres en un ámbito que, históricamente, siempre fue para hombres?
-Me parece realmente magnífico. Esto que sucede con la mujer y el empoderamiento que ha conseguido después de una vida de frustración es maravilloso. Puntualmente, en el tema futbolero hay compañeras que trabajan realmente bien, saben mucho, ven el fútbol magníficamente bien y estoy muy feliz por eso. Siempre estuve rodeado por compañeras en los programas deportivos de radio y es algo que estoy tratando de continuar haciendo en la ciudad de Santa Fe, donde estoy trabajando.
-Habías comentado que preparabas con tiempo cada partido y que no veías una renovación de los relatores. En los casos que hay periodistas relatando un partido por día, ¿eso le quita preparación, pero le agrega mayor improvisación al relato?
-Es probable. A un hombre como yo que trabajo mucho en cada transmisión, me impediría producirla. Un partido por día es una locura. A mí me ha tocado, relaté siete partidos en siete días con viajes incluidos al exterior trabajando para dos radios, pero era otra época, además era joven. Hoy no lo haría. Incluso aunque pudiera porque es una saturación en el oído del oyente.