Por Gianluca Melogno, Pedro Ignacio Pérez Naveira, Tomás Randazzo y Franco Yazbik
Como si fueran una cadena nacional, todos los días se referían a las muertes, a la poca cantidad de camas de terapia intensiva, a las nuevas cepas que eran más poderosas que el virus original, a la falta de vacunas.
En la Argentina, en 2019, unas 3.297 personas fallecieron por muerte autoprovocada. La mayor cantidad de decesos por esta causa se concentra en la franja etaria que va de los 20 a los 24 años y tiene como principal patología de base el trastorno depresivo mayor. Más del 80% de esas muertes (2.714) correspondieron a varones.
Durante la última pandemia, se dijo poco en los medios acerca de herramientas para ayudar a superar estos problemas, no se los puso en la agenda e incluso es un tema que continúa siendo tabú. Ya sea para alabar o para criticar al gobierno, las grandes cadenas continuaron haciendo política apoyándose en la libertad de prensa, pero no se generó un espacio real para encontrar una explicación sobre el tema.
Intentamos pensar el rol del periodista que debe tomar decisiones en base a sus ideas, a su moral y ejercer su cláusula de conciencia para no tener que ponerse –simplemente- la camiseta del medio. Se usó repetidamente la pandemia como tema político para atacar o enaltecer a los altos cargos de gobierno; pero nos todos los periodistas de los medios grandes pensaron en lo realmente importante: su público, la gente que les da rating, que los mira, que los escucha.
Lo llamativo es que el suicidio sigue siendo un tema ignorado, al punto de que los últimos datos oficiales que hay en base a números de personas que fallecieron por suicidio datan del año 2019, previo a la pandemia. En 1991, murieron por esta causa 1.961 personas, 28 años después esta cifra se incrementó hasta 3.292. Estos datos marcan que es necesario poner en la agenda mediática un tema que ocurre, es real. También hablar de que el 80% de estos actos es llevado a cabo por hombres, ya sea por la imposición de una cultura machista en la que está mal visto que un varón llore o exprese sus sentimientos o vaya a un psicólogo; pero, es necesario cambiar eso porque, sorprendentemente, en 2019 ocurrieron más suicidios (3.292) que asesinatos (2.303).
Por esto es importante que incluso los periodistas más resonantes entiendan que no son el medio y decidan usar su libertad de expresión para hablar sobre el suicidio mucho más tiempo que el que se utiliza para cuestionar las decisiones personales de, por ejemplo, un funcionario público. Llama la atención que sean los periodistas de mayor renombre los que se limitan a seguir la bajada de línea de editores y/o directores y omitan un tema central como es la gran tasa de suicidios que hay en el país producto de la pandemia. Tenemos que hacer una crítica y una reflexión acerca de la forma en que afectó a las personas la cuarentena y la pandemia. Depresión, ansiedad, trastornos bipolares, todo eso dejó la pandemia, una vez que llegaron las vacunas siguieron hablando de eso: si eran suficientes, cuál era mejor, cuál peor. Si era mejor usar “la rusa” o “la china” mientras que las de otros países como Alemania o Estados Unidos tenían nombre, Pfizer y Moderna respectivamente. Pero, en proporción, pocas veces trataron todo lo que dejó el suplicio de estar un año y medio en un solo lugar, con las mismas personas, sin salir, yendo de la cama al living, del living a la mesa del comedor aunque no hubiera un plato para comer.
Todo eso se dejó de lado, se hizo un uso político de la pandemia, rompieron el pacto con los consumidores del medio que tenían el derecho a la información. Hicieron notas, en muchos casos, autogeneradas, que provocaron incluso más miedo y más caos en la psiquis de las personas que los escuchaban o leían. El periodismo tiene derecho a la rectificación pero es algo que hoy en Argentina no existe en ciertas cadenas comunicacionales: simplemente se da la información que conviene, no la que beneficie a las personas.
Los periodistas tomaron como bandera propia la bajada de línea de un editor, no tuvieron una autorreflexión pública, no tuvieron ese momento de repensar las cosas y realizar lo que es éticamente correcto que sería la comunicación pura y en un hecho central como una pandemia mundial, no puede ser lo único importante el número de muertos o infectados. Se tomó como importante a los muertos y no a los vivos, se rompió el derecho a la información y el código de ética de FOPEA que remarca: “El periodista sirve al interés público, nunca a objetivos sectoriales ni personales, y se debe considerar a la información como un bien social. El ejercicio de la profesión de un servidor público no habilita la obtención de beneficios personales”. Se daban noticias a medias o publicaban temas que eran meramente basados en las estadísticas de cantidad de camas de terapia intensiva, los números de muertos que eran vistos simplemente como eso, números y no personas.
La depresión, la ansiedad, el miedo, la falta de trabajo o la falta de comida son o fueron temas centrales durante la pandemia y los medios o los periodistas optaron por obviarlas. Todo esto quedó, con alta frecuencia, fuera de la escena, ya sea por imposición del medio que simplemente optó como tema central llevarlo al plano político o una autocensura de los mismos periodistas que evitaron hablar de los problemas que generaba el encierro prolongado en las personas con historial de problemas psicológicos o incluso personas sanas que luego de encierro sufrieron distintos padecimientos relacionados a la salud mental. No podemos dejar que se repita en ningún sentido, menos ahora conociendo los datos de todas las personas que mueren al año por lesiones autogeneradas, algo que se incrementa en un contexto de encierro y de miedo, un contexto en el que ponías la televisión y lo único importante era: “no salgas de casa, hoy murieron x cantidad de personas”.
FUENTES
Héctor O. Becerra: Apuntes de ética.
Código de ética de FOPEA.
https://www.unicef.org/argentina/comunicados-prensa/suicidio-adolescencia