El enemigo de los ladrones de traje y corbata

Por Roberto Parrottino (*)

Andrew Jennings no respondía al estereotipo de periodista deportivo. No era, en concreto, periodista deportivo. Nacido en Escocia, de niño se mudó a Inglaterra. Su abuelo había jugado en el Leyton Orient, club del ascenso del que decía que era hincha, aunque el juego no le gustaba, le aburría. A fines de 2007 visitó Argentina. Fue a ver Boca-Lanús a La Bombonera. Lanús se consagró campeón por primera vez en su historia. No se maravilló con el estadio, con los hinchas. Prefirió pasar por la puerta de la AFA del todopoderoso Julio Grondona. Y cuando se enteró de que el monumento que veía en Retiro era la Torre de los Ingleses y que el de enfrente recordaba a los caídos en Malvinas, le salió el escocés: hizo fuck you.

Andrew Jennings murió el 8 de enero de 2022, a los 78 años. El mundo, por sus artículos, libros y documentales, lo despidió en una línea unívoca: como “el enemigo público número uno de la FIFA”, “el primer revelador”, “el periodista que anticipó el FIFAGate”, “el señor de las investigaciones”, “el incomparable”, “el hombre que cambió el periodismo deportivo de investigación”, y más.

En su estadía de cuatro días en Argentina, Jennings se presentó a una conferencia en la Universidad de Palermo. Dijo: “¿Cómo hago este trabajo? Siempre escucho lo que me dicen las fuentes confidenciales, pero, más que nada, estoy decidido a conseguir documentos privados e internos. Con estos se accede a la historia real, y se logra el apoyo de los abogados”. También se presentó en la escuela de periodismo DeporTEA. Y en el British Council de Buenos Aires, donde lo miraron de reojo por sus modales muy poco británicos. En el Foro de Periodismo Argentino, Jennings dijo, provocador: “Los periodistas deportivos comen hamburguesas, pagan con Visa y ocultan los casos de doping”.

Y agregó: “Hay que salir a la calle, dejar de estar frente a la pantalla para buscar información. Hay que indagar las diferencias ocultas entre lo público y lo privado”. Y, sobre todo, cuando el Grupo Clarín protegía al presidente de la AFA, entonces socio en la televisación del fútbol argentino, dijo, sin miedo: “Grondona no duerme bien a la noche. En dos años la FIFA va a tener problemas y Blatter podría ir preso”.

En 2011 volvió a Sudamérica. Jennings fue invitado a Chile por la Escuela de Periodismo de la Universidad Alberto Hurtado. Apenas llegó, pidió visitar el Estadio Nacional de Santiago, centro de detención y tortura tras el golpe de Estado de Augusto Pinochet en 1973. Y mostró una foto del dictador chileno saludando a João Havelange, presidente de la FIFA entre 1974 y 1998, antecesor de Joseph Blatter. “Estos dictadores no son tan malos -ironizó-. Se les puede dar la mano. El asesino en serie con el aceptador de sobornos en serie”. Aquella vez, Jennings reveló su método: “Observo, observo, y escucho”. Lo marcó, dijo, un libro: El nuevo periodismo (1973), de Tom Wolfe, “un cambio crucial en la manera en que se reportea”. Jennings además no perdía de vista los detalles, los perseguía como valor agregado.

Observando, precisó que Juan Antonio Samaranch, presidente del Comité Olímpico Internacional (COI) entre 1980 y 2011, tenía el brazo derecho más fornido que el izquierdo, producto de un “ejercicio” político: como funcionario de la dictadura franquista en Cataluña, Samaranch había reverenciado en su juventud a Francisco Franco con el saludo fascista. Jennings había crecido en un barrio obrero inglés con las historias de los veteranos de la Guerra Civil española.

Vale, ahora, recoger lo que escribieron otros periodistas que lo trataron muy de cerca, a los que inspiró y, de algún modo, legó su trabajo. “Cuando el resto miraba al costado, Jennings mostraba la pus”, sostuvo el peruano Pedro Ortiz Bisso. “Jennings aleonaba a sus alumnos universitarios con una frase que todo periodista debería tener sobre su escritorio: ‘¡Vamos tras esos ladrones de traje y corbata!’”, recordó Felipe Bianchi, chileno, presente aquel día de 2011 en la Universidad Alberto Hurtado.

“Necesitamos cobertura deportiva crítica y periodistas desvinculados de las ligas y los eventos que cubren. Jennings cambió el debate”, escribió el estadounidense David Zirin. “Siempre supo que el mundo limpio pasa necesariamente por tocar las espinas. Intrépido, hiriente, irónico, dramático, divertido, cautivador y extremadamente cuidadoso en averiguar lo que decía”, enumeró el brasileño Juca Kfouri. Un espacio aparte para el danés Jens Sejer Andersen, director y fundador de Play the Game, la organización que a través de sus congresos reúne a exponentes del mundo para sacar a la luz los costados menos abordados del deporte, donde Jennings acudía sin falta desde 1997. “Jennings -apuntó Andersen- estableció estándares nuevos y más altos para la cobertura periodística de la política deportiva”.

El periodista alemán Jens Weinreich le dedicó por completo la revista digital Sport & Politics. El tributo sumó 53 autores de 17 países, números que siluetan la red que había armado Jennings en tiempos pre redes sociales. Hasta Joseph Blatter, presidente de la FIFA entre 1998 y 2015, lo despide en la revista con respeto y amabilidad. Jennings había sido la sombra de Blatter. El que más lo investigó y el que anticipó su caída, antes de que Estados Unidos perdiera la votación como sede del Mundial 2022 y se metiera en el juego del poder de la pelota con el FBI. A Jennings, de hecho, acudió el FBI antes de las detenciones a dirigentes en el hotel cinco estrellas Baur au Lac de Zúrich. Jennings le entregó sus documentos cruciales al FBI. El 27 de mayo de 2015, cuando todo el mundo se despertó con la redada, su teléfono no paraba de sonar en su granja del noroeste de Inglaterra, en el condado de Cumbria. Eran las seis de la mañana. Lo apagó para dormir un rato más. “Todo lo que está sucediendo a las seis de la mañana -pensó- todavía va a estar allí a la hora del almuerzo”. Poco se hubiera sorprendido si atendía el teléfono.

Jennings no era un periodista deportivo “puro”, como alguna vez definió y describió el escritor Fabián Casas. Antes de investigar al COI y a la FIFA, de cuyas conferencias de prensa lo vetaban por sus preguntas simples e incómodas, había investigado a la mafia siciliana, a la Scotland Yard, a la guerra civil en el Líbano. “La mafia es más fácil porque ya se sabe quiénes son. Hay más mugre en el deporte”, solía repetir. Y había -y hay todavía- mucho más camino por recorrer, mucho más trabajo pendiente. Del total de la información sobre deportes, revelan diferentes estudios, solamente el 3% es sobre la corrupción. En la visita a Argentina, el periodista Ezequiel Fernández Moores le abrió la puerta de su casa, fue su anfitrión en Buenos Aires. Un día, Fernández Moores lo felicitó por una contratapa que había publicado en Inglaterra. La nota ocupaba la página 48. Y lo pinchó, lo buscó: “¿Cómo hacés para escribir en un diario sensacionalista y xenófobo?”. “Muy fácil -le respondió Andrew Jennings-: no leo las primeras 47 páginas”.

(*) Periodista. Profesor de Deportea