El filósofo César Torres y el VAR: «La duda es altamente recomendable»

Doctor en filosofía e historia del deporte y docente en la Universidad del Estado de Nueva York (Brockport), el argentino César R. Torres no extravió en ninguno de sus estudios la pasión futbolera y deportiva con la que creció en Tapiales, en el conurbano bonaerense, donde no paró de jugar al fútbol y de hacer deportes. Al revés: lo que eligió fue añadirle reflexiones, perspectivas e investigaciones a esa pasión que lo pone a mirar un partido atrás de otro. Autor de libros que se encaminan a volverse clásicos como Gol de media cancha. Conversaciones para disfrutar el deporte plenamente (Miño y Dávila, 2011), fue presidente de la Asociación Internacional de Filosofía del Deporte y su última obra es El rostro cambiante del deporte. Perspectivas historiográficas angloparlantes (1970-2010) (Prometeo Libros, 2019, editado con Pablo Ariel Scharagrodsky). Lo justo y lo injusto, la verdad y la trampa, la puesta en cuestión como actitud de vida: todo eso forma parte de lo que hace Torres. Y desde allí piensa al VAR y a lo que le ocurre al periodismo deportivo con el VAR.

 

-¿Cómo piensa al VAR alguien que, como vos, es filósofo y, en particular, filósofo del deporte?

-Pondero al VAR en dos niveles interrelacionados. Por un lado, como una tecnología que tiene como objetivo revertir errores arbitrales que pudiesen condicionar el desarrollo y el resultado de un partido, y, por ende, contribuir a la aplicación uniforme de las reglas por parte de quienes ejercen el arbitraje.  Por otro lado, el VAR incita a reflexionar sobre el papel que la tecnología debería ocupar en el arbitraje y, de modo más amplio, en el fútbol.  Es decir, el VAR es susceptible de pensarse aisladamente, pero también puede analizarse para abordar cuestiones más abarcadoras relativas a la relación entre la innovación tecnológica, el arbitraje y la justicia, así como la versión del futbol que se considera más deseable.

-En el periodismo sobre deportes se observan aceptaciones y rechazos contundentes, sobre todo en torno del protagonismo que adquirió el VAR en la Copa América. Desde tu condición de filósofo del deporte, ¿a qué atribuís esas contundencias y esa lógica de aceptaciones y rechazos?

-Si las adhesiones y los rechazos son productos de razonamientos cuidadosos, profundos y sólidos deberían ser bienvenidos como parte de la reflexión y el intercambio de ideas sobre el VAR y el fútbol en general. Aun así, considero beneficioso estar alerta sobre posturas mal fundamentadas o incluso dogmáticas que impiden la reflexión y el intercambio de ideas abierto y enriquecedor.

-¿Por qué aparece el dogmatismo?

-La contundencia de las adhesiones y los rechazos puede estar influenciada por la larga resistencia a la innovación tecnológica en el arbitraje por parte de las autoridades futbolísticas, así como en el deporte en su conjunto. Consideremos que hasta no hace mucho tiempo, Joseph Blatter, ex presidente de la FIFA caído en desgracia, mantenía que los errores arbitrales son “parte de la cara humana que queremos mantener”.  La indignación por lo injusto y la posibilidad de eliminarlo, tanto como la supuesta estabilidad del fútbol, pueden ser otras razones de las adhesiones y los rechazos contundentes.

-¿Habrá algo específico de las prácticas periodísticas que fortalezca esa contundencia?

-El periodismo deportivo está influenciado por una lógica del espectáculo que en muchos casos promueve declaraciones rimbombantes e inflexibles que, a su vez, generan controversia, endurecen posiciones y desembocan en tensiones artificiales. Es posible que esta dinámica también esté relacionada con las adhesiones y con los rechazos contundentes.

-¿Le haría bien al periodismo dudar más y afirmar menos alrededor de cuestiones como el VAR?

-Insisto: afirmar en base a razonamientos cuidadosos, profundos y sólidos es aceptable y deseable. Sobre todo, si ese afirmar es parte de un dialogo abierto en el que se intercambian argumentos y la posibilidad tanto de defenderlos como de modificarlos está latente para los y las dialogantes. El dialogo racional, que a menudo conduce a la duda, implica una predisposición a modificar la postura propia si se presentan argumentos más justificados. La duda es altamente recomendable porque nos recuerda la precariedad y las limitaciones de nuestras conclusiones, así como la necesidad de repensarlas a la luz de nuevas ideas, descubrimientos y prácticas. Además, la duda sugiere potenciales caminos para conocer más y mejor, y también para un mejor hacer.

-¿Será que en una realidad en la que muchas cosas se desplazan y ya no son lo que eran -no importa acá si para mejor o para peor-, el fútbol surge como un territorio estable que no quieren o no queremos que deje de ser eso que es hace mucho?

-Muchas personas consideran el fútbol un territorio estable, pero ello no quiere decir que lo sea. La discusión en torno al VAR hace ver que no lo es o que esa estabilidad es, al menos, más frágil de lo que se asume. También pone de manifiesto que el fútbol debe ser “dudado” o repensado para imaginarlo y forjarlo más justo, más inclusivo, más saludable y hasta más emancipador.

-La aspiración enunciada sobre la incorporación del VAR remite a la búsqueda de más justicia. Desde tu mirada como filósofo del deporte, ¿qué espacio ocupa la búsqueda de justicia en los discursos deportivos que detectás en el periodismo o qué ideas de justicia predominan?

-En sus discursos, dirigentes, jugadoras, jugadores y periodistas enuncian una relación entre el VAR y la búsqueda de justicia.  La relación enunciada puede ser más o menos explícita o más o menos enfática, pero está presente. A sabiendas o no, utilizan una vieja y básica idea, que remite a Platón y a Aristóteles, que plantea que la justicia asegura a cada cual su parte, lo que le corresponde, y que la persona justa es aquella que sólo toma su parte de los bienes y de los males.

-Como filósofo y como historiador del deporte, ¿cómo comparás las reacciones que promueve el VAR con otras reacciones a cambios reglamentarios en el fútbol?

-Si se compara, por ejemplo, con la implementación del Sistema de Señalización por Aerosol hace ya diez años, el VAR parece generar más resistencia. Quizás sea porque las ventajas de ese sistema son innegables: es fiable, eficaz y de fácil implementación, no interrumpe en forma excesiva el ritmo propio del juego y facilita la labor arbitral. Por otro lado, el VAR incide en aspectos considerados cruciales para el juego, como la sanción o no de un gol, y eso genera mayor controversia.

-El fútbol es un juego construido sobre percepciones inmediatas. Un gol es enseguida un gol. Como decís, el VAR rompe parcialmente eso, puede ponerlo en suspenso. ¿Cómo pensamos esa transformación desde la filosofía y desde la filosofía del deporte?

-La percepción de la realidad no es lo mismo que la realidad. Creer que un gol fue válido no quiere decir que lo haya sido. Dada su metodología, el VAR contribuye a determinar si una acción sucedió, o no, en el trascurso del juego. Con esta información, los responsables del arbitraje pueden tomar decisiones más certeras que se condicen con lo que realmente sucedió y de esta forma revertir errores que pudiesen condicionar el desarrollo y el resultado de un partido. El “suspenso” que provoca el VAR es un “precio módico” a pagar por un arbitraje y un fútbol, más justos. Indudablemente, hay variables a tener en cuenta a la hora de aceptar innovaciones tecnológicas en el arbitraje y el fútbol en general. Una, entre otras, es la incidencia en el ritmo propio del juego. Sin embargo, como he escrito en otra ocasión, ¿por qué razón debemos seguir soportando la infamia, por ejemplo, de un gol ilegítimo, o la negación de uno legítimo, cuando existe la tecnología apropiada para detectarlos y sancionarlos correctamente?