El hombre que busca secretos

Por Nicolás Annaratone y Franco Pinceti

Periodista, historiador del fútbol, reconocidísimo por sus investigaciones, Alejandro Fabbri relanza su libro “Historias Secretas de los Mundiales”, joya en cualquier tiempo y, en especial, en este que está lleno de ansiedad premundialista. Estará a la venta a partir de octubre.

-¿Con que se va a encontrar el lector?

-El libro lo escribí en 2013. Lo que he hecho es actualizarlo. Le he cambiado el prólogo, le he cambiado varias cosas de distintos mundiales porque hay algunas leyendas en el fútbol que se transmiten y que después cuando investigas un poco más te das cuenta que no son verdaderas. Esto pasa mucho en el fútbol argentino, pero también en el fútbol mundial. Entonces, lo he retocado y después le he agregado dos capítulos de los mundiales de Brasil y de Rusia que eran los que faltaban, además de una cuestión estadística que el primer libro no tiene que es el resumen de los campeones, los subcampeones, los equipos que han participado por cada país y una cantidad de datos: la mayores goleadas, los equipos que más han participado de cada país. Es un poco eso. El libro sale ahora, en octubre ya está en la calle.

-Cuando escribiste por primera vez el libro y ahora cuando lo reeditaste. ¿Apuntaste a que sea un libro que perdure en el tiempo?

-Sí, la tónica de mis libros en general, salvo el último que había escrito que se llama “Clásicos”, que cuenta la historia de muchos clásicos del fútbol argentino, muchos son más de 100, ese libro sí se tiene que actualizar porque los clásicos se siguen jugando. En cambio, todos los otros, los ocho anteriores y este, sí se pueden leer porque están describiendo situaciones de otras épocas más allá de que en este caso llegamos a, quién te dice, yo no creo que esté pero dentro de diez, doce años, alguno quiere reeditar el libro y agregar algún mundial más. Digamos que siempre aparece alguna novedad sobre algo anterior también. El fútbol no tiene una única historia y se van recopilando cosas, van apareciendo testimonios o publicaciones de otras épocas. Y en el caso de los mundiales es lo mismo. El criterio que yo tomé para elegir un par de historias por mundial es mío. En todo caso, otra gente que escriba otro puede tomar otras historias diferentes. no es un libro tan deportivo, digamos cuenta lo que está alrededor del fútbol. Yo supongo que en unos años se va a hablar de la cantidad de muertos que tuvo la construcción de las canchas en Qatar y de los sobornos gigantes que han pagado a determinados dirigentes de todo el mundo para poder conseguir el mundial.

-¿Podríamos decir que las historias no son únicamente deportivas, engloban el contexto también?

-Claro, por supuesto. A ver, el Mundial del 30, el primer mundial, se jugó en Uruguay y fue una buena decisión de la FIFA porque Uruguay era el doble campeón olímpico en 1930 y no se había jugado nunca un Mundial, entonces pareció lógico que le diesen a Uruguay la chance de organizarlo. Pero Benito Mussolini, el dictador fascista de Italia, organizó un boicot contra el mundial porque quería organizarlo él. Entonces, vos veías en los diarios de esos años en Europa que se hablaba de que en el Río de la Plata había icebergs, que los barcos iban a naufragar como el
Titanic, una cantidad de disparates… Eso generó, por un lado, que Uruguay, ofendido porque vinieron nada más que cuatro países europeos, no fuese a jugar el Mundial de Italia en el 34. Fue el único campeón del mundo que no defendió su título en la cancha, en el siguiente mundial. Por otro lado, el presidente de la FIFA, Jules Rimet, se sacó de encima a Mussolini dándole la organización del Mundial del 34 para que no hinchara más, pero Mussolini siguió hinchando porque hasta no ganar el campeonato no paró: designaba los árbitros para los partidos de Italia, fue una cosa increíble que nunca más volvió a pasar por suerte.

-¿Podemos decir, por lo que vos mencionabas antes, que se pueden escribir varios libros con historias desconocidas de mundiales?

-Sí, claro. Se pueden escribir infinidad de libros que no están escritos sobre los mundiales, sobre el fútbol argentino. Me causa gracia cuando hay alguno que te dice «esto que está pasando hoy en el fútbol argentino nunca pasó». Mentira. Todo lo que pasó ya había pasado, estamos repitiendo errores y horrores en el fútbol argentino en cuanto a los campeonatos, el tema del promedio para el descenso, el poder económico de algunos clubes que manejan todo. Todo eso ya pasaba hace cien años. Vuelvo a una cosa, en el Mundial del 30, hace prácticamente un siglo, la delegación argentina no pudo dormir en la semifinal y en la final, en la noche previa a los partidos, porque había murgas de carnaval uruguayas dando vueltas a la manzana alrededor del hotel donde estaban los argentinos. Es decir, esto que ahora suena como raro en la Copa Libertadores pasaba hace noventa y pico de años, no hay nada nuevo.

-¿Cuándo y cómo decidiste escribir un libro con historias secretas de los mundiales?

-Secretas no son, en realidad son historias poco conocidas en Argentina, porque la historia de Matthias Sindelar, el nueve de Austria que fue la gran figura de los años 30 y que murió por un escape de gas en Viena, cuando Viena y Austria habían sido invadidas por el nazismo, y Sindelar había bailado el festejo de un gol contra los jerarcas nazis en el Olímpico de Berlín el año anterior, esa la saben todos en Europa, pero acá no se conocía. Ese es un ejemplo. En el Mundial del 50 que Brasil pierde con Uruguay en el Maracaná el último partido, Estados Unidos juega el campeonato como había jugado el del 30 y 34 pero debuta Inglaterra. Los ingleses habían sido los creadores del fútbol pero no querían jugar los mundiales porque era como que decían “¿por qué si nosotros creamos este deporte, tenemos que competir con equipos que se copiaron de nosotros?”. En realidad, lo que tenían era miedo a perder y fue lo que pasó: Inglaterra, con todo el poderío económico y demás de un imperio ya en decadencia, jugó contra Estados Unidos -que era un rejuntado de un par de escoceses, algún irlandés, un mexicano, un haitiano, y un par de norteamericanos- y los yankis les ganaron uno a cero y los dejaron afuera del mundial, que el gol lo hizo un haitiano que era mozo en un bar de Nueva York. Cuando volvió a Haití, al poco tiempo, hubo una dictadura de cuarenta años, el presidente era François Duvalier, y lo tiraron al mar y lo mataron a este muchacho que se llamaba (Joe) Gaetjens, el autor del gol frente a Inglaterra. Esas historias en general acá mucho no se conocen.

-Es un vínculo con el asombro.

-Yo me asombré y unas de las razones por las que me decidí escribir sobre estas cosas de los mundiales fue la estrechez de cerebros de los dirigentes argentinos, que en el 38 no quisieron ir a jugar el Mundial porque no le habían dado la sede a la Argentina. Jules Rimet, que era el presidente de la FIFA, suizo-francés, vivía en esa zona y se daba cuenta de que Hitler iba a generar la Segunda Guerra Mundial, entonces lo que dijo en la FIFA fue démosle el Mundial a Francia porque no sabemos cuánto va a quedar de Europa una vez que empiece la Segunda Guerra Mundial.
Dos años después del Mundial, Alemania invadió Francia, y la guerra siguió durante cinco años. La política y el fútbol siempre tuvieron que ver, toda la vida, de peor o mejor manera, de manera pequeña o de manera muy grande. El fútbol es el movimiento de masas más grande de la historia, sacando las cuestiones políticas. Como movimiento que genera una asistencia y una dependencia de ese deporte, irrepetible, usada en los últimos años por la publicidad, los medios de comunicación y todo eso, merece ser tratado y ser estudiado por gente más capacitada que yo. Hay muchos sociólogos, investigadores, que buscan encontrar otras puntas.

-¿Cómo es eso de las ausencias argentinas?

-Por decisión propia, no jugó el Mundial del 38, el Mundial del 50 y el Mundial del 54, con el falso argumento de que no le daban la organización. Volvimos en el 58, después de 24 años, con una soberbia increíble, creyendo que los equipos europeos seguían en la Segunda Guerra Mundial. Por eso nos pasó que Checoslovaquia nos hizo seis goles. Fue la mayor derrota de la Argentina en un mundial. Pero, además, me enteré investigando que Argentina había jugado de amarillo contra Alemania en el debut en el Mundial del 58 porque los dirigentes habían llevado dos
juegos de camisetas iguales. Cuando perdimos el sorteo, Pedro Dellacha, el dos de Racing que era el capital del equipo, les dijo hay que traer la camiseta suplente. Le contestaron: “Uy, no trajimos”. Argentina no llevó cocinero, tenían que comer arenque con papas y papas con arenque en Suecia. El técnico tenía como sesenta años y para la época eran como ochenta de ahora más o menos. Una cantidad de papelones increíbles.

-Suena impensable hoy.

-Federico Vairo, el número 3 de River, que era rosarino y era de Central antes, en una nota grabada, dice: “No hay que jugar más con los equipos europeos, corren mucho, eso no es fútbol”. Toda esa lógica eso está reflejada cuando se elige a Chile como sede del Mundial del 62. El delegado argentino, que era el presidente de la AFA, Raúl Colombo, también presidente de Almagro, hace todo un discurso ante los dirigentes de la FIFA: pomposo, grandilocuente, bien argentino, bien porteño, “somos los mejores, tenemos el mejor vino, las mejores carnes, las mejores canchas, los mejores jugadores” y, entonces, como tenemos todo, vamos a organizar el Mundial. Pidió la palabra Carlos Dittborn, que era el representante chileno, chiquitito, petisito, con cara de nada, y dijo: “Bueno, nosotros no tenemos nada, somos pobres, a veces hay terremotos, a veces hay maremotos pero queremos aprender y organizar el Mundial, si nos dan la posibilidad, vamos a tratar de que salga bien”. ¿A quién creen ustedes que votó la cantidad de dirigentes que estaban en la FIFA si Chile o Argentina? A Chile.

-En tu libro también tiene espacio grande Brasil.

-Por supuesto, porque además la aparición de Pelé en 1958 le permite a Brasil ganar ese campeonato mundial. Después, Pelé se desgarra en el segundo partido del 62 pero Brasil sale campeón, con Garrincha, con varios jugadores muy importantes. Y en el 66 le toca organizar el Mundial a los que inventaron el fútbol, los ingleses, que inmediatamente se plantean no permitir de ninguna manera que los ganen Brasil, Uruguay o Argentina. Argentina va con un muy buen equipo, dirigido por Juan Carlos Lorenzo, y se da la casualidad que Inglaterra juega contra Argentina cuartos de final y Uruguay juega contra Alemania. Entonces, ponen un arbitro alemán para dirigir a los ingleses y un árbitro inglés para dirigir a los alemanes. Expulsaron a dos jugadores uruguayos en el partido con Alemania en el primer tiempo y lo expulsaron a Rattín en el partido con Inglaterra. Inglaterra sabía que era la única manera de ganar un mundial. Organizándolo. En la final, le gana a Alemania con un gol que no fue, un gol que la pelota pegó en el travesaño, picó en la línea y salió. Ustedes lo pueden ver por Youtube. Digamos que ahí el partido, los 90 minutos y todo eso tuvieron poco que ver, tuvo más que ver la decisión política de un país de quedarse con un mundial como fuera.

-¿Qué tan profundo tuvo que ser el trabajo de investigación?

-Lo que pasa es que de los primeros mundiales no tenés imágenes, tenés muy poquito, no tenés casi testimonios. Yo tuve la fortuna de poder entrevistar, en el 2007, a Francisco Varallo que era el goleador de Boca y de Gimnasia, que tenía 97 años y una memoria increíble, y él se acordaba del 30, se acordaba de Gimnasia campeón de 1929 que él jugaba, se acordaba de Luis Monti llorando en el vestuario en el entretiempo del partido con Uruguay porque había sido amenazado de muerte. Habían llamado a la madre a Buenos Aires, te estoy hablando de 1930. Monti se largó
a llorar y tuvo que convencerlo Pedro Bidegain, que era el presidente de San Lorenzo, donde jugaba Monti, para decirle que no, que tenía que jugar. No había cambios en esos años y Argentina entró a la cancha con las bayonetas de los soldados uruguayos que estaban alrededor de ellos mirándolos con cara de pocos amigos. Ganaba 2-1 Argentina cuando terminó el primer tiempo, y en el segundo tiempo, dice Varallo, “no podíamos levantar las piernas por diferentes razones”. Y Uruguay lo ganó cuatro a dos, y se rompieron las relaciones entre la Asociación Argentina de aquellos años y la Asociación uruguaya. Se suspendió la Copa América por seis años. Lo político, lo nacional, jugaba mucho. Cuando Jules Rimet vino a Uruguay y se volvió a Europa, contento porque se había jugado
la primera Copa del Mundo, le preguntaron qué opinaba del público y él habló de uruguayos y de argentinos porque varios días se fue a visitar Buenos Aires, conoció varias canchas, todavía no estaban La Bombonera ni el Monumental ni la cancha de Racing pero estaba el Gasómetro, la cancha de Sportivo Barracas, que era muy importante, la de Racing de madera. Y dijo: “Los hinchas uruguayos y argentinos se dedican a enloquecerse de alegría o de tristeza, o de bronca con los resultados de los equipos de los que son hinchas». Ya veía lo que éramos argentinos y uruguayos entre tanta pasión y tanta locura.

-En cuanto a la investigación, ¿cuánto cambió en el último tiempo con el avance de la tecnología? Se facilita todo o también a veces se complica por un tema de que hay mucha información falsa dando vueltas.

-No la definiría como información falsa, sino leyendas que se han ido repitiendo. Por ejemplo todos tenemos acceso al Mundial de 1966 en colores, en Youtube. Ahí se ve fácilmente cuando Argentina pierde con Inglaterra uno a cero, en Wembley que el árbitro alemán lo expulsa a Rattin, Rattin se va caminando con bronca, caliente se va por un costado. Hay un tiro de esquina para algún equipo en ese momento que supongo que para Inglaterra porque Argentina no pateó al arco, y manosea el banderín del corner que tenía la banderita inglesa, no hace más nada, lo manosea un poco cancheramente enojado y se va para el vestuario. La historia oficial dice que Rattin se sentó en la alfombra de la Reina Isabel. Eso no pasó, no ocurrió, y hay gente que lo sigue repitiendo. Ahora que tenés las imágenes, que fácil hubiera sido tener las imágenes de 1930 cuando lo ves a Monti que llora en el vestuario, cuando ves a los jugadores apretados por los soldados con bayoneta que les tocaban con la punta de la bayoneta los riñones a un par de jugadores argentinos. “Los vamos a matar” les decían.
De todo eso hay testimonio oral, no hay otra cosa. Por suerte, de Rattin -y de ahí en adelante- tenemos imágenes. Si ustedes ven el partido del 78 en el que Argentina le ganó a Perú 6 a 0, hay muchas dudas sobre el desempeño de varios jugadores peruanos. Los jugadores argentinos no tuvieron nada que ver pero está claro que hubo algo para presionar y apretar a los peruanos. No podemos definir si hubo dinero. Hay peruanos que dicen que hubo dinero y se lo repartieron entre tres o cuatro. No tenemos las imágenes esas del vestuario, pero tenemos el partido, entonces ahí pueden ver. Ahora es mucho más fácil ver, lo que pasa es que la impunidad se mantiene pero es más sofisticada. Más allá de que hay muchas cosas que se ven en la tele y no se puede creer.

-¿Qué diferencial tiene esta reedición con respecto a los otros que ya escribiste?

-Es el único libro que yo hice de fútbol mundial. Ahora estoy preparando la reedición de La Historia de la Copa Libertadores, que seguramente lo presentaremos para la Feria del Libro que viene. La idea es actualizarlo diez años. Ese es otro libro internacional porque contamos la historia de más de 220 clubes jugaron la Copa. Después, el resto de los libros míos tienen que ver con el fútbol local, que es lo que me gusta. Pero este es el único de fútbol mundial.

-¿Cómo es cubrir un Mundial?

-Me tocó trabajar en el Mundial de Estados Unidos en 1994. Estuve en Dallas, en el centro de prensa, los centros de prensa están en una sola ciudad o, si el país es muy grande, en dos ciudades que están bastante lejos entre sí, donde se reúne toda la prensa del mundo. Cada medio compra un estudio de dicho lugar y allí trabajás: haces el noticiero, los programas de discusión, llevas invitados y al mismo tiempo tenés acceso a ver los partidos. Con Walter Nelson, que hicimos muchísimos partidos de los mundiales, estábamos en una cabina del IBC porque ir a la cancha en diferentes ciudades traía un costo muy grande que las empresas querían evitar. En épocas del dólar dulce, de la fantasía de un peso-un dólar, ahí si pudimos recorrer Francia en el 98. En Sudáfrica transmitimos alrededor de 40 partidos desde el centro de prensa de Johannesburgo. En Alemania 2006 hicimos algo similar al 2010, a la cancha ibas muy pocas veces. El adelanto de las comunicaciones hace que todo sea distinto, por mi edad me ha tocado atravesar por todas las cuestiones: en 1990 estábamos transmitiendo el Mundial de básquet que se jugó acá en Argentina y me había mandado a Salta al partido de España contra Canadá y atrás mío había un periodista español que sacó lo que es hoy una laptop. Él escribía la crónica del partido para la agencia EFE desde ese dispositivo
que para esa época era hipernovedoso y que hoy ya es habitual en todo el mundo.

-¿Cómo se preparaba antes un Mundial y cómo se prepara hoy?

-Ahora te dan todo más servido, vos pedís los equipos y te los dan, tenés datos porque han salido revistas, publicaciones con los datos de los jugadores. En el caso de los mundiales, hay una obligatoriedad de la jefatura de prensa del Mundial, porque uno como periodista tiene que transmitir a Australia y tenés que estar informado: de dónde vienen los jugadores, en dónde juegan, cuántos partidos internacionales tienen, etcétera. Hoy tener todos esos datos es mucho más fácil con los dispositivos electrónicos. Antes, en los años 80 y a comienzos de los 90, yo cubría entrenamientos, me iba con el grabador y entrábamos al vestuario y estaban los jugadores desnudos. No había la cantidad de periodistas que hay hoy, había cuatro o cinco, tampoco existían las conferencias de prensa, los jefes de prensa, no teníamos gente que te ponía obstáculos entre la posibilidad de hablar con un protagonista y si vos decías algo inconveniente o revelabas lo que te había contado un jugador ibas a tener problemas directamente con ellos. En la actualidad cambió absolutamente todo, se filman las entrevistas por celular, el concepto de primicia no existe más, nadie compra el diario papel, poca gente escucha radio AM, es todo muy distinto que no significa que sea peor.

-¿Se puede escribir este libro sin asistir a un Mundial?

-Sería un trabajo muy de escritorio, de bibliotecario o de oficina en realidad. Ir a distintos mundiales y conocer diferentes culturas te permite otras cosas, empezás a entender al resto de los países del mundo. Por ejemplo, en Sudáfrica me enteré de que la población negra, casi un 80% del país, son amantes del fútbol y no del rugby. Estados Unidos para muchos es un país que ignora el fútbol, pero fue uno de los pocos equipos que jugó el primer y el segundo Mundial. Cuando fuimos a Italia aprendimos en profundidad las diferencias entre el norte y el sur, y así un
montón de historias particulares que fuimos aprendiendo a medida que nos tocaba viajar para cada mundial.

-¿Qué es lo más difícil de cubrir un mundial y que fue lo que más te sorprendió del mismo?

Lo más difícil es no tener comunicación, que se te corte la transmisión, que te quedes en el aire sin saber que pasa o si se puede solucionar el problema, hay veces que se corta la transmisión por diferentes razones y vos no tenés manera de solucionarlo. Las experiencias sirven siempre, te das cuenta de que sos un numerito más dentro del fútbol y en la historia del mundo. Los periodistas nos hemos creído más de lo que somos. Una vez un colombiano me dijo: “El negocio con los argentinos es comprarlo por lo que vale y venderlo por lo que cree que vale”.
Nos tenemos que bajar de ese ego y creernos que somos un poco más iguales a los demás y que, por más que hayamos tenido a Maradona, Di Stefano y Messi, ganamos dos campeonatos mundiales y Brasil, Italia y Alemania están claramente por encima.