Mariano Nagy: «El apoliticismo del deporte es una falacia»

Por Federico Campaña y Santiago Fishman

A los 47 años y con la pasión intacta que lo llevo a graduarse como periodista deportivo en Deportea hace muchos años, Mariano Nagy es uno de los expertos más relevantes que hay en la Argentina sobre derechos humanos y genocidios. Es profesor y doctor en Historia por la Universidad de Buenos Aires, investigador del Conicet y participó en libros y en películas sobre derechos humanos. Nada de eso le quita los ojos para desmenuzar el fútbol o el tenis. Desde la suma de todas esas partes que lo componen, en una entrevista con El Equipo analizó los vínculos, los sonidos y los silencios del periodismo deportivo, el deporte y los derechos humanos en la Argentina.

-¿Por qué es necesario contar y volver a contar qué fue el genocidio, qué fue la dictadura y qué fue el terrorismo de Estado en la Argentina?

-Es necesario volver a contar que sucedió durante la última dictadura militar en Argentina en la época del terrorismo de Estado porque ese proceso histórico es el más importante del siglo veinte, sin lugar a dudas, y además dejo una impronta y una huella muy negativa por supuesto hacia el futuro y lo que sería hoy el presente de nuestro país. La dictadura militar, a través de un genocidio y de una política sistemática de apropiación, eliminación, tortura y desaparición de personas vino a modificar una serie de relaciones sociales en Argentina. La idea de que se erige como un proceso muy importante tiene que ver con eso, con que rompe con un modelo de país que ya existía e impone nuevas relaciones hacía adelante.

-¿Cuál fue el rol de los medios en ese escenario?

-Para la imposición de un nuevo modelo de país a través del terrorismo de Estado, es decir cuando el estado se vuelve terrorista y con sus propias fuerzas de seguridad ataca a la población, se necesitó de la complicidad de distintos actores sociales. Uno de ellos fueron los medios de comunicación. Por supuesto que hubo periodistas que se resistieron y forman parte de la lista de desaparecidos, pero las grandes empresas periodísticas además de beneficiarse con la sesión de papel prensa, que fue extraída de manera violenta a un grupo de particulares y se entregó a los principales medios del país, entre ellos Clarín y La Nación, jugaron un rol muy activo en la defensa de la predica de los militares. Incorporaron el leguaje castrense, llamaban subversivos a los detenidos o extremistas. Hay investigaciones que lo demuestran. No hubo un ápice de duda o de informar de un lugar objetivo, sino más bien de una campaña mediática a favor de lo que estaba haciendo la última dictadura militar desde decir que después del golpe había total normalidad hasta publicar textuales de los propios dirigentes y hablar de vigencia de derechos humanos, de que el país progresaba. Así que los medios de comunicación tuvieron un rol muy activo en la complicidad con el genocidio.

-El consenso democrático en la Argentina hace rato que estableció el repudio a la dictadura y a sus crímenes. Sin embargo, hay discursos negacionistas. ¿Cómo se replican esos discursos?

-La dictadura militar, como decía, llevo a cabo un plan de eliminación sistemática de personas a partir de la implementación de más de 700 centros clandestinos de detención, detuvo de manera ilegal, mediante grupos de tareas, a miles de personas, por fuera del proceso judicial, no se los juzgó, se los llevó a estos centros clandestinos de detención, que fueron campos de concentración y ahí se los torturaba, se los deshumanizaba y se produjo la apropiación de centenares de niños, de los cuales muchos aún desconocen su identidad. A esto, hay que agregar la desaparición a partir de los vuelos de la muerte que era anestesiar a los detenidos y arrojarlos al mar. Todos estos delitos constituyen crímenes de lesa humanidad y por lo tanto no prescriben en el tiempo. Fueron denunciados en la misma época y en juicios posteriores en la medida en que se fueron barrieron las leyes de impunidad. Todo esto está demostrado fehacientemente y no hay lugar a duda de que sucedió. La negación de esto por algunos sectores que fueron cómplices o por algunos sectores que, desde un lugar escondido, de neutralidad o de objetividad, son sectores claramente de la derecha y que buscan que no se retomen estos temas. El negacionismo lo que hace, por ejemplo, es cuestionar las cifras: “no son treinta mil, bueno pero hubo una guerra”. Cuando está demostrado en los propios documentos oficiales que los militares daban cuenta de que la guerrilla que existió en la Argentina ya estaba derrotada y que las principales víctimas fueron obreros y estudiantes jóvenes. Así que había una intencionalidad de cambiar el modelo económico y a todo aquel que se opusiera a ese cambio que favoreció a los sectores dominantes, eliminarlo. Esto está absolutamente demostrado y el negacionismo lo que hace es buscarle la vuelta para no reconocer estos crímenes que fueron, como decíamos, los más aberrantes. ¿Qué se puede hacer frente a esto? No ser cómplice, confiar en la educación, en no discutir sin son 30 mil u 8 mil, no porque en general hay que tratar desde lo mediático de no darle tanta trascendencia y tener claro qué es lo que sucedió para poder contrarrestar estos discursos.

-¿Los silencios narrativos sobre los derechos humanos tienen que ver más con los miedos arraigados y con el «no te metas» que sedimentó la dictadura o con que los contenidos de la construcción de memoria incomodan políticamente en el presente?

-Desde mi punto de vista, los silencios narrativos para no contar los crímenes de la dictadura tienen que ver con ese modelo que instaló la dictadura del no te metas, del individualismo. Tiene que ver también con que van pasando los años y ya son cada vez más los miembros de la población que no vivieron esa época y esto se suma a que los que si la vivieron estuvieron muy mal informados durante mucho tiempo por las campañas mediáticas que ya mencionamos. Por lo tanto, hay en algún sector de la población una idea de olvidar, de dejar el pasado atrás y no hablar de esos temas que son dolorosos y, por otro lado, además de una memoria dolorosa, lo que hay es esto del individualismo, de apostar -en tiempos en donde la política muchas veces no da respuestas a demandas de la actualidad por el surgimiento de sectores más radicalizados y violentos que plantean un olvido y el negacionismo respecto a estos temas. Por supuesto que siempre es más difícil hablar de estos temas porque hay que prepararse, es un tema doloroso, hay que estudiar, hay que saber. En cambio, a veces muchos temas mucho más triviales son más sencillos de abordar y no requieren ningún tipo de compromiso. Entonces, a veces, sobre todo en algunos medios o en algunos personajes, esto les hace hablar con más liviandad, con menor compromiso y no se comprometen. Digo que cosas así pasan en la tele: el otro día hubo un debate sobre las y los influencers que no se comprometen, aunque por supuesto era una suerte de análisis parcial, teniendo en cuenta que había habido un influencer en la ESMA haciendo un streaming desde ahí. Decían algo así: en cuanto y tanto yo vivo de vender tal producto, si me comprometo con la realidad de mi país, con la historia, por ahí voy a dejar de vender una crema facial. Bueno estos son algunos de los aspectos, me quedan varios afuera, que pueden hacer que cada vez se intente hablar menos para no entrar en estos temas álgidos y dolorosos.

-¿Qué papel cumple o puede cumplir el deporte en esa construcción de memoria?

-El rol del deporte en recuperar la memoria sobre estos hechos es fundamental. En principio porque el deporte no está en otra parte o afuera de los hechos que le ocurren a la sociedad. Los deportistas, las personas que van a la cancha, a un partido de tenis, a un partido de rugby, o que practican deporte de manera amateur o profesional son parte de esta sociedad. Por lo tanto, pensar al deporte por fuera de ella y sin relación con el proceso histórico de memoria, primero es una falacia y en segundo lugar colabora con la idea del olvido y que esto ya pasó y no hay que rememorar. En consecuencia, el rol del deporte es fundamental porque aporta desde otro lugar, desde otras plataformas con actores y actrices, digamos deportistas, involucrados e involucradas en los procesos de memoria. El otro día veía por ejemplo a la selección nacional de fútbol masculino con la bandera por la identidad de las Abuelas de Plaza de Mayo. La Selección hace rato que acompaña esa lucha de recuperar la identidad de las personas que fueron apropiadas y nacieron en cautiverio en los campos de concentración de la dictadura. Eso contribuye a los procesos de memoria, verdad y justicia que tan importantes son.

-¿Por qué esa reivindicación de la memoria, la verdad y la justicia tardó décadas en llegar a los clubes con la intensidad que se verifica ahora?

-Yo diría que tiene que ver con algo que pasa también a nivel social. Los procesos de memoria fueron sostenidos y reivindicados por ciertas agrupaciones y partes de la sociedad pero en los primeros años no había una reivindicación o una recuperación total. Esto pasó acá y también pasó con el nazismo en Alemania. Está bastante estudiado el tema: hasta que no pasó una nueva generación y, a mediados de los sesenta, esa generación empezó a revisar lo que había pasado durante el nazismo, había una pregunta muy dolorosa o punzante que era “¿vos que hiciste durante el nazismo papá o mamá?” o “¿qué te pasó a vos durante el nazismo” Son las nuevas generaciones que le preguntan a las anteriores qué pasaba en ese proceso tan oscuro. No olvidemos que en la Argentina, también esto sucedió, no siempre el acompañamiento que existe ahora estuvo. Hay un boom de la memoria, que tiene que ver con la fecha exacta del aniversario 20, en 1996 con dos Plaza de Mayo llenas, con recitales de bandas, Fito Páez, Los Fabulosos Cadillacs, entre otros. Esto hizo irrumpir a la agrupación Hijos en el escenario público, en la agenda pública, y también no fue algo que desde el principio la sociedad se preguntaba y se reflejaba. Los clubes también son parte de la sociedad y también tardaron más porque, además de este proceso de memoria que no siempre es instantáneo, se le agrega esta cuestión del supuesto apoliticismo del deporte que es una falacia. En algunos casos, yo creo que tiene que ver con esto. Se le suma el proceso general que a veces son dos décadas en donde se empiezan a recordar los eventos del pasado trágicos o dolorosos y se le suma la propia dinámica de los clubes que al principio se resisten tal vez. Digamos que es como una ola que primero viene de lo social y el deporte llega un poco más tardío.

-Y eso explica, en algún sentido, la multiplicación de acciones reivindicativas que el deporte ofrece en la actualidad.

-La expansión de homenajes y actos de reivindicación e investigaciones sobre qué sucedió en los clubes durante la última dictadura militar obedece a varios factores. Primero: tiene que ver con una cuestión generacional de hijos o nietos o sobrinos que empezaron a preguntarse sobre sus familiares desaparecidos y, a sabiendas de que estas historias tenían que ver también y estaban ligadas a los clubes. Segundo: los militantes políticos, un obrero o un estudiante desaparecido también era hincha de un club y practicaba deportes, por lo que no había razón alguna para que no hubiera un involucramiento de los clubes en este sentido. Tercero: habían quedado varias injusticias como, por ejemplo, varios militares que permanecían como socios honorarios de los clubes y, en simultáneo, personas que habían sido dadas de baja de los clubes por no pagar la cuota pero en realidad no era que habían dejado de pagar sino que estaban desaparecidas. Entonces, los procesos de memoria verdad y justicia y también es importantísimo el rol de ciertos protagonistas deportistas que se animan y dicen «bueno, nosotros somos parte de esta sociedad, a nosotros también nos preocupan estas cosas» y terminan traccionando y dinamizando este tipo de homenajes en los que otra pata clave es el rol de los socios y de las socias que también a activar en los clubes para dinamizar allí estos procesos de reivindicación y memoria.

-¿Por qué estos temas están omitidos en la agenda de parte del periodismo sobre deportes?

-Yo creo que ahí hay una cuestión de formación muy importante. Vos podés pasar por distintos espacios laborales del periodismo deportivo pensando solo en el deporte para hablar sobre qué bien se proyecta el 4 o cuál es el segundo nombre de tal jugador, y con eso podes llegar a hacer una carrera. Esto está asentado en un fenómeno televisivo que es una suerte de panel con la gente hablando de cualquier cosa como si fuera una mesa de café. Sobre todo al mediodía uno va cambiando los canales y ve que sucede esto y en esa escena se juntan ex futbolistas, comunicadores, o personas que han hecho una carrera como relatores y están ahí y yo entiendo que no se la quieren jugar, no se quieren comprometer con ninguna causa. Están con estas banderas de la neutralidad y de la objetividad y después, por supuesto, otros tantos no se han formado de manera adecuada. Así, en general, lo que termina sucediendo es que las personas que más hablan son las menos formadas. Tocan de oído el tema y, cuando hablan, suelen decir cosas bastantes equivocadas al respecto. El periodismo deportivo también tiene que hacer una revisión respecto de lo que es ser un periodista: ser un periodista integral al que que no alcanza con saber el segundo nombre de un jugador, por ejemplo.

-En esos discursos confusos o tendientes a confundir se afirma, por ejemplo, que en la Argentina hubo una guerra en lugar de asumir que hubo un genocidio.

-Ya está comprobada la idea de que hubo un plan sistemático de eliminación de personas. El Estado se vuelve terrorista. Ya charlamos sobre todas las dinámicas que tuvo respecto a la detención de población en campos de concentración, su tortura y su posterior desaparición y la apropiación de niños y niñas. Los que intentan instalar falsamente la idea de que hubo una guerra lo que hacen es equiparar la idea de la guerrilla o de las organizaciones político-militares como ERP o Montoneros al poderío que tenía el ejército. Esto no es así porque era población civil organizada que, si bien llegó a movilizar mucha gente, no eran ejércitos regulares, no tenían la capacidad técnica ni bélica para oponer una seria resistencia a las fuerzas armadas. Además, para fines de 1975, el gobierno que estaba entonces le dio el control total a las fuerzas armadas para disciplinar a las guerrillas y lo logró. Con lo cual, en distintos operativos a lo largo de 1975 logró quebrar a la guerrilla. O sea que explicar un golpe en marzo de 1976 por un fenómeno que ya estaba en el ocaso en diciembre de 1975 es anacrónico y no tiene nada que ver. La idea de instalar una guerra es porque, de esa manera parecen dos bandos, uno que se enfrenta al otro, y en esa guerra, a la que se llamó guerra sucia, hubo distintos sectores que fueron cómplices: la alta cúpula eclesiástica, los grandes medios de comunicación, las empresas multinacionales, los distintos beneficiarios que llamaron al golpe y lo apoyaron: La pretensión de instalar lo de que hubo una guerra aspira a borrar la complicidad de esos grupos porque implica que había dos grupos enfrentándose, eso que se llamó la Teoría de los Dos Demonios.

-¿Cómo imagina el futuro de los lazos entre derechos humanos y deporte?

-Me parece que la relación entre deporte y derechos humanos va a tener una tensión permanente en los próximos años en los que vamos a ver dos tipos de actitudes. La primera, una más acelerada y profunda participación y compromiso por parte de los deportistas y parte de la sociedad impulsando que las instituciones deportivas y de todo tipo se involucren con las problemáticas de la sociedad, lo cual está muy bien. De hecho, los clubes lo han seguido haciendo de distintas maneras y hay clubes que tienen escuelas y apoyan chicos de distintas maneras. Y, por otro lado, quedará un margen bastante importante que seguirá con el no te metas, negacionista. En los últimos años en Europa primero han aparecido muchos movimientos de derecha que ahora se traducen también en América. Tuvimos el movimiento de Trump en Estados Unidos, a Bolsonaro en Brasil y acá también están creciendo movimientos que se llaman con otros rótulos, pero, en realidad, cuando uno rasca un poquito parecen ser como un neofascismo que promueve las recetas económicas que ya fracasaron, por caos, durante la última dictadura. Son muy antiderechos. El peligro que azota tanto a la sociedad como a las instituciones deportivas y al periodismo es eso. Así que así veo el futuro como una tensión permanente y la necesidad de aceitar y profundizar la idea de memoria, verdad y justicia.