Norma, los ojos, la vida

Por Juan José Panno (*)

Norma Osnajanski tenía unos ojazos hermosos, expresivos, que apuntaban como rayos de luz a las causas nobles; una sonrisa fácil, la voz ronca, dulce. Pronunciaba bien, escribía mejor, era muy buena periodista y excelente maestra del idioma. Todos quienes fueron su alumnado en TEA la recordaran en estos días con mucho cariño. “Decía que los signos de puntuación son como las señales de tránsito del idioma y cada vez que escribo algo me acuerdo de eso”, resumió Gabriela Tijman al evocar sus clases magistrales de lenguaje periodístico.

Los que fueron sus compañeros en la Editorial Perfil, en TEA, en Unomismo, en el exilio mexicano, los de su querido Chile, donde vivió muchos años, los que editaron sus libros, los amigos de los últimos tiempos en las redes, todos se juntaron en un enorme abrazo que unió tiempos y distancias para homenajearla.

Tal vez desde aquí podamos sumar otro homenaje si rescatamos fragmentos de una nota que escribió en la revista Haroldo, el 14 de marzo del 2016:

“El 24 de marzo de 1976, a la tarde, me enteré de que por fin estaba embarazada de mi primer hijo.Y esa noche llegó el Golpe Militar. Hasta el día de hoy esas dos frases juntas me resultan casi irreales, un big-bang imposible: en mi cuerpo, creciendo la vida; en el cuerpo de mi gente, la muerte que ya había empezado su marcha con la Triple A y que desde esa noche redoblaría el paso con los militares(…) Mi hijo nació el 1º de diciembre y en enero del ’77 supe que, como fuera, tendríamos que salir. No porque tuviéramos indicios ciertos de estar siendo buscados, sino porque una mañana recogí el diario y una de las tantas noticias de muertes y desapariciones me llevó hasta el borde de la cama donde aún dormía mi marido para decirle: `Ayer la mataron a Cristina Bettanin y yo no puedo llorar.  ¿Te das cuenta de que no puedo llorar? Estoy viva y seca. Este país se acabó para mí. Mi profunda y amorosa amistad con Cristina no se había dado en la militancia, sino que fue germinando en las redacciones, ella con su cámara de fotos y yo con mi grabador. Compartimos eso y mucho más.  Como mucho más fue lo que compartí con los otros compañeros del gremio de prensa que hasta hoy están desaparecidos y formaron parte de mi vida: María Bedoian, Marta Mastrogiácomo, Jaime Colmenares, Enrique Raab…

Para todos ellos no he cesado de cavar fosas en el aire.  He llevado tempranos carteles con sus nombres en las primeras marchas de las que participé desde el 83, a mi regreso de México, y con ellos -con los 30.000 presentes, hoy y siempre- marcho cada 24 de marzo.   Así lo haré este año también. Porque Juan Gelman me enseñó que no es para quedarnos en casa que hacemos una casa no es para quedarnos en el amor que amamos y no morimos para morir tenemos sed y paciencias de animal. Tenemos sed aún. Se llama Memoria, Verdad y Justicia. Por eso escribimos. Y por eso marchamos»-

Su hijo fue quien dio hace unos días desde Bariloche la triste noticia de la muerte, en facebook. Escribió desde el alma:

“Soy Iván, el hijo de Norma Osnajanski. Ella falleció a las 4.30 am de hoy, domingo.

Aquí, en Bariloche, donde el sol está presente ahora mismo con su luz y tenue calor invernal. Quiero agradecerles desde lo más profundo de mí alma por compartir con ella lo que fuere que hayan compartido y por conformar junto a ella está tribu, de la cual estaba orgullosa. Aquí encontró refugio y plataforma para ejercer lo que mejor supo hacer toda su vida: cultivar y honrar la amistad y a los amigos. Siempre del lado de los buenos. Te quiero Ma. Gracias. Te vamos a extrañar mucho.”

Siempre del lado de los buenos, Norma querida, entrañable amiga.

(*) Periodista. Fundador de TEA y Deportea