Por Javier Tabares (*)
La mejor forma para empezar a comprender una situación es formulándose preguntas. Es un planteo filosófico en su origen, pero realista al mismo tiempo. Si algo es de una determinada manera, ¿cuál es la razón para que así sea? ¿Qué se busca mediante el procedimiento para su ejecución? ¿Cuál es la causa que motiva una puesta en escena, con pequeñas variantes, repetidamente en su esencia?
El desarrollo de la transmisión de un partido de fútbol, de un evento deportivo en general, entra perfectamente en esos hipotéticos interrogantes que cualquiera puede realizarse. Desde un fanático consumidor hasta un periodista que se propone ser parte de las mismas, sin dejar de lado a quienes no saben o no entienden (ni pretenden hacerlo) qué es lo que provoca ese mundo tan maravilloso donde la pasión, el conocimiento y la interpretación de los hechos convergen sin una regla única ni una fórmula patentada.
Hay una voz cuya presencia no se cuestiona desde la necesidad, aunque sí desde los gustos y los estilos. El relator, por obvias razones, no puede faltar en una transmisión radiofónica. Y aunque sí puede prescindirse de su narración cuando la TV es la que emite el juego, existe casi un compromiso de aceptación involuntaria y natural para que su voz acompañe a la imagen, complementando o advirtiendo lo que ya se está observando o lo que puede llegar a ocurrir.
Ahora bien, ¿es indispensable la participación de un comentarista? Respuesta inmediata (y tal vez sorpresiva): no. Entonces, a partir de esa negación es que comienza el desafío para quien ejerce este rol, más sencillo que complejo para algunos, mucho más difícil que fácil para otros.
Lo primero que el analista del juego debe tener claro es, justamente, su función. Cuándo, cómo intervenir. Y, por encima de las formas, el contenido de sus aportes cada vez que se enciende su micrófono.
El narrador es quien “manda en el aire”, quien marca los tiempos, los ritmos, la dinámica de la transmisión. El comentarista debe saber entonces que sus momentos dependerán de lo que acontece mientras rueda la pelota, pero también de quien conduce el show. Su sociedad con el relator no puede fallar. No hace falta fingir ni forzar una amistad, pero sí hallar entre ambos la naturalización de una relación profesional.
Quien puede decir mucho en pocas palabras habrá empezado ganando su partido. Y si a esa cantidad justa se le adosa precisión y claridad, la victoria estará asegurada. Por último, el triunfo se transforma en goleada si desde el talento se promueve al ingenio y a la didáctica, no en todos ni en cada aporte, pero sí administrando los instantes adecuados para ponerlos en práctica.
Cuando el comentarista perciba que la recepción conceptual de su mensaje es completa, sentirá que habrá ganado, gustado y goleado. Y que ese será su camino elegido, potenciándolo y aggiornándolo sin presión, pero sí con convicción y con la certeza de saber que siempre hay tiempo para seguir aprendiendo mientras, paralelamente, se comparte ese aprendizaje.
(*) Trabaja desde 2003 en Torneos como comentarista de fútbol y conductor para Fox Sports. También, como comentarista en Radio Rivadavia. Está a cargo del curso de relato y comentario que se cursa a través del Laboratorio de TEA y Deportea y es director de contenidos de los cursos de relato y de Comentario de Oxygen.