Un documental sobre los fusilados de Racing

Por Julián Cándido y Juan Cruz Romeo

El cineasta Rodolfo Petriz, quien creó y dirigió el documental “Los Fusilados de Racing”, cuenta cómo nació y cómo desarroló su idea para recrear la historia del asesinato de seis personas en febrero de 1977 en una de las paredes del estadio Presidente Perón, al lado de la puerta 19, en el contexto de la última dictadura cívico militar que sufrió la Argentina. El documental fue presentado el 16 de noviembre en el cine Gaumont y en la Casa de las abuelas de Plaza de Mayo cuatro días después. Allí hay ahora un cartel que da cuenta del hecho y que puede ser leído por quienes van al Cilindro. Enfrente, un mural pintado por socios y por socias homenajea a las víctimas del horror. «Los fusilados de Racing» significa todo eso.

-¿Dónde nace tu entusiasmo para recrear esta historia?
– Se me ocurrió cuando leí una nota que escribió Micaela Polak. Ella narra los pormenores de este hecho que para mí era completamente desconocido. Soy hincha de Racing pero no sabía qué había pasado. Me llamó la atención que el 23 de febrero de 1977, el marco del genocidio que padeció la Argentina, hubiera un crimen en la puerta del estadio de Racing. Y que fuese un crimen poco conocido me inquietó más todavía.

-¿Cómo hiciste para recrear situaciones que pasaron tantos años antes?
-Mirá, primero trabajé con testimonios orales de testigos y gente de esa época, ya fuera gente del barrio o ex jugadores de Racing que vivieron ahí en la pensión que tuvieran algún recuerdo de lo que había sucedido. Después, también hubo una segunda instancia que tuvo que ver con buscar documentación vinculada con el hecho. Micaela Polak ya había encontrado alguna documentación en la Comisión Provincial por la Memoria y los archivos de la DIPPBA, eso también fue parte de cómo se va contando la historia. Incluimos lo que decían las actas policías, un poco con el objetivo de que los espectadores actuales se empapen de ese vocabulario que se usaba dentro de las fuerzas armadas. Asesinatos que ellos querían hacer pasar como enfrentamientos. Esto fue un fusilamiento de gente, que muchos me dijeron que estaban vendados: ellos, en las actas que escribían, ponían enfrentamientos, tiroteado por resistencia a la autoridad y esas cosas. Luego, apareció la animación para recrear situaciones y testimonios. El documental, en general, tiene una suerte de estructura y una trama de investigación periodística/policiaca.

-¿Cuál fue la primera fuente o el primer testimonio que marcó el rumbo de la investigación del documental?
-Por supuesto, está lo de Micaela Polak, de quien leí la nota y obtuve datos. En términos de testimonios, el punto de partida del documental fue el de Rafael Barone, testigo amigo del ex futbolista Orestes Corbatta. Y un segundo testimonio resultó el de Pablo Llonto el abogado en la causa por crímenes de lesa humanidad, que también me orientó mucho sobre cómo funcionaba la estructura de represión y asesinato de personas.

-¿Cómo verificaron la información en un contexto donde muchos documentos oficiales fueron destruidos o manipulados?
– Trate de usar un criterio periodístico que tiene que ver con la idea de las tres fuentes. En términos de qué el hecho sucedió en ese lugar y fue un fusilamiento, tuvo que ver con el testimonio de varios testigos que coinciden, ya sea jugadores de Racing, que básicamente me refirieron lo mismo quizá con pequeñas diferencias. Para alguno no habían sido seis los fusilados, sino ocho, nueve o diez. Ahí los recuerdos son complicados, eso queda en el documental tal como me lo dijeron, para que se contrapongan. Es algo muy rico para el que ve cómo es que se investiga algo, las contradicciones que pueden surgir en los testigos es algo interesante y te hace tomar los datos con cuidado.

-¿Y sobre el lugar de los asesinatos?
-Claro, otra cuestión fue dónde había sido el fusilamiento, si contra el paredón o a veinte metros, y ahí también había testimonios encontrados. Para ello llevé una perito balística que mirara el paredón y ella me dijo mira estas marcas que están acá concuerdan con disparos de bala, aunque habían pasado 45 años, pintaron la pared y hay que hacer miles de estudios o pericias que no se pueden hacer ya. Los agujeros al lado de la puerta 19 son coincidentes con disparos de balas.

-¿Por qué se eligió el paredón de la cancha de Racing para hacer este fusilamiento?
-Es parte de lo conjetural también, algo que aparece en el documental expresado de esa manera. Una versión es que hubo muchos fusilamientos en Avellaneda y buscaban paredones en zonas medio desoladas para matar gente. En esa época era un lugar más desolado, porque no existía la calle Milito, porque había una estación de trenes de carga que implicaba que no hubiera movimiento de noche, porque enfrente hay fábricas y todas las viviendas están del otro lado, sobre la calle Corbatta. Otra opción es que hay una vinculación con quien era presidente de Racing, en ese momento: Horacio Rodríguez Larreta padre, también detenido desaparecido dos meses más tarde y quien estuvo cinco o seis días en el foso de Banfield por un nexo con el caso Graiver, que fue muy resonante en esos años, dado que era un banquero y financista perseguido por la dictadura.

-¿Cómo manejaron la ausencia de registros fotográficos o audiovisuales del hecho para sostener la veracidad del relato?
– Un poco quizá trabajando fuertemente en que los testimonios fueran coincidentes. También con alguna documentación que tiene que ver con esta parte con carácter de secreto que estaba en la DIPPBA. Si bien se hablaba de un enfrentamiento, son eufemismos para el fusilamiento. En otras partes también se hablaba de enfrentamientos que después fue comprobado que habían sido fusilamientos. Hablé con muchos especialistas que investigaron mucho la represión y el asesinato en el conurbano, especialmente en Avellaneda, con lo cual me permitieron construir una suerte de imagen global y general de lo que pasó en esos años. Si bien el documental arranca sobre algo puntual, después se despliega y abarca todo tipo de crimen cometido en aquellos años

-¿Qué fue lo más crudo que escucharon mientras armaban el documental?
– Fue la descripción que hace Carlos «Maco» Somigliana, que pertenece al Equipo Argentino de Antropología Forense, cuando hace toda la descripción de cómo funcionaron las fosas comunes y cómo se habilitó el sector 134 del cementerio de Avellaneda para hacer de lugar de ese fosas comunes. Maco cuenta todo lo que fue su trabajo de exhumación de cadáveres en ese sitio. Igual de duro es también que, por ejemplo, te cuenten cómo funcionaba El Infierno, el centro clandestino de ahí en Avellaneda, con calabozos, con celdas de tortura.

-¿Se pusieron como objetivo llegar a conocer a los familiares de las víctimas?
-Fue uno de los objetivos de máxima averiguar la identidad de las víctimas, ya que Micaela Polak lo había intentado en un principio. Yo intenté profundizando la investigación y dándole más tiempo pero tampoco pude. La idea la teníamos, era lo que yo esperaba. Lamentablemente no se logró por falta de datos. En el documental abordamos las dificultades que tienen estos casos para ser reconstruidos después de 45 años.

-¿Qué papel tomó el club en la memoria colectiva y en la preservación de los hechos?
– Racing por suerte se puso a mi disposición desde el primer día con todo lo que me hacía falta, si iba a filmar al Cilindro, que fui varias veces, siempre estuvieron las puertas abiertas. Racing tiene la particularidad de ser uno de los primeros clubes que empezó a trabajar sobre política de memoria, verdad y justicia. El primero en darle espacio de difusión desde la institución a los crímenes de la dictadura, también fue uno de los primeros que hizo la entrega de carnet honorario a sus socios desaparecidos, en un acto donde le entregó a los familiares de decenas de socios y de socias detenidos desaparecidos el carnet honorarios. El club también se involucró en la difusión del documental en la etapa de exhibición, acompañando las proyecciones y armándolas en conjunto, así que siempre han tenido la mejor predisposición para visibilizar estos crímenes.

-¿Cómo manejaste el tono ético y narrativo para evitar la espectacularización del horror y priorizar el respeto a la historia y a las víctimas?
-Es una característica que tengo yo cuando cuento las cosas, al menos en los otros dos documentales que hice. A mí no me gusta caer en golpes bajos, si bien se ven imágenes fuertes. Prefiero tomar un tono como el documental sobre una investigación policial sobre un crimen, porque se dio ese contexto. Quizá la diferencia que tiene con otras películas policiales es que este no es un crimen ficcional, no es un invento de un guionista de Hollywood para hacer una película, sino un crimen horroroso que sucedió.

-¿Qué fue lo que más te costó en el armado del documental?
-Siempre el principal desafío a la hora de armar un documental tiene que ver con el momento del montaje. Básicamente son muchas horas de entrevista. Mucha gente a la que uno entrevistó. Para este documental debo haber hecho más de 40 horas de entrevista o capaz sean más. De todo eso hay que armar algo con una estructura que atrape al espectador y que deje exclusivamente lo esencial evitando que la gente se vaya sin saber algo pero tampoco aburriéndola. Quiero que la persona, a medida que avanza la historia, se vaya involucrando y no diga me pudrió. Es el desafío más difícil a la hora de hacer un documental.

-¿Crees que lo lograron?
-Creo que se logró. Al menos, la recepción de aquellos que lo vieron fue buena, se conmovieron, lo siguieron con atención. Las funciones que hice fueron gente de todas las edades, quienes sufrieron la dictadura en carne propia y gente más joven que quiere comprender qué pasó en esos años.

-¿Qué aspectos de la investigación quedaron abiertos o inconclusos?
-Me parece que fundamentalmente la identidad de las víctimas y que hay que resolver en este tema. Después, tampoco se le puso un nombre y apellido a los que los mataron directamente pero son ese tipo de enfrentamiento. Suponemos que está ligado con todo lo que fue la patota de Puente 12 y el mismo operativo de Puente 12, muchos de cuyos miembros están identificados, en particular sus jefes. Desde ese punto de vista, sabemos de dónde vienen o quiénes serían los responsables de máxima.

-¿Te propusiste continuar con la investigación para dar con el nombre de las víctimas?
-Parte de lo que decidí fue presentar la denuncia judicial. La justicia tiene acceso a la documentación y posibles testigos, cosa que desde el punto de vista periodístico cuesta muchísimo conseguir. Por ejemplo, personal policial que haya trabajado en la comisaría de Avellaneda en 1977. Yo traté de averiguar esos datos para ver si alguno recordaba algo de esa noche porque la comisaría de Avellaneda intervenía en ese tipo de fusilamientos, dando cobertura, dando zona segura, cortando calles. Suponemos que intervino la comisaría primera de Avellaneda. Como investigador periodístico me cerraron las puertas de esos datos e investigaciones. La policía lo puede requerir y tienen que dárselo. Sigo involucrado con el tema y me encantaría poder seguir aportando.

-¿Hubo otro tipo de trabas?
-No hubo muchas otras trabas. Por lo menos, para entrar a lugares los cuales me propuse, quizá sí con algún acceso a documentación oficial que me negaron por cuestiones de confidencialidad de los datos. Afortunadamente encontré colaboradores generosos que me lo consiguieron por otro lado.