Por Luis Alberto Climenti y Lucas Canteros
El periodista, poeta, escritor y psicólogo social Walter Vargas presentó su libro «Manos enguantadas» en el emblemático Café Tortoni, acompañado por Osvaldo Principi. Prolífico narrador y con una historia profesional y afectiva de muchas décadas con el boxeo, en esta charla detalla cómo construyó ese trabajo que publicó Ediciones Al Arco
-¿Cómo se escribe un libro?
-Hacer un libro, para mí, es tener una idea madre, querer abundar sobre determinado tema. Después, es un mundo rarísimo. Me pasó de estar seis meses para escribir dos líneas y también me pasó de escribir un libro en dos meses.
-¿Dónde piensa que radica esa diferencia?
-De viejo lo aprendí. El gran Adolfo Pedernera decía “loro viejo no aprende a hablar”, yo creo que lo que define es encontrar el ritmo discursivo. El ritmo de la escritura con la que quiero decir una cosa. Si tengo eso, el libro viene solo. De hecho estoy muy feliz con un nuevo libro que estoy escribiendo otro que va a ser de fútbol, un proyecto muy ambicioso. Y lo que más feliz me pone es que ya encontré un tono discursivo y un registro de escritura.
-¿Y cómo fue escribir sobre boxeo?
-Escribir sobre boxeo fue muy accesible porque a lo largo de mi vida ya había escrito mucho de este deporte. Para agencia de noticias, para revistas, para portales. «Manos enguantadas» es un libro en el que hay muchos perfiles; y el perfil es un género en el que yo me muevo bien.
-¿Qué significa este libro para usted?
-Este libro viene a cerrar una etapa. El 25 de abril se cumplieron cuarenta y cinco años del momento en el que vine a buscar laburo en una revista de boxeo a esta ciudad. El boxeo me abrió la puerta de Buenos Aires y la puerta a una vida que, de otra manera, no hubiera tenido. Yo era un pibe de 19 años que vivía en una semi-villa. Que no tenía sanitarios y que no conocía la ducha, hijo de un albañil y de una costurera, que había terminado la primaria en una nocturna y que no había hecho la secundaria. Un día, mi padre albañil, hijo de gran canario, que llegaba de la obra y tomaba mate, que no se la pasaba dando consejos, me dio uno. Me dijo: “Hijo, tu papá no va a poder trabajar toda la vida. ¿Qué pensás hacer? Ya tenés 19 años”. Le dije que me iba a ir a pedir laburo a Buenos Aires. Que iba a ser periodista y escritor.
-¿Siempre supo que iba a ser periodista y escritor?
-Yo ya sabía que era eso. Yo me hubiera muerto de hambre. Hubiera sido peón de albañil, ladrón, ratero. Hubiera sido lo que Marx llamaba un lumpen, alguien que no ocupa lugar en la escala social. No sé lo que hubiera sido.
-¿Sus vivencias con los boxeadores se reflejan en el libro?
-Los boxeadores son los tipos más nobles que hay. Eso se traduce en los perfiles que están escritos en mi libro. Está testimoniado el amor que le tengo a los boxeadores. Con algunos soy muy duro, soy irónico cuando hago los perfiles. Con algunos soy muy crítico. A pensar no renuncio, pero el amor lo doy por descontado.
-¿Espera que suceda algo con el libro?
-Juan Carlos De Brasi fue mi tutor en mis lecturas de filosofía y un día estaba por presentar un libro y le digo “Juan Carlos, no sé qué va a pasar con este libro. Estoy muy nervioso”. Me preguntó si lo disfruté y le contesté que sí. Entonces me dijo: “La recompensa del libro es el placer de la escritura misma. La recepción y la venta son caprichosas”.
-¿Y está conforme con el camino?
-Estoy conforme con el camino recorrido en este libro. Es un buen libro y un buen tributo al boxeo. En los últimos años, desde la pandemia a estos días, se han muerto varios amigos de mi edad y menores también. Soy un ser humano con más pasado que futuro. Y no lo digo desde un lugar en el que creo que me voy a morir mañana, aunque puede ser. Pero, a mi edad, tengo más pasado que futuro. Entonces, algunas deudas las tengo que cumplir. Así como le debo un libro a Estudiantes de La Plata, que es una de las cinco cosas que más amo en la vida, le debía un libro al boxeo. No podía irme de este mundo sin agradecerle al boxeo y a los boxeadores. A ese universo que me permitió acceder a una vida que de otra manera no hubiera tenido. El boxeo me dio una entidad profesional, me dio una ducha, me dio el inodoro, me dio el pan todos los días, me dio amistades y me permitió entrar a un mundo alucinante.
-¿Qué es el boxeo para usted?
-El boxeo es alucinante, fantasmagórico. En donde se junta lo más bajo y lo más alto del ser humano. El boxeador es uno de los pocos tipos que sube a hacer lo suyo y no sabe si va a morir en el juego. La muerte es una presencia literal en el boxeo. El boxeo es el deporte más puro, yo lo discuto con los abolicionistas. El primate, antes de cualquier cosa le pegó una trompada a otro primate. La primera acción deportiva fue un primate pegándole a otro primate. El boxeo tiene eso primario, esa fascinación la tiene el boxeo. Se pelea por la gloría implícita.
-¿Qué consejo le daría a una persona que quiere escribir un libro?
-A la persona que quiere escribir un libro le diría dos cosas: una, que honre su deseo y segundo que exorcice lo más temprano posible el miedo a la página en blanco. Una vez que empezás a escribir, el libro te va marcando su propio ritmo. Y, una última cosa, poco ortodoxa, es poner el culo en la silla. Los que verdaderamente tienen la vocación de escribir, ponen el culo en la silla y caminan con el culo en la silla. Si eso no sucede, no era su vocación.