Ayelén Pujol: El Mundial de Qatar, de una madre a un hijo

Por Santina Cova y Pedro Moreno Polak

Se cumplió un año de la consagración máxima de la Selección Argentina de fútbol. Una historia latente para todo el país, el campeonato mundial en Qatar. La alegría fue el sentimiento colectivo que movilizó a cada persona. Mientras algunos, en ese mes intenso que tuvo sus vaivenes, gritaban y saltaban, ella escribía y para alguien especial.
Ayelen Pujol, periodista, futbolista y escritora, autora de ¡Qué Jugadora!. Y de Querido Gino, el libro nuevo, en el que unió la maternidad, la escritura y el fútbol. Partido a partido, carta a carta, Pujol busca inmortalizar las sensaciones del mundial para que, algún día, su hijo, pueda comprenderla.

-¿Cómo empezaste a escribir el libro?
-Empecé a hacer algunas anotaciones desde el momento en que empezamos a desear a Gino y durante el embarazo. Para el Mundial me contrataron para el diario El País para escribir columnas sobre el camino de Argentina hasta donde llegara, sin saber que terminaría como terminó. Gino nació el 18 de octubre, así que me la pasaba en mi casa, casi sin salir y con todo lo que implica los cuidados de un recién nacido. Se me hacía muy difícil hacer análisis futbolísticos, entonces hablé con el editor para comentárselo porque, además, yo no tenía contexto: no estaba en la calle, no tomaba el transporte público, estaba encerrada en el living de mi casa mirando todos los partidos por televisión.

-¿Cómo llegaste a la idea de las cartas?
-Le propuse contarle el Mundial a mi hijo bebé y se copó. Hicimos una prueba que fue una suerte de carta que funcionó muy bien y, después, con el fallecimiento de mi papá, se me complicaba cada vez más hablar de fútbol. Mientras tanto, Argentina seguía avanzando y yo le seguía escribiendo cartas a Gino, que después se transformaron en un libro. Tenía, además de las que escribía durante el Mundial, otras que escribí durante la Copa América femenina, que viajé a cubrir embarazada, y posteriores a la consagración en Qatar, hasta llegar al primer año de Gino.

-¿Cómo fue el proceso de escritura?
-Es un libro escrito de manera fragmentada, que es como vive alguien que tiene un hijo; escribiendo un poco en un papelito cuando vas al baño, o en un cuaderno cuando se duerme y vos no podés, o cuando se te ocurre una idea mientras estás amamantando y la anotás en el celular. Igual de caótico que es el primer año de un hijo fue el proceso de escritura de este libro.

-¿Sentiste que tuviste algún tipo de obstáculo especial a la hora de llevar a cabo tu libro?
-No, no sé si tuve algún obstáculo. Creo que por ahí las cuestiones que tiene alguien que tiene un bebé chiquito, vinculadas al tiempo y a lo que demanda la crianza. Dormir poco o no dormir, obviamente sostener el trabajo, la casa, el cuidado. Encontrar el espacio para poder sentarte a escribir. Después, no sé, los obstáculos propios de quien escribe, creo que es prueba y error. Escribir y que no te guste, seguir, intentar. Yo creo que una de las cosas que aprendí es que cuando sos madre haces todo fragmentado, un ratito, cuando tuviste tiempo a la mañana porque él se durmió, y vos más o menos estabas lúcida. Otro ratito que te lo cuidó alguien, otro mientras estaba con alguien o vos pudiste viajar en transporte público y tuviste un rato sola. Uno medio que vive para uno de manera fragmentada y escribir mucho más. Y es raro eso de vivir y de ser fragmentado porque tenés que conectar y reconectar. Es como apagar y prender en distintos momentos.

-El modelo de las cartas, ¿lo planeaste desde el principio?
-Yo, desde el principio, fui haciendo anotaciones. Tenía un chat conmigo misma de Whatsapp que se llamaba «Cartas para Gino» y ahí iba, siempre de manera fragmentada, haciendo algunas anotaciones sobre el Mundial de Qatar. Me contrataron del diario El País para escribir unas columnas, unos análisis de cómo le iba a Argentina. Hice el primero con Arabia Saudita y, en ese marco de no dormir y de dar la teta todo el día, yo me encontré con que estaba encerrada en mi casa, mirando lo que podía el Mundial, y entonces no estaba como para escribir análisis de partido, porque me faltaba contexto, me faltaba calle. Propuse hacer esto de contarle el Mundial a mi hijo y quedó esa idea y se sostuvo, era hasta que Argentina se quedara afuera y, al final, Argentina terminó saliendo campeón, y creo que cuando sale campeón ahí decidí que eso podía ser un libro. Esas cartas están en el libro, pero están de manera ampliada y mucho más trabajada. Hay algo también de la carta que a mí me gusta. En el libro está: en un momento yo cuento qué me pasa a mí con las cartas y cuál fue la primera carta que recibí, qué me generó. Como que hay algo de la carta de que no es perecedera, que queda ahí fija, en tiempos, además, en los que la comunicación se acortó y nos contestamos emojis o fueguitos por Instagram, en los vínculos hay pocas palabras a veces también y poco tiempo para contar y escuchar, o leerse y releerse. Yo me siento, en ese sentido, muy contradictoria con estos tiempos, ver las ventajas de la megatecnología pero al mismo tiempo tener nostalgia de todo eso, de la charla cara a cara o del intercambio epistolar a la distancia o cerca, con lo que me generaba a mí recibir una carta, esperarla, leerla una vez, leerla dos veces, que pase el tiempo y volver a leerla. Me pareció como dejar algo medio indeleble en un sentido que, además, es la muestra de un tiempo histórico, porque se escribió en un momento determinado y con un sentimiento de ese momento, pero con palabras, con sensaciones, con sentimientos, como todo eso que a veces en la comunicación de hoy ya no tenemos o perdemos sin darnos cuenta quizás.

-¿Pensaste en un público específico a la hora de escribirlo?
-No, no pensé en ningún público específico. Creo que el libro habla de distintos temas, es un libro de fútbol, pero es un libro también de vínculos, de diferentes emociones, de maternidad también- Y es un libro en el que me parece la idea es, espero que haya quedado reflejada, no idealizar la maternidad, tampoco los vínculos. Yo creo que hay una cosa de no caretaje, de hablarle a mi hijo y de contarle las cosas como son. Hay veces en que a las infancias se las pone en un lugar como que no entienden. Y son sujetos, sujetas, que pueden pensar. Creo que trata de ser un libro auténtico, de hablar también de los grises y de la no idealización del fútbol, del fútbol que tenemos, del fútbol capitalista. En el libro hablo de ser hincha y cómo ser hincha es a veces insistir, persistir y creer, pese a que el sistema te da un montón de factores para pensar que no, que no hay que creer, que a veces está todo arreglado, que los poderosos siempre ganan.

-¿Qué representa el libro para vos?
-Es un libro muy especial porque yo había publicado dos, pero son libros más periodísticos, y este es un libro más narrativo y porque intento como un legado para mi hijo. Lo que descubrí es que cuando una tiene un hijo hay una dimensión del amor que no tiene límites. En un momento pongo como que no sé cuántos estadios de fútbol lleno con este amor que siento ahora. Creo que, entonces, también es como una especie de manual o un legado de un montón de cosas de nuestras historias, del mundo familiar, pero también del mundo que creemos que nos gustaría, de paradigmas, de ideologías y, bueno, del amor absolutamente profundo e incondicional por todo lo que el fútbol tiene.

-¿Qué querés que represente para tu hijo?
-No sé, en el libro hay una parte que yo no sé, tampoco una nunca sabe qué espera un hijo de una. Siempre jodo con que espero que no se avergüence del libro, hay una etapa en la que uno se avergüenza de los padres y de las madres. Quiero que represente eso, una forma de vivir la vida, de vivir y sentir el fútbol y la vida en un punto, y que después pueda tomar lo que él quiera o lo que no quiera. No tengo muchas expectativas como de qué represente, es algo que yo quería dejarle, después iré viendo en el transcurso del camino qué pasa con todo eso que ya está ahí.