Grandes frases de grandes textos en El Gráfico

Los descendientes de sajones imponían la seriedad, disciplina y fríos métodos de Inglaterra; pero los otros lo fueron modificando inconscientemente, despreciando un tanto la disciplina conjunta, para hacer predominar la habilidad personal y distanciandose de los cánones ingleses al imponer, con preferencias generales, la astucia en la gambeta sobre el pase metódico al puesto y no al hombre y el quite habilidoso sobre la carga al cuerpo. El golpe llamado pechazo, el uso y abuso de la superioridad física, fué criticado por periodistas y público, y los referees, llevados por la corriente, cambiaron las modalidades reglamentarias castigando fouls con excesivo celo, hasta transformar el juego vigoroso en otro más sutil, rápido y elegante. Esta es la diferencia primordial que existe hoy entre nuestro fútbol y el europeo. Aquél más pesado, lento, fuerte, disciplinado y armónico en la acción conjunta. El nuestro más liviano, veloz, afiligranado, con menos acción colectiva y más derroche de habilidad personal.

(fragmento de “La viveza criolla de nuestro fútbol” -1932-, de Enrique Rossi, más conocido por su seudónimo Chantecler)

“OIGA, VIEJO DUN CUAN, no se me piante… ¡Parece mentira que por un par de pepinos más o menos, ya ni conozca a los amigos!…” – “Va, va, vía… Perque te conosco, es que me vado…”  – “Pero no, escuche, viejo, atienda… ¿Por qué se va tan chivo, diga? ¡Un tropezón cualquiera da en la vida!…” -”Uno, si ma dos, no… , che, che… Dos son demasiados por un hombre que ya va para viecos…” – “¡Pero che, caray, no sea tan güifano, compaño!… Levan´tese ánimo… Arriba con esos bafis que se le van a enrredar las cintas de los calzonciyos…”

– “¿E a vos que se t´importa que se m´inrieden o no los pelo del tegobis?…” – “¡No ve, no ve, ya se me paró de punta el jovie!” – “¡E sicuro que me voy a parar de punta, e con todo el mazo de las coarenta cartas! ¿Qué te sos pensado vo, dearero ingropido, que me vas a cachar per l´academia vos a mi, que podría ser t’agoelo?” – “¿Mi abuelo usté… y eso cómo?” – “¿Querés que te lo diga? E boeno. Decime un poco, ¿vos no sos del River?” – “¿Yo? ¡Avise!” – “Ma sí, ma sí, non te hagás el que n’intiende… Vos sos hincha de los miyonarios… E intonce, se vos só del River, como Boca te lo tiene d’hicos a los miyo… e yo soy el tata vieco del Boca Juniors… ¡el padre del padre, aquí e in me tierra, es el agoelo, sacramento! ¿Digo bien, o non digo bien, pedazo de cachador sensa piolita?”

(fragmento de una de las columnas “Todo a veinte” -1934-, de Máximo Sáenz, mucho más conocido por su seudónimo Last Reason)

¿Usted está conforme? ¡Yo no!

Anticipando de tal manera, rotundamente, su manera de pensar, estaba obligando al interrogado a que  contestara también negativamente. Hay mucha gente así, que formula una pregunta para que le confirmen lo que él dice y se enoja si lo contrarían. Todos dan y piden opiniones. Todos se sienten capaces para opinar y muy pocos son los que declaran su conformidad, no ya con el accidental cambio de un jugador, sino con la formación completa de un equipo. El  puesto de la oposición es el más cómodo siempre. Y el puesto más incómodo es el del trabajo. Siempre hay elementos dispuestos a la crítica, tanto como escasean los que se echan sobre sí un trabajo, es decir, una responsabilidad. La sacudida que produce los fracasos de un team de primerísima categoría provocan conmociones intensas. Los chicos, se conforman con una tranquila medianía. Viven felices con tal que no los preocupe el fantasma del descenso. En sus pretensiones de elevación no son muy exigentes. En cambio, cuando uno de los cinco grandes no está entre los cinco primeros, surge el drama.

(fragmento de la columna “El ojo clínico” -1942- a cargo de Félix Daniel Frascara)

No fue por cierto un partido muy bueno, pero como todo hace suponer que este año no hemos de ver muchos encuentros que merezcan ese calificativo, y en cambio es probable que veamos muchos inferiores a éste del domingo, cabe clasificarlo como aceptable…

Es cierto que estaba ausente Cecchi, pero la ausencia de un hombre, por bueno que sea, no es razón suficiente para que la eficacia de un pack desaparezca en forma tan absoluta.

(fragmento de la nota “Mejor juego pero muchas infracciones” – 1943-, de Hugo Mackern, especialista en rugby, al que identificaron muchas generaciones de lectores por su apelativo Free Lance)

Venía con un cargamento izquierdista acumulado en mis largos días de obrero, desde estibador de los barcos de carbón hasta los de chofer, y estaba prevenido contra toda presión capitalista. Precisamente para entrar de redactor en «El Gráfico» colgué mi libreta de chofer de casa particular. No la tiré. Podría hacerme falta… He trabajado. Puede ser que mucho, pero en un ambiente de tan cordial comprensión que si me devolvieran la adolescencia que tuve y me colocaran en un punto de partida, elegiría sin vacilaciones el «aterrizar» nuevamente en esta casa.

(fragmento de la última de las «Apiladas», -1955- de Borocotó, ícono de El Gráfico, cuyo nombre real era Ricardo Lorenzo y que hizo de la sección con ese nombre una de las grandes referencias históricas de la revista)

En lo deportivo el servilismo está a la orden del día. «Entusiasmo», «garra», «codicia», son palabras de casi un coro de comentarios radiales y escritos. Invocando «entusiasmo», «garra», «codicia» se silencia la inexistencia de habilidad o intelecto para jugar al fútbol. Este es, en este momento, un país de prensa libre. La libertad que este país no tiene es la que ningún gobierno puede darle: es aquella que una gran parte de la población teme ejercitar. Padecemos de la enfermedad del miedo. Hemos fabricado en la falta de franqueza para dialogar y discutir nuestros problemas una imagen de supuesta solemnidad que quiere ser seriedad. Y por pretender ser «serios» dejamos de ser sinceros. Llamamos seria a la prensa tímida y creemos que el periodismo positivo es el imparcial. Yo creo que el periodismo debe ser parcial —debiendo se objetivo y desapasionado–a porque si fuera imparcial no tendría opinión. Si abraza una causa tiene que ser parcial… Y yo, entre alguien que no piensa y otro que piensa distinto a mí, pero que piensa, prefiero a mi adversario de ideas.

(fragmento de la nota “Enfermos de miedo” -1959- , de Dante Panzeri)

Son los que siempre permanecer lejanos, irreales, que miran el mundo sin meterse en el mundo. Que miran pasar la gente sin meterse entre la gente. Son los que viven enamorados de la vida campesina, pero que sienten alergia por el pico y la pala… Son los que tienen ideas pero no las saben poner en práctica. Son los «finos» que reconocen el esfuerzo de los más toscos, pero a los que les gusta seguir siendo finos… Son los «gestores» que inician el trámite para que lo termine el «interesado». Y después se llevan la comisión del éxito… Pienso que «EL TOCO Y ME QUEDO» NO ES UNA CONDICIÓN TÉCNICA. ES UNA MENTALIDAD, UNA ÍNDOLE, UNA IDIOSINCRASIA. Es lo muelle, lo leve, lo blando, el aporte delicado a una obra que necesita esfuerzo físico, colaboración hasta el último segundo. A ese último segundo que URGE, que tiraniza, que exige. Estamos cansados de oír todos los días a los «modernos» hablar del fútbol asociado, expresado además elegantemente en «english»… Y ¿qué es el TOCO y ME QUEDO? Es justamente la negación del fútbol asociado. Porque nadie puede hoy jugar, residiendo cómodamente en el solar de 5 metros de fondo por 5 de frente. Así como terminó el centro de Perinetti y la gambeta de Zito porque ya «no se puede usar» ni nunca se debió usar, tampoco puede existir el ME QUEDO.

(fragmento del artículo “Toco y me quedo” -1965- de Osvaldo Ardizzone)

Salvado. Pero una angustia más me iba a obligar a doblar la cuota normal de cigarrillos. Se producen incidentes a raíz del segundo gol del Inter, que alargan el partido. Lo miro a Bianchi; me mira: en él se dibuja la misma preocupación. Un minuto antes del final salimos; corremos por la arena máquinas y bolsos en mano; nos sacamos los zapatos: 150 metros por el agua hasta la lancha; luego al coche,  luego el aeropuerto. Y la lista de espera, el asiento que llega a mí (ya sin esperanzas) cinco minutos antes de que salga el avión y me embarque. Cuando bajo en Aeroparque me siento feliz. Cuando entrego la nota estoy eufórico. Cuando cumplo con la ‘ley’, de repartir cigarrillos a los muchachos, me doy cuenta que tengo húmedos los pies y las botamangas de los pantalones… Nunca creí que eso pudiera causarme placer.

(fragmento de un relato de Carlos Ferreira – 1977- para la edición especial de “El Gráfico en el mundo”)

Intuyo que sepultados en ese fervor hay millares de hombres, mujeres y niños que son mis iguales. Es el momento sublime de la gran comunión nacional. Dentro y fuera de la cancha un hilo invisible unió los espíritus argentinos para esta convocatoria. Maltratado y querido Campeonato Mundial que estás a punto de concluir. ¿Dónde están tus enemigos? ¿Cuánto vale este milagro? Quiero escribir esta noche la nota más linda… Sé que no podré. Que las ideas me huyen, que las teclas me agreden, que la fantasía se esconde. Odio mi mediocridad. Argentina campeón del mundo. Gracias por hacerme sentir pibe otra vez. Ya no grito, ni tiemblo, ni lloro. Cierro los ojos. Creo que vi a Dios.

(fragmento de «Sí, campeones del mundo” -1978- de Héctor Vega Onesime, cuando Argentina ganó el Mundial 78)

En Buenos Aires, a los 26 días del mes de junio de 1979, un día antes del enfrentamiento entre Boca Juniors e Independiente, por el Grupo A semifinal de la Copa Libertadores, hacemos un llamado a la cordura y a la reflexión enarbolando la bandera del fútbol. Porque mientras los relojes de nuestra historia futbolística están marcando el tiempo del cambio y de los pasos al frente, Boca e Independiente amenazan retrotraernos a un pasado que creíamos definitivamente archivado. A riesgo de parecer ingenuos, y aunque dé la impresión de que ya es demasiado tarde, pedimos:

Que Boca e Independiente descarguen las armas y piensen en el espectáculo que saben y pueden ofrecer. Que se firme la paz. Que en Buenos Aires, a los 27 días del mes de junio de 1979, se haga la luz del fútbol…

(fragmento de la nota «En la Bombonera se declaró la guerra» -1979-, por Juan José Panno)

Alguna vez lo propuso María Elena Walsh: «Vamos a ver cómo es el reino del revés». Se lo cuento:

(comienzo de la nota «River llenó de silbidos el Monumental» -1979-, Eduardo Rafael, maestro de maestro en decir una historia en una línea)

Ni Rubén Paz, con toda su jerarquía, con la excelencia de esa pegada que tiene la precisión y la mortífera potencia de un misil, alcanza ese nivel de presencia constante para su equipo. Lo mismo sucede con Pipo Gorosito, otro artista que tiene una mano dentro de su zapato de fútbol. River sigue penando, añorando el eslabón perdido de un fútbol que enlazaba en una continuidad casi ininterrumpida a Labruna, Sívori, Ermindo Onega y Norberto Alonso. En este campeonato Menotti ha buscado sin éxito a su número 10 en Omar Palma, Claudio Borghi, Gerardo Reinoso, Polilla da Silva tirado unos metros atrás, el pibe Juan José Borrelli y hasta el boliviano Melgar. Ninguno ha cubierto la cuota exigible. Ese es nuestro panorama actual. Con Maradona en Italia y Bochini en el ocaso de su gloriosa campaña, la camisa número  no encuentra un sucesor de esa calidad, de ese ingenio y de esa trascendencia.

(fragmento de “Y despues de Bochini ¿quién? -1989- de Julio César Pasquato, notorio para los lectores de El Gráfico como Juvenal)

Todo estaba ahí. La Copa — que según los casos es ansiada conquista o ansiada reconquista—, la tarde hospitalaria, las camisetas queridas, la gente eufórica por Maradona, Bilardo y toda la secuela del Mundial. . . Todo estaba ahí, proyecto y anhelo de gran partido, con ídolos de siempre como Gatti y el Beto Alonso, con nombres ahora gloriosos, indiscutidos. Todo estaba ahí, no pudo ser.

(fragmento de «Los dos grandes empezaron la Copa» -1986-, de José Luis Barrio)

Dos horas más tarde -quizás a las ocho de la noche, aunque para esa imagen no haya tiempos que importen- ya no era él mismo, había dejado bruscamente la camilla donde Salvatore Carmando trabajaba sobre su cuerpo y aquel grito lleno de bronca sólo se ahogaba cuando lo tapaba su propio llanto, inconsolable, incontenible. “¡Me rompí el culo, ¿me entendés? ¡Me rompí el culo como nunca y ahora me viene a pasar esto¡” Juan Marcos Franchi acababa de confirmarle que su control antidoping en el memorable partido contra los nigerianos había dado positivo. Y las lágrimas de Maradona no dejarían de caer durante toda la noche.

(fragmento de la nota «Me cortaron las piernas» -1994-. de Daniel Arcucci)