Héctor Grines, el hombre que hacía el bien

Por Daniel Pelisch (*)

En algún lugar de esa otra dimensión a la que inexorablemente todos los mortales nos dirigimos, Héctor Grines –periodista deportivo de profesión y “soporte o asistente de almas” por adopción ya– comenzó a divulgar el legado con el que roció las vidas de quienes lo conocimos en este ámbito de los terrícolas.

Héctor era firme en sus convicciones, sus creencias y sus valores. Y en ese marco pregonó, tanto en su discurso como en sus actos, el ejercicio del bien.

Allí donde esté, seguramente puso manos a la obra para prolongar esa misión que asumió como su vocación. Ayudar a los demás.

Madrugaba cada día tratando de aprender por medio de la lectura y apoyado en sus maestros, la historia y el significado de los mensajes de la religión. Es que el entrañable Héctor dedicó parte de su vida para reconfortar a sus semejantes. Lo hizo con la determinación y la sensibilidad que apuntalaron la columna vertebral de su carácter. Sin distinciones ni grietas, sólo impulsado por el deseo de asistir a quienes se acercaban a un templo en busca de claridad, aliento y esperanza. Inclusive, su mensaje llegaba a aquellos que él detectaba con su antena receptiva antes que alguien pidiese ayuda. Como si estuviera dotado de una sabiduría de la anticipación. Si un familiar de un ser querido atravesaba una situación difícil, ahí estaba él con sus rezos y plegarias para amortiguar el dolor. Y esos mismos mensajes al Universo los emitía incluso en los buenos momentos, en las vísperas de otro aniversario de algún añoso familiar, amigo, conocido o allegado, augurándole con sus bendiciones salud y un buen pasar.

Fue cuidadoso y protector con su tropa, su familia. Amigable y respetuoso con su gente querida, aun en la divergencia. Por ahora, este devoto de los nobles valores se alejó de nuestro campo visual. Pero siempre estará presente.

(*) Periodista. Trabajó en Clarín y en Reuters, entre otros medios.