Panzeri sería implacable, sería generoso

Por Daniel Merolla

Si de algo podemos estar casi seguros es que Dante Panzeri estaría enojadísimo con cierto periodismo deportivo. Pudimos escuchar y leer su legítima indignación con aquellos periodistas que se «autorrelevan de las culpabilidades colectivas en los múltiples delitos del fútbol y su hipertrofia total, acaso demencial». Lanzaría ataques contra los que cultivan «el sensacionalismo calculado» o «la adulación empalagosa». Pondría el grito en el cielo con los que practican la entrevista como «una gastada y chabacana publicidad que tanto participa de lo imbécil como de lo organizado».
Panzeri rechazaría los supuestos «saberes» y «magias» de algunos entrenadores que «inventó el periodismo». Volvería a coincidir con quien fue destacado futbolista y periodista, Ernesto Lazzatti, cuando dijo que «un gran culpable de la crisis de decencia que hay en el fútbol es el periodismo».
Condenaría otra vez a periodistas que reclaman «cambios de mentalidad y métodos» en el mundo del fútbol, pero sin incluirse. «¿O no cree usted que el periodismo pesa y decide en todo esto mucho más que los hinchas, que los árbitros, que los mismos jugadores y hasta puede que los mismos entrenadores?», escribiría en sus críticas a cierta prensa.

Panzeri sería implacable «con el periodismo enfrascado en esta consigna de que todo hombre es noticia mientras sea negocio y viceversa». Combatiría, como siempre, «la apología de los récords», que abarca tanto «a la corriente periodística enrolada en la comedia,  como  la otra que se autotitula ‘sería’ (…) un índice más de los progresos de la filosofía cambalachera que tan certeramente glosara Discépolo. Todos en un mismo fango».

Y diría de nuevo: «También lamentable es la audacia y el total desapego al pasado, como la indiferencia por lo documentado, con que se encaran campañas de narcotización colectiva de la opinión pública».

Panzeri solía ser iracundo. Pero fue generoso en elogiar a periodistas de su época. A quién exaltaría hoy, nunca lo sabremos. Tal vez le molestaría que alguien, sin su talento, intentara interpretarlo fuera de tiempo.