Juane Basso, el viento eterno

Por Santiago Garat (*)

Juane nació en cautiverio. Su mamá, María Eugenia, fue trasladada a la Unidad Penal 6 de Paraná, donde funcionaba un Centro Clandestino de Detención Ilegal, un día después de que secuestraran a su compañero Emilio. Juane vivió sus primeros años con sus abuelos y visitando a su mamá en la cárcel. Ella le daba dibujos y cuentos que le sirvieron para ir (re)construyendo, con ojos de niño, su historia y su identidad. Juane fue Juan Emilio Saint Girons, primero, porque ese era el apellido de su mamá, y Juane Basso después, porque quiso y logró llevar el de su padre adoptivo. Hasta que mucha lucha y años después, consiguió que le permitieran agregar el Feresín de su papá biológico, quien hasta el día de hoy permanece desaparecido. Juane estudió Comunicación Social porque entendía al periodismo como una trinchera y fundó un diario al que bautizó El Eslabón, para homenajear a Rodolfo Walsh y su cadena informativa. Juane militó en Hijos y se erigió como un referente de la lucha por los derechos humanos en Rosario. Fue el alma de las marchas de los 24 de Marzo y quien ponía el cuerpo y la voz en el escenario. Juane fue el compañero de Nadia y el papá de Juana y Pedro. Pero también el hijo de las Madres, el nieto de las Abuelas, el hermano de los compañeros y compañeras a quienes les dolían las mismas injusticias que a él. Y tenía, por sobre todas las cosas, un corazón enorme. Corazón que decidió apagarse en marzo, porque es el mes de la memoria, esa memoria que nos enseñó a mantener viva soplando las brasas que hubiera que soplar. Corazón que decidió apagarse mientras jugaba al fútbol, porque era fanático del deporte de la redonda y de la Lepra. ¿Se murió? Qué carajos se va a morir si está más vivo que nunca en quienes ahora tenemos la tarea de seguir sus huellas, de mantener en alto las banderas de Memoria, Verdad y Justicia.
Juane nació en cautiverio pero vivió libre como el viento. Viento que sigue soplando las brasas que haya que soplar.
“Apenas nací, en la UP 6 de Paraná me anotaron con el apellido de mi vieja, María Eugenia Saint Girons. A los 9 incorporé el apellido de mi viejo adoptivo, Hugo Basso. Hace 10 logré obtener el de mi padre biológico, Emilio Feresin, desaparecido por los genocidas. Me dicen Juane”. Así le gustaba presentarse a Juan Emilio Basso Feresin.

(*) Periodista, escritor, autor del libro El sol era la pelota, integrante de la agrupación Hijos Rosario y de la Cooperativa de Prensa La Masa